La Profunda Huella de Jimmy Carter
GEORGIA, USA-(Especial para The City Newspaper) Dicen que no se debe hablar mal de los muertos (sin embargo, siempre se habla mal de muchos de ellos), ni de los ancianos… Y es que detrás de cada hombre o mujer de la tercera edad, se agolpa un pasado lleno de aciertos y errores… errores que se pueden dejar de lado y hasta olvidar, si no han causado enormes e insalvables daños. En el caso de Jimmy Carter, convertido en un anciano de 98 años, se le pueden perdonar esos inmensos yerros que dañaron a sociedades y países enteros cuando fue presidente de los Estados Unidos, partiendo de la premisa cristiana del perdón, pero no olvidar y si se pudiere, explicar siempre a las generaciones actuales y venideras, en especial a las estadounidenses, qué es lo que se puede hacer en materia de política internacional y qué no se debe hacer nunca, cuando se ostenta un elevado cargo en el que una decisión, por simple que parezca, puede dañar a millones de vidas humanas.
Quién fue y cómo llegó a la presidencia Jimmy Carter
Fue el 39 presidente de los Estados Unidos, un puesto que le quedó demasiado grande, en principio porque no era político, era un completo analfabeto en la administración de la cosa pública o en el arte de gobernar a un país, más si se trataba de la primera potencia mundial. Ganó las elecciones en 1976, contra el republicano Gerald Ford, sustituto del corrupto Richard Nixon, gestor del famoso escándalo Watergate, y gobernó (o desgobernó para ser más precisos), desde enero de 1977 a enero de 1981.
¿Pero por qué si fue tan obtuso, Carter alcanzó la presidencia de los Estados Unidos? Es la explicación más simple que existe y fácil de argumentar: por el caso Watergate que ensució al Partido Republicado y del que el ex mandatario Nixon, fue el principal culpable. Su ex vicepresidente Ford, incluso le hizo el favor de no permitir judicializarlo y lo indultó antes de que terminara su período presidencial. Esa acción de Ford, más la corrupción flagrante de Nixon, calaron hondo en el votante estadounidense y le negaron los votos en las elecciones siguientes. En otras palabras, Watergate decidió el destino de la nación en los siguientes cuatro años y lo que compete a los Estados Unidos, compete también al mundo entero; es decir, Carter no solo iba a ser uno de los peores presidentes de este país, sino el peor gestor que pudo conocer el planeta entero en ese cuatrienio, suficientes años para destrozar democracias, sistemas políticos y “poner al mundo de cabeza.”
A lo anterior hay que sumarle el hecho de que los votantes, los pueblos, son incapaces de razonar, sino veamos el caso de Gustavo Petro, en Colombia; o Lula da Silva, en Brasil; el primero, un ex terrorista urbano que desangró a las ciudades colombianas a punta de atentados dinamiteros (sobre él pesan decenas de muertos inocentes); y da Silva, un ex presidiario que recibió dádivas de la empresa constructora brasileña Odebrecht, a cambio de favores presidenciales, en su primera administración en Brasilia, sede del gobierno de ese país. Aun así, fueron elegidos mandatarios gracias a la decisión popular, una prueba de que las masas suelen actuar semejantes a cabezas de ganado, arriadas por el jinete, y no saben por qué ni hacia dónde van… Ese fue el caso de Carter en los Estados Unidos: el resultado de una masa de votantes descontentos con los republicanos y con poca o nula instrucción política para elegir al hombre correcto, con la salvedad de que Gerald Ford tampoco era opción en aquel momento.
Una síntesis cercana de lo que fue Jimmy Carter, podría ser la siguiente: “Se destacó por un estilo relativamente ortodoxo, que no encajó en el establishment de Washington, ni contó con un apoyo sólido de su partido (Demócrata) y por sus originales opiniones y juicios, sin tener un programa demasiado definido (…).”
Lo cierto es que fue un hombre sin carácter, manipulable, voluble e incapaz de hacer respetar, a nivel mundial, la imagen de los Estados Unidos y esto último lo palparon los soviéticos, quienes se percataron de que en la Casa Blanca habitaba un hombre pequeño y de ideas cortas y comenzó a tomar auge la potencia comunista al verse liberada de las tensiones de otras épocas. Lo cual quiere decir que los soviéticos, bajo el mando de Leonid Brezhnev, lanzó una serie de ofensivas ideológicas y militares a nivel global, que no encontraron oposición de parte de los Estados Unidos, regido por un gobernante débil y carente del conocimiento elemental o básico, para gobernar.
La verdad dice que Carter era un finquero, un sembrador de maní del Estado de Georgia, quien fue “empujado” a la candidatura por el Partido Demócrata en un momento histórico, cuando el votante norteamericano estaba todavía bajo los efectos del “shock” causado por el escándalo de Nixon, con su Watergate. En otros términos, Carter nunca estuvo preparado para ser presidente de los Estados Unidos: su capacidad intelectual, intuitiva, administrativa y de toda índole, no le fue favorable a lo largo de los cuatro años en los que ocupó la Casa Blanca. Fue lo contrario a Donald Trump en cuanto a carácter, ya que Carter fue débil y manipulable; mientras Trump fue volátil, confrontativo e impredecible; pero se parecen en lo obtusos para ocupar la presidencia de esta potencia.
Yerros y más yerros
… Y el mundo comenzó a quitarse de encima el miedo a los Estados Unidos. Así podría comenzar una historia plagada de desaciertos de parte de Carter y su desgobierno, precisamente porque regímenes como el de Irán, tras el derrocamiento del Sha Reza Pahlevi -desprotegido por Jimmy Carter justamente-, el de Cuba con Fidel Castro y el soviético, se sintieron de repente a sus anchas y dieron inicio a una ofensiva política y militar, precisamente porque se dieron cuenta cabal de que en Washington había un auténtico pelele, intentando ser presidente. Un intento que no pasó nunca de serlo.
