De Stalin a Putin. Los Reservistas como “Carne de Cañón”
MOSCÚ, Rusia-(Especial para The City Newspaper) Claramente los dos tiranos que han gobernado a este país, Josef Stalin y Vladímir Putin, difieren en los métodos, pero lo que los hace semejantes es la sed de conquista de nuevos territorios y pueblos, con base en el poder militar, el fuego, la sangre y la devastación.
En una retrospectiva analítica de lo que fue la dictadura del georgiano Stalin, podemos observar los métodos de éste y compararlos con el actual dictador, Putin, para evaluar lo que sucede en la Rusia de estos días. De acuerdo a los observadores militares, Vladímir Putin ha echado mano a un recurso del cual también se valió Stalin, para evitar el desastre en los campos de batalla. Esta vez, en las llanuras ucranianas.
En otras palabras, Putin ha puesto en práctica un despiadado secreto de la época estalinista para evitar la debacle en Ucrania, cuando sus tropas iniciales de este conflicto, estaban siendo barridas literalmente por el ejército ucraniano. Este secreto que no lo es tanto… veremos en qué ha consistido a lo largo de los años…
Movilizaciones de reservistas
Vladímir Putin, quien creyó en un principio que Ucrania caería en sus manos con extraordinaria facilidad y por ello llamó a la invasión de este país, “misión especial”, y que se ha tornado, con el paso de los meses, en una guerra en forma, en la que los rusos han ido muriendo en los campos de batalla y los blindados rusos han demostrado que, debajo de su débil blindaje pintado de verde oliva, sólo hay chatarra y más chatarra, ha tenido que remontarse al Siglo XX, cuando las tropas soviéticas estaban al mando del tirano (carnicero) Josef Stalin.
En aquel entonces, la inexperiencia en la guerra del Ejército Rojo, costó a la nación más de nueve millones de soldados muertos; por eso, se recurrió a las movilizaciones de reservistas, quienes, desde 1904, han constituido la columna vertebral del ejército ruso. En esta oportunidad, Putin no ha dudado en exigir la movilización parcial de unos 300,000 reservistas para enfrentar los zarpazos que los ucranianos han estado propinando a los invasores, especialmente en el Donbás.
“El secreto” ha sido el llamado a las armas de civiles con experiencia militar, y los ha convencido con el estribillo que dice que “Occidente quiere destruir a Rusia” y con esa mentira a todas luces, muchos rusos han acudido a engrosar las filas del apaleado y maltrecho ejército “putiniano.”
La medida no es nueva, ya que los mismos Zares la aplicaron en la Primera Guerra Mundial, en el caso de Nicolás II, el último de los gobernantes de la Casa Romanov y el último autócrata de sangre azul que gobernó a Rusia antes de la Revolución Bolchevique que acabó con la dinastía que venía desde “la noche de los tiempos.” Stalin también echó mano a las reservas de hombres, pero fueron movilizaciones generales ante un enemigo que se atojaba era más peligroso que los ucranianos en nuestra realidad actual y se trataba del ejército de la Alemania nazi.
Si nos remontamos un poco más al pasado de esta enorme nación euro-asiática, veremos que la primera movilización general rusa del Siglo XX, fue decretada por el Zar Nicolás II en el verano de 1914, cuando el Zar envió un telegrama al Kaiser Wilhelm II de Alemania, en el que le informaba de su decisión de entrar a la Primera Guerra Mundial. En aquel entonces, Rusia aparecía en el tinglado con casi un millón y medio de soldados, y era la mayor maquinaria militar de Europa. Por lo menos en el papel. Sin embargo, casi el 90 por ciento de esos hombres en armas (entre el 84 y el 88 por ciento), eran campesinos movilizados de manera específica para el conflicto, con base en la severidad y la violencia interna en la Armada rusa. Por esa causa, se manifestó un gran descontento general y hubo disturbios en todo el país, como en el caso de Sarátov, una ciudad al sureste de Moscú, cuando las familias de los reservistas se amotinaron y recibieron un severo correctivo de parte del Estado. Fue cuando murieron unos 30 hombres, mujeres y niños en aquel alzamiento. Los historiadores aducen que aquello fue un ensayo para la revolución posterior que iba a darse en 1917 y que cambió por completo la faz del país.
La siguiente gran movilización de reservistas rusos, ocurrió en el verano de 1941, después de que las tropas enviadas por Hitler, cruzaron la frontera entre la Unión Soviética y Polonia, acabando con el Pacto Molotov-Ribbentrop, en el que se había llegado al acuerdo de no agredirse mutuamente ambas naciones. Josef Stalin, quien había diezmado a sus mejores generales, asesinándolos uno a uno para lograr la fidelidad de los nuevos oficiales, se enfrentó con derrota tras derrota a manos de los alemanes y decidió llamar, el 3 de julio de 1941, a los civiles, para que se hicieran a las armas “por la Madre Rusia”: “Camaradas, nuestras fuerzas son innumerables –dijo el tirano en aquella oportunidad-. En el Ejército Rojo y en la Armada, miles de trabajadores, granjeros e intelectuales, están alzándose para golpear al enemigo agresor.” Y como dato sorpresivo, llamó por vez primera a las mujeres, para que fuesen combatientes.
Un año después, en 1942, Stalin efectuó otra movilización de civiles, debido a la enorme cantidad de bajas de soldados en los campos de batalla, a manos de los alemanes: casi 6 millones de soviéticos ya habían caído heridos o muertos, la mayor parte masculinos. Stalin seguía insistiendo en que la Unión Soviética tenía “reservas humanas inagotables”, que no eran otra cosa que “carne de cañón”, debido al hecho de que eran civiles sin experiencia en el manejo de las armas y de las estrategias en la guerra. Miles de muchachas, muy jóvenes, las enlistaron de manera obligatoria. La gran mayoría de ellas sucumbieron ante un formidable enemigo que no tuvo compasión con aquella gran masa de juventud.
Lo cierto es que, con fundamento en estas movilizaciones arbitrarias para defender a “la gran Madre Patria”, el ejército de Stalin, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, había movilizado a un total de 30 millones de personas. La intención secreta de Stalin era lograr que el ejército soviético llegara a ser tres veces más grande que la mayor potencia de la época, aunque fuera con base en los reservistas.
Aun así, con esas cifras desglosadas, el Ejército Rojo estuvo a punto de fracasar ante el invasor alemán, debido a la inexperiencia de los reservistas en los campos de batalla y la gran cantidad de purgas o asesinatos de los oficiales soviéticos, ordenadas por el dictador Josef Stalin. De hecho, entre 1920 y 1930, 47,000 altos mandos soviéticos, todos ellos con experiencia en combate, fueron expulsados de la Armada por su supuesta animadversión al comunismo, sino asesinados o enviados a Siberia. Y una vez que la Segunda Guerra Mundial “tocó a las puertas” de la Unión Soviética, Stalin no tuvo más remedio que ascender a jóvenes hasta la mayor oficialía, para enfrentar el caos que se le cernía sobre su cabeza.
Para la suerte de Stalin, las pésimas decisiones de Hitler, quien se había hecho con el mando supremo del ejército alemán, facilitaron las victorias posteriores, hasta el final, cuando los soviéticos entraron victoriosos en Berlín, Capital alemana. Hay historiadores que siguen afirmando que “Stalin no ganó la guerra contra los alemanes, sino que fueron los alemanes quienes se derrotaron a ellos mismos, con las decisiones erráticas de su comandante.”
El ejército ruso de hoy
Cada vez que se celebra el “Día de la Victoria sobre la Alemania Nazi”, con un brillante y extenuante desfile en la Plaza Roja de Moscú, se recuerda aquella hazaña que liberó a su patria y exterminó al régimen de Hitler de la faz de la Tierra. Y los rusos de hoy creen que su ejército es tan poderoso como aquel que se valió de los errores alemanes y es capaz, en la actualidad, de iguales o mayores éxitos sobre el terreno de guerra. Pero no es así. Veamos…
La mala economía del país enseña “las costuras” del Ministerio de Defensa de Putin; por ejemplo: en el 2020 la nación que más dinero dedicó al armamento, fueron los Estados Unidos, con un gasto de su presupuesto global, de US$778 millones; luego le siguió China, con US$252 millones; y los rusos ocuparon la cuarta posición con US$61,7 millones, apenas por encima del Reino Unido, Arabia Saudita, Alemania y Francia.
La propaganda del Kremlin señala que cuenta con 3,154,000 soldados; pero la realidad indica que 2 millones de ellos son reservistas; y sus fuerzas armadas mezclan tropas versadas o con experiencia, con unidades de reemplazo. De tal manera, el primer batallón de cada brigada o regimiento, está formado por combatientes profesionales, mientras que el segundo, el tercer y el cuarto, están conformados por una gran cantidad de hombres sin formación militar. Y en su contraparte, en los Estados Unidos, se dice, según datos del Pentágono, que dispone de un ejército de 1,380,000 hombres, todos ellos entrenados a consciencia, mientras Putin asegura que dispone de una masa de militares tres veces mayor que la primera potencia mundial; pero todos sabemos de las fantasías que crea y recrea el dictador ruso, a diario, en su mente.
Además, los errores vistos en los oficiales rusos en Ucrania, como usar los teléfonos celulares, haciendo notar sus posiciones sobre el terreno, y usando las líneas ucranianas o sus servicios de telefonía celular, ha sido una “inocentada” que le ha costado las vidas a esos generales muertos sin haber entrado en batalla todavía.
En apariencia y después de haber conocido y repasado lo anterior, da la impresión de que Putin, lo mismo que Stalin, cree más en la cantidad que en la calidad, una diferencia muy marcada con respecto a las fuerzas bélicas de la OTAN, donde la calidad se impone a lo numérico. Gracias a ese error de apreciación, los ucranianos han lucido invencibles, mientras los tanques rusos herrumbrados se apilan a ambos extremos de las carreteras y caminos de Ucrania, destruidos con relativa facilidad. Incluso, cientos de rusos se han rendido a los ucranianos, demostrando incapacidad, desmotivación y abulia para combatir por un individuo, en el caso de Putin, que si lo miramos apenas de reojo… no merece que se derrame una sola gota de sangre en sacrificio por él.