La Historia de David y Goliat de Otro Modo: Cuando Goliat era Judío…
El gran éxito mundial e histórico de los judíos, se ha fundamentado siempre en su fantasiosa manera de explicar los acontecimientos o mejor aún… al crear narraciones fantasiosas para “encandilar” a sus lectores crédulos y así lograr la admiración de ellos hacia el pueblo hebreo. Veamos algunos ejemplos: “una nube acompañaba al pueblo judío una vez que salió de Egipto. La nube era luminosa y de noche les brindaba luz en su trayectoria por el desierto. Dios (“el gran dios de Israel,” nótese la manipulación hacia el lector), era el que enviaba esa nube.” O sino este otro: “David, hijo de Saúl, se llenó de coraje, de la ira enviada por Dios y tomó su honda y lanzó una enorme piedra sobre la cabeza del gigante Goliat y le dio muerte.” Todo con la venia y el poder conferido por “el dios de Israel”, tal y como aparece en el antiguo testamento de la Biblia que se tragan los cristianos desde que están en pañales, en sus cunas. Narraciones propias de mentes manipuladoras y con profundas ansias de conquistar a la humanidad y apoderarse del mundo desde épocas antiquísimas. Quien las cree, es oportuno que vea a un profesional de la psiquiatría y de manera urgente. Son narraciones insólitas, fuera de toda lógica, raciocinio y realidad, que bajo ninguna premisa pueden aceptarse y mucho menos asimilarse como si fuesen verdad.
Y detrás de esa manipulación, el estribillo incansable del “pueblo elegido por dios”, que no es otro que el judío o el israelí y también eso se lo han creído por centurias los crédulos, los que “muerden los anzuelos” y los que conforman el rebaño de ineptos que se aglomeran en las iglesias cristianas, incluyendo a los ortodoxos de oriente y a los católicos de occidente, por supuesto.
¡Pero no hay tal “culebra con pelo”! Todos esos relatos son ficticios, son falacias, son mentiras del tamaño de las pirámides de Egipto. Y el pueblo judío simplemente es una etnia cerrada, extraordinariamente hermética, que sólo se roza entre ella misma, que mercadea, equitativamente, entre sus miembros y comercian con lo que ellos llaman “gentiles” o no judíos –que es la inmensa mayoría de los seres humanos-, para ganar su dinero y hacerse cada vez más ricos. Se sienten poderosos, los más intelectuales sobre la faz de la Tierra, los más inteligentes, los grandes inventores, los grandes escritores (ya han dicho que el alemán Thomas Mann era judío, que Goethe está a un paso de serlo, etcétera, etcétera); la “esencia del conocimiento” por encima de Platón, Sócrates o los grandes pensadores franceses de la Ilustración. Ellos lo son todo y los demás, somos una camarilla de ignorantes, ineptos, crédulos, a los que pueden sojuzgar, engañar (siempre engañar) y estafar. Y esa es precisamente “la gran estafa de la existencia humana. Y cuando las cosas no van como ellos lo planearon, se hacen “los pobrecitos”, intentan despertar lástima y evocan e invocan a la sefarade o expulsión de los judíos de España, de parte de los Reyes Católicos; o el genocidio nazi, “el holocausto”, como han bautizado a los hechos de la Segunda Guerra Mundial en los campos de exterminio. Sin tomar en consideración el genocidio, el exterminio que los judíos mismos están llevando a cabo con los palestinos en la actualidad y a plena luz del día. Pero parece que el “buen dios de Israel”, no es tan “buen dios”, ya que les permite asesinar impunemente y con la ayuda de los Estados Unidos (país en manos de los judíos precisamente), mientras el resto de los hombres vemos angustiados e impotentes lo que hacen estos criminales, ubicados detrás de su líder, el criminal de criminales, Benjamín Netanyahu.
Dejando el devenir a un lado, llegamos al centro de este comentario editorial de nuestro periódico: cuando el gigantesco Goliat era judío y el pequeño David era una modesta y humilde mujer costarricense, llamada María Otárola, costurera para mejores señas, y cuyo nombre fue usado por la poderosísima ex defensora de los habitantes, la judía Ofelia (Masha) Taitelbaum Yoselewich, para engañar al sistema tributario de Costa Rica. Utilizaba el nombre de la señora para mentirle a Tributación Directa, al mostrarle documentos (falsos), que indicaban que María Otárola le daba asesorías a las empresas de la judía y se le había pagado a aquella, más de 30 millones de colones. Así hacía creer que esas cantidades exorbitantes de dinero representaban gastos para sus empresas y nunca ganancias. Un delito para evitar tributar conforme a las obligaciones de ley. Pero la humilde costurera se percató de que su nombre estaba siendo usado ilegalmente, llamó a la prensa y allí comenzó a desentrañarse todo, absolutamente todo. La humilde operaria de su máquina de coser, se enfrentó entonces, al poderío de la comunidad judía, mientras Masha Taitelbaum le ofrecía riquezas, pensiones (escuche la conversación telefónica entre la judía y la humilde trabajadora costarricense en esta dirección: Conversación telefónica entre Ofelia Taitelbaum y la denunciante María Otarola), con la finalidad de que no diera a conocer a la prensa ni a la opinión pública la defraudación, el delito, que estaba cometiendo. Esa plática telefónica se dio, coincidentalmente, cuando la periodista de un medio televisado estaba acompañando a doña María Otárola y quedó grabada y luego subida a la red YouTube.
Allí comenzó el desplome de la poderosísima Ofelia (Masha) Taitelbaum, la miembro de la también poderosísima comunidad judía de Costa Rica y del “pueblo elegido de dios”, y hace pocos días ingresó a prisión, a pesar de que los jueces (cobardes por antonomasia en este país), intentaron “darle largas al asunto” para no enfrentarse con los hebreos, dueños del comercio costarricense, Instituciones gubernamentales y de poderosos bufetes de abogados. Pero ya está en prisión. Ahora, su ineficiente abogado quiere conseguir “casa por cárcel” (mansión por cárcel, mejor dicho); pero ya Ofelia Taitelbaum conoce los sinsabores de una prisión en su verdadera y realista naturaleza. Esa es la historia, en resumen, cuando Goliat era judío y David fue personificado por una humilde costurera, dueña de una agudísima inteligencia natural, que no necesitó ni honda ni piedra para derribar a su peligroso enemigo. Muchos dicen que no era un gigante, sino una serpiente venenosa, de esas que menciona tanto también el antiguo testamento de la Biblia.