Die Deutsche Welle (La Voz de Alemania) Otorga Premio a Yulia Navalnaya, Viuda de Aleksei Navalni

BERLÍN-(Especial para The City Newspaper) El prestigioso conglomerado empresarial de noticias de Alemania, la Deutsche Welle, ha concedido un merecidísimo premio a Yulia Navalnaya, la esposa viuda del disidente ruso, anti-dictadura de Putin, Aleksei Navalni. El prestigioso premio se llama Premio de DW a la Libertad de Expresión 2024.

            Y es que la elegante rubia, compañera inseparable de Navalni hasta un día antes de que fuera asesinado en la cárcel ubicada en el Círculo Polar Ártico, ha tomado las riendas de la lucha por la liberación del pueblo ruso, atrapado en las garras y fauces de la dictadura belicista y criminal de Vladímir Putin. Ella continúa la labor de su esposo, es la nueva líder de la oposición rusa y la Fundación Anticorrupción que fundó Navalni, ahora está en sus manos, y también ha recibido la distinción de la DW, que es el décimo galardón que esta empresa informativa alemana concede, desde que fue instituido el premio como tal.

Así lo anunció con orgullo la DW

            “El Premio a la Libertad de Expresión 2024 de DW, es para Yulia Navalnaya y la Fundación Rusa Anticorrupción”, mencionó en un escueto comunicado la empresa de noticias germana y será entregado en manos de la valiente esposa viuda, este 5 de junio próximo en la Capital de Alemania, Berlín, una ciudad que, además, es símbolo de la libertad contra dictaduras de derechas e izquierdas en el pasado reciente, una Capital llena de simbolismo y del profundo amor que profesa el ser humano por la libertad. Obviamente, los dos premiados estuvieron indisolublemente unidos al asesinado ex líder anti-dictadura de Putin y que la mayoría de los seres humanos conocimos desde que comenzó su lucha contra la tiranía que hoy padece Rusia entera.

El ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, pronunciará en esa gala el discurso de entrega, quien, a no dudar, será aplaudido apoteósicamente por los anhelantes y amantes de las libertades en todas sus formas.

            La Deutsche Welle, en un cercano ayer, ha entregado este premio en nueve oportunidades y esta será, a Yulia Navalnaya, la décima premiación. Estas fueron las palabras del director de La Voz de Alemania (DW), Peter Limbourg: “Yulia Navalnaya ha apoyado el trabajo político de su marido, Aleksei Navalni, en su lucha por la libertad de prensa desde su mismo principio, a pesar de todos los riesgos, las constantes amenazas y los sacrificios personales. Me inclino ante su coraje inquebrantable, su convicción y la fuerza con la que lucha por una Rusia libre y defiende a aquellos a quienes (el dictador ruso) Vladímir Putin, quiere silenciar.” Describió la cabeza de la DW a la mujer que todos admiramos en estas horas aciagas por las que transcurre su patria rusa.

            Es del todo cierto que el temple y el coraje de Yulia han sido sus principales distintivos desde que se conoció la lucha sin desmayo iniciada por su esposo, en contra del poder absolutista y tiránico de un solo individuo, cuyo nombre está asociado mundialmente con la sangre de inocentes, la invasión a países libres, con el secuestro y desaparición de niños en Ucrania y con el asesinato de personas ajenas a la guerra; y el nombre, detestado por la inmensa mayoría de las personas en la actualidad, es el de Vladímir Putin, el dictador que tiene a Rusia en medio de una guerra con Ucrania que no gana y que se ha convertido, contrariamente, en un desgaste diario de millones de rublos (moneda rusa), armamento y vidas humanas, de soldados invasores, enviados por el Kremlin, que han encontrado la muerte a tempranas horas en las llanuras ucranianas.

            Retornando al tema de Yulia Navalnaya, es oportuno traer a la memoria que recibió también el premio alemán a la Libertad de Prensa de los Medios de Comunicación, porque ella ha sido una de las principales voces disidentes contra Putin, especialmente después de la muerte de su esposo en febrero pasado, en aquella prisión rusa, alejada de toda huella de civilización, en el Círculo Polar Ártico.

Aleksei Navalni, a quien Putin intentó asesinarlo usando veneno cuando aquel se encontraba en Alemania, fundó la organización en la que fundamentó toda su lucha posterior, en el 2011, y la llamó Fundación Anticorrupción, con el claro objetivo de luchar contra la corrupción imperante en el gobierno ruso, encabezado por el dictador Putin. Se dedicó a la investigación de casos sospechosos, reñidos con la honestidad y la decencia, y le dio seguimiento a la élite rusa incrustada en el poder con el beneplácito del dictador y enriqueciéndose palmo a palmo desde la cúspide gubernamental. Incluso, descubrió el palacio que Putin ordenó construir para él a orillas del Mar Negro y que fue erigido con dineros que pertenecían al erario del país.

Como era de esperar, la dictadura de Rusia persiguió y logró prohibir la Fundación en el 2021, pero sobrevivió en el exterior, emergió internacionalmente un año después y continuó con las mismas labores de denuncia. Putin, de inmediato, no titubeó en calificar a la fundación de Aleksei Navalni de “organización extremista.” Recordemos que en el ideario ruso, que es de los más viejos y conservadores, todo signo político que no sea igual al de ellos, es tildado de “neo-nazi”, “nazi” o “fascista.” El siguiente paso que daría Putin y sus verdugos, era deshacerse físicamente de Navalni…

Canal en YouTube

            La Fundación Anticorrupción tiene un canal en YouTube, donde publica los resultados de sus investigaciones, dirigidas, en su gran mayoría, contra los desmanes del gobierno actual ruso. Para citar algunos casos publicados por Navalani y sus colaboradores, aparecen allí vistas del palacete del Mar Negro, construido para sí, por Vladímir Putin, con tomas desde diversos ángulos y también con la facilidad que otorgan los drones. También hay fotos del dictador disfrutando de una de las piscinas bajo techo, que hay dentro de la impresionante mansión. Así también, puede conocerse la lista de los que Navalni llamó “sobornadores y belicistas”, los confidentes y aliados incondicionales (e interesados) de Putin, quienes influyen en la política, los negocios y la Banca en nombre del dictador ruso.

            En la actualidad, el consejo asesor de la Fundación Anticorrupción, está conformado por el miembro del Parlamento Europeo y ex primer ministro de Bélgica, Guy Verhofstadt; la escritora, ganadora del premio Pulitzer, Anne Applebaum; y el politólogo Francis Fikuyama.

            La premiación a la gran dama rusa, Yulia Navalnaya, quien “ha recogido el guante” que cayó de la mano de su esposo cuando fue asesinado por orden de Putin y continuará la lucha por las libertades generales en su país de origen, ha sido concedido en un momento cuando el aparato represivo que trabaja a favor de Putin, ha intensificado sus actividades contra periodistas rusos; y es así como, pocos días antes del anuncio de la Deutsche Welle (DW), de que iba a conceder la premiación a Yulia Navalnaya, la policía rusa detuvo a los periodistas Konstantin Gabov, antiguo corresponsal de la DW en Moscú; y al camarógrafo Sergei Karelin. El parte policial dejó leer que “los arrestos son parte de la lucha contra el extremismo (y) porque ambos comunicadores preparaban un material para un canal de YouTube, vinculado con la Fundación de Navalni.”

            Es oportuno enfatizar que los dos periodistas apresados realizaban trabajos no vinculados con la DW, la empresa alemana que también está prohibida por completo en Rusia, ya que es calificada de “agente extranjero” que está en contra de los principios y lineamientos del gobierno y la realidad social y política de esta nación euro-asiática. Lo anterior son solo dos casos de los muchos que han sufrido periodistas en este país, desde que Putin subió al poder y que se han intensificado a raíz de la invasión del ejército ruso a Ucrania.

            Otros comunicadores que han sido galardonados con el Premio DW a la Libertad de Expresión (FoSA, por sus siglas en inglés), han sido el bloguero saudita Raif Badawi, el primer galardonado con esta distinción; el salvadoreño Oscar Martínez, editor en jefe de la revista en línea El Faro; el periodista de AP y novelista, Mstylav Cherno; y el fotoperiodista independiente, Evgeniy Maloletka, por su trabajo en la guerra en Ucrania y los horrores del asedio a Maiúpol.

            Este premio creado por La Voz de Alemania, la distinguidísima empresa noticiosa emblema de Alemania y para el mundo, se concede a personalidades del campo de la información, desde el 2015, específicamente cuando ese personaje galardonado ha demostrado una destacada defensa o promoción de los derechos a la libertad de expresión y de prensa; aunque también tienen validez otros derechos, como los de movimiento, libre empresa, elección laboral, inversión económica y todo lo que hace del ser humano una persona digna y beneficiada con todas las libertades que le son inherentes por naturaleza y desde el momento mismo de su nacimiento y durante su trayectoria por la vida y con ella, se sobreentiende que camina el resto de la humanidad que habita en este superpoblado  mundo.

            Nuestros parabienes para la valiente Yulia Navalnaya, el alma tangible y visual de la libertad coartada en la Rusia sojuzgada por Putin.


Aleksei Navalni Asesinado por Vladimir Putin

MOSCÚ Y CÍRCULO POLAR ÁRTICO, Rusia-(Especial para The City Newspaper) Este vil asesinato se esperaba. Es triste admitirlo, pero realmente así era la situación. Porque con Vladímir Putin no hay disidente a su gobierno que viva para contarlo. Así también, al mismo Putin le interesaba “dar de baja” a Navalni para enviarle un mensaje claro y silente a sus enemigos: “Quien se meta conmigo, quien no esté de acuerdo conmigo o mi forma de gobernar, acabará del mismo modo que Navalni.” El mensaje ha sido todo lo claro posible y quienes no lo hayan entendido, entonces andan mal en las percepciones de los peligros existentes.

            Lo mismo que Josef Stalin, el peor asesino del Siglo XX, exdictador en la Unión Soviética, su colega en el cargo dictatorial en el Kremlin, Vladímir Putin, les resultan sumamente molestos los opositores que lo llevan a cometer crímenes a vista y paciencia de la comunidad mundial, que lo único que hace en estos trances es elevar las voces de las protestas, sin que pueda hacer nada en el plano real, tangible y de la justicia. Solo un golpe extraño del destino hará que Putin se siente en el banquillo de los acusados en la Corte Internacional de La Haya, en los Países Bajos, donde es acusado por crímenes de lesa humanidad, a raíz de su invasión a Ucrania y el genocidio que allí está cometiendo día tras día. Solo será un golpe raro que se dé en el futuro.

Este era Aleksei Navalni

            Era el mayor opositor ruso a la figura y el gobierno tiránico de Putin. Tenía 47 años en el momento cuando lo asesinaron en la prisión del Distrito Autónomo de Yamal-Nenets, en el Círculo Polar Ártico, lo suficientemente alejado de Moscú como para no disparar las simpatías y las manifestaciones en las afueras de la penitenciaría, de parte de los seguidores del hoy occiso.

            La intención de Navalni era conocida por todos, tanto en el exterior como en el interior de Rusia: quería un país libre, sin las ataduras que lo sujetan a la dictadura de Vladímir Putin. La democracia era su anhelo, las elecciones libres, la alternabilidad en el poder de los distintos presidentes, regidos por un sistema electoral justo, humanitario y acorde a las decisiones de las mayorías en el pueblo; tampoco estaba de acuerdo con la invasión a Ucrania, ni los desplantes de “líder todopoderoso”, dueño de un arsenal nuclear, que Putin hacer creer a las naciones libres que hacen frontera con Rusia. Por supuesto que nada de ello gustaba a Putin y por esa razón trató de eliminarlo en Alemania, cuando un enviado suyo trató de envenenarlo, pero Navalni fue salvado en un hospital alemán por los galenos teutones.

            Uno de esos médicos, llamado Alexander Polupan, quien atendió al disidente en Alemania cuando fue envenenado con una sustancia llamada novichok, en el 2020, descartó la hipótesis “del coágulo” que el gobierno ruso difundió en aquel país. El galeno alemán explicó: “El diagnóstico de un tromboembolismo que intentan dar a Navalni, es inadecuado. Esto solo puede determinarse basándose en los resultados de una autopsia y Navalni no corría riesgo de sufrir coágulos de sangre.” Así lo afirmó al diario ruso Nóvaya Gazeta que lo entrevistó apenas se supo de la hospitalización del disidente.

            Retornando al reciente asesinato de este líder democrático ruso, coincide el hecho con la cercanía de las próximas elecciones nacionales, mismas que serán dentro de un mes escasamente (del 15 al 17 de marzo). Allí, se presentará Putin para una reelección más, una falsedad que le hará el irremediable e indiscutible ganador y continuará al frente de su dictadura. Navalni, en tal caso, no podrá hacer oposición de ninguna manera (ni él ni nadie más), pues su desaparición física ha sido el punto de inflexión para aquellos que pretendan deponer al tirano de su silla en el Kremlin. De hecho, todos los rivales que iban a postular sus nombres, fueron rechazados ad portas por la junta electoral y algunos de ellos están en el exilio y también fueron asesinados unos cuantos. Llama poderosamente la atención el comunicado interno en el partido de Putin, llamado Rusia Unida, que ordena tajantemente no comentar el fallecimiento de Navalni. “Es tabú” referirse a este personaje en las esferas del partido.

            El comunicado que fue emitido desde la penitenciaría, a pocas horas de su muerte, indicó que nuestro personaje comenzó a sentirse mal después de haber realizado una caminata y a los pocos minutos de haberse detenido, perdió el conocimiento: “Se llevaron a cabo todas las medidas de reanimación necesarias, pero fracasaron. Los servicios sanitarios de emergencia confirmaron la muerte del preso. Se están determinando las causas de su muerte,” cita el parte redactado en la administración de la cárcel. Evidentemente es un argumento vacío que no explica nada como es su pretensión y que más bien despierta todas las sospechas en sus seguidores y medios de prensa que no están influenciados ni alineados con la dictadura de Putin. Es por eso que sus simpatizantes siguen denunciando que fue asesinado, mientras las autoridades no ofrecen información fidedigna, creíble, ni permiten el acceso al cadáver, cuyo paradero es un misterio todavía y es muy posible que nunca lo entreguen a sus familiares. No obstante, el medio ruso independiente, Novaya Gazeta Europa, ha publicado que el cuerpo de Navalni tiene “hematomas por convulsiones.” Así también, otros medios de prensa independientes –todos ellos sobrevivientes a la feroz persecución a la que se ven sometidos a diario por la dictadura de Putin-, siguen tratando de averiguar qué sucedió realmente en la prisión. De hecho, Serguei Ivchenko, el patólogo jefe del hospital del distrito de Salejard, no quiso responder a una pregunta del periódico Mediazona sobre el sitio donde está el cadáver de Navalni. Ante el cuestionamiento del periodista, Ivchenko colgó inmediatamente el teléfono. “Es obvio que mienten y hacen todo lo posible para no entregar los restos mortales. Exigimos que el cuerpo de Aleksei Navalni sea entregado inmediatamente a su familia.” Dijo su secretaria de prensa, Kira Yarmysh, evidentemente consternada y fuera de sí. Casi al mismo tiempo, más de 12,000 personas enviaron llamamientos al Comité de Investigación, para exigir que el cuerpo del activista sea devuelto a sus familiares, así según informes de la entidad defensora de los derechos humanos, OVD-Info.

            Al proseguir con su biografía, hemos de decir que Aleksei Navalni nació en Butyn, Moscú. Estaba casado, desde hacía 24 años, con Yulia Naválnaya, y tuvo con ella dos hijos. Un mensaje que ella le escribió en la red social X (otrora Twitter), por el Día de San Valentín, decía: “Entre nosotros hay ciudades, luces de despegue en aeropuertos, ventiscas azules y miles de kilómetros, pero siento que estás cerca cada segundo y te amo cada vez más.”

En su papel de hombre público, Navalni se convirtió en el líder más prominente de la oposición a Vladímir Putin. Este mismo lo persiguió con todas las artimañas a su disposición desde la cabeza del poder ruso y logró que los jueces, adictos y afectos al régimen gobernante, lo condenaran por varios casos a partir del momento cuando se dio a conocer por medio de las protestas contra el Kremlin, durante las elecciones legislativas del 2011. En ese mismo período fundó su Plataforma contra la Corrupción, donde filmó un largometraje que denuncia la construcción de un palacete por parte de Putin, en las cercanías del Mar Negro, mismo que se puede observar en esta dirección en internet: Palacio del Putin. Historia del soborno mas grande del mundo- en Español/ Video#225 (youtube.com)

                Luego de que agentes secretos rusos enviados por Putin, trataron de envenenarlo y los médicos alemanes le salvaran la vida, Navalni decidió regresar a Rusia para continuar con su lucha abierta en contra del tirano enquistado en el Kremlin y así lo hizo en enero del 2021; pero fue detenido apenas puso un pie en el aeropuerto internacional de Moscú, por “violar la libertad condicional”, según explicaron fuentes de la dictadura. Sin embargo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos consideró que ese proceso contra Navalni, llevado a efecto en Rusia y que le otorgó la libertad condicional, fue arbitrario y totalmente reñido con los verdaderos principios de justicia que deben prevalecer en todos los casos.

            Pero Putin y sus jueces marionetas no se quedaron en ello, porque en marzo del 2022 dictaron una condena contra el activista de nueve años en “una colonia penal de régimen estricto”, una condena fabricada por la mente de Putin, según aseveran los seguidores de Navalni. Además, los fiscales lo acusaron por un caso de fraude, por robar unos €4,36 millones (de euros), de donaciones entregadas a sus organizaciones que fueron prohibidas casi de inmediato por el gobierno ruso. Y el 4 de agosto recibió otra condena –como para fundirlo contra las paredes de su celda-, de 19 años, “por apoyar al extremismo.” De tal manera, esta última pena se sumó a la anterior y a otra de dos años y medio que fue emitida en el 2021 por el desvío de fondos en el conocido caso Kirovles, sucedido en el 2013. Los abogados del prisionero han afirmado que este último caso en su contra fue también fabricado por Putin y sus secuaces, para mantener al activista lejos del ajetreo político por un período más largo en el tiempo. De paso, le pusieron “el sello” a su movimiento oposicionista al gobierno de “extremista”, para desprestigiarlo ante el pueblo ruso.

            Con el paso de los años y de sus distintas experiencias en contra de la dictadura de Vladímir Putin, se fue convirtiendo en el político disidente ruso más prominente, ese a quien había que eliminar así, de cualquier manera, sin importar dónde, cuánto y cómo. El tirano del Kremlin estaba hastiado de escuchar y ver las manifestaciones lideradas por Navalni en el que destapaba a cada instante la corrupción de la Era Putin. Fue por ello que lo buscó hasta en el extranjero, fue hallado por el servicio secreto ruso en Alemania e intentó envenenarlo con el agente químico novichok.

Vida y muerte en prisión

            Aleksei Navalni tenía que estar muy lejos de la sede del poder central ruso; es decir, a muchas, muchísimas millas de Moscú, de sus calles y avenidas y por supuesto de las murallas del Kremlin. Por eso fue trasladado en diciembre del 2023, a una prisión construida en el Círculo Polar Ártico. Solo así pudieron alejarlo también de sus colaboradores y seguidores, quienes se mostraron preocupados por esta decisión de las autoridades penitenciarias, siguiendo, desde luego, las órdenes de Putin. Mucho tiempo después se supo, por medio de su portavoz, Kira Yarmish, que había sido llevado a la colonia penal IK-3 de Jarp, en la región de Yamal-Nemets, a unos 1,900 kilómetros al noreste de Moscú, un sitio donde las temperaturas descienden a varias decenas de grados bajo cero. Esa prisión es conocida con el nombre de colonia Lobo Polar, considerada una de las más duras de Rusia y cuyo objetivo es albergar dentro de sus muros a los presos que tienen sobre ellos los delitos más graves, tipificados en el código penal ruso.

Esa penitenciaría fue fundada en la década de los años 60s y formaba parte de un gulag o campos de trabajos forzados, característicos de la Unión Soviética.

Por otra parte, no es difícil imaginar cómo fueron esos años en los que estuvo preso Aleksei Navalni en esa cárcel, hasta el día de su muerte; no hace falta esforzarse mucho por saber que fue torturado de distintas maneras y se puede observar y escuchar en la red YouTube, la denuncia hecha por Ivan Zhdanov, director de la Fundación de Navalni, en el sentido de que los funcionarios de esa prisión no respondían nunca a las llamadas que se le hacían para conocer el estado del prisionero y en lo que respecta a la muerte del mismo, “no quieren hacerse cargo de que fue asesinado por Vladímir Putin. Es oficial, ni en el hospital, ni la morgue, ni la colonia penal responden a las llamadas; se hacen los sordos porque entienden lo que ha sucedido.” Aseguró.

También trascendió que Navalni fue llevado a una celda de castigo en unas 27 oportunidades, desde que fue llevado a la penitenciaría en el Círculo Polar Ártico; y por esa razón y otras más de índole humanitario, 170 médicos enviaron una carta al dictador Putin, en la que le manifestaron la preocupación por la salud del preso. Eso sucedió a comienzos del 2023. En la misiva le externaron al tirano que “las condiciones de su detención y la apariencia física de Alexéi Navalni nos causan una gran preocupación por su vida y su salud.” La respuesta de Putin fue la que se esperaba: el silencio, la indiferencia y posiblemente tiró el papel al fuego de su chimenea en el Kremlin. Por otro lado, los activistas amigos del cautivo, denunciaron que aquel no recibía nunca medicamentos y solo se le concedía una hora y media al día de paseo fuera de su celda.

Antes de que lo enviaran al Círculo Polar Ártico, Navalni estuvo confinado, a  principios del 2021, en el centro penitenciario IK-2, en la región de Vladímir. Allí, sufrió toda clase de torturas de parte de las autoridades del penal y entre las más “leves” que le infringieron, fue no dejarlo dormir por las noches, justamente cuando un guardia de la prisión le despertaba con un foco potente que le ponía en su rostro en la madrugada. Así se quejó el propio Navalni en uno de los tantos juicios que se le montaron arbitrariamente para condenarlo. “¡Exijo que me dejen dormir normalmente!” Exclamó categórico y enfadado en aquel proceso. Otro de los castigos “leves” que le infringieron fue la negativa para que le visitara un médico; por esa razón, Navalni se declaró en huelga de hambre durante varias semanas. Fotografías suyas de ese período le muestran muy delgado, parecía “una ruina humana en su estado físico.” Por aquel entonces, se quejaba de fuertes dolores en la espalda y entumecimiento en una pierna.

Las 27 veces que fue recluido en la celda de castigo, fue por faltas menores como no llevar un botón abrochado, perder alguna cosa en el taller de trabajo o no responder con suficiente rapidez o diligencia a las peticiones de los carceleros. De acuerdo a