Veamos con detalle algunos de los errores de Carter de cara a la comunidad internacional: la caída del Sha de Irán, firme aliado de Occidente, a manos de los Ayatolas, en especial de Ruhollah Jomeini, representó la pérdida de influencia de los norteamericanos en la región del Oriente Próximo. La Revolución Iraní fue un derroche de vidas humanas y la llegada de una dictadura que todavía se mantiene, ahorcando a quienes se les oponen y creando altísima tensión (nuclear), en esa parte de la Tierra. Ese es uno de los legados que parten de la época de Jimmy Carter.
Incluso, el 4 de noviembre de 1979, uno de los peores años del mundo moderno, los enviados de Jomeini (estudiantes universitarios), tomaron la embajada de los Estados Unidos, en Teherán, Capital iraní, durante 444 días y retuvieron en condición de rehenes a 66 miembros del personal de esa legación diplomática y ciudadanos comunes que se encontraban en ese sitio en el instante del asalto. Carter ordenó la liberación de los mismos por medio de un asalto armado, de parte de las fuerzas especiales del ejército estadounidense, pero resultó una misión fallida. Fue el siguiente mandatario estadounidense, Ronald Reagan, quien solucionó la crisis, el 20 de enero de 1981, y los rehenes fueron enviados a una Base norteamericana en Frankfurt, Alemania. El estallido de la guerra Irak-Irán, favoreció en gran parte la solución a la crisis de la embajada, ya que la nueva dictadura iraní no estaba para perder el tiempo en una situación de menor envergadura, porque el enemigo en aquel momento ya era otro… el gobierno de Saddam Hussein.
Pero sí es importante subrayar que la decisión de Carter por abandonar al Sha Reza, cabeza de la Casa Imperial que gobernaba a Irán, dio como resultado la problemática que se ha extendido hasta estos días actuales, en los que esa nación es una creadora de altísima tensión, en especial con Israel, país que teme el estallido de una guerra que sería extraordinariamente perjudicial para la paz de la humanidad.
No había terminado la crisis de los rehenes, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, basada en la debilidad de carácter de Jimmy Carter. La respuesta de éste fue causar un boicot a los Juegos Olímpicos de 1980, que se celebraron en Moscú, y que sufrieron la ausencia de la mayoría de naciones occidentales.
Otros movimientos de Carter a nivel internacional, fueron la entrega del Canal de Panamá a la dictadura de Omar Torrijos, a la sazón gran amigo de Fidel Castro y su régimen genocida y de los comandantes nicaragüenses exiliados en La Habana, Cuba. Al firmar el tratado del traspaso del Canal, los marines ahí destacados tuvieron que marcharse y dejar desprotegida, militarmente, a la región sur de América Central. Esta decisión de Carter fue vista por los estadounidenses como otra señal de debilidad y que dejaba en mal a los Estados Unidos y su pueblo. El descontento iba in crescendo con el paso de las fechas.
Pero lo peor estaba por venir: Jimmy Carter, fiel a su costumbre de no hacer amigos o desechar a los aliados de su país, quitó todo apoyo al dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza Debayle, un individuo que si bien era un tirano con sus enemigos, mantenía a su nación con buenos índices económicos, tranquilidad en su población e, incluso, libertad de movilización y determinación del mismo pueblo. Pero a Carter le resultaba antipático aquel hombre y apoyó, desde un inicio, la mal llamada “revolución sandinista,” que no fue otra cosa que el ataque de unos delincuentes, algunos liberados de las cárceles somocistas, y otros residentes permanentes en La Habana, Cuba, auspiciados por los soviéticos y por la dictadura castrista. Carter formó parte del grupo de mandatarios de aquella época, que se aliaron para deponer a Somoza y entre quienes estaban la dictadura del PRI en México, Fidel Castro, en Cuba, (el propulsor de la “sangría” en Nicaragua y El Salvador); Rodrigo Carazo, en Costa Rica; Omar Torrijos, en Panamá; y Herrera Campins, en Venezuela. Detallar lo que sucedió en Nicaragua a partir del derrocamiento de Somoza, es redundar en una historia y actualidad que todos conocemos y cuyas consecuencias las estamos sufriendo hoy en día. Esa fue otra de las herencias que dejó Carter, en perjuicio de América Latina. Y la verdad sea dicha… no causó mayor daño, porque el período presidencial se le acabó y tuvo que ganar las elecciones Ronald Reagan, quien se preocupó por restablecer el respeto hacia los Estados Unidos en el mundo entero, propiciar la derrota soviética en Afganistán y poner las bases del derrumbamiento de la misma Unión Soviética y los gobiernos europeos detrás del “telón de acero”; e incentivar la llegada de la democracia a Nicaragua, que, aunque fue fugaz, ilusionó a la comunidad internacional sobre un posible cambio de sistema y vida en ese país centroamericano. Reagan recompuso lo que Carter había destruido con una celeridad impresionante en el planeta, para pasar a ser el peor presidente de los Estados Unidos en su historia.
En todo caso, en estos días, Carter se ha sometido a cuidados paliativos en su casa de habitación, a la espera de la muerte, debido a su avanzada edad. Fallecerá rodeado de su familia y en paz, mientras los nicaragüenses siguen emigrando hacia el exterior, debido a la opresión, el hambre y las violaciones constantes a los derechos humanos cometidas por la dictadura de Daniel Ortega y su mujer, una dictadura que Carter ayudó, como nadie, a gestar y consolidarse en ese país, entre otros gravísimos errores que propició, impulsó y ejecutó en perjuicio de millones de personas alrededor de la Tierra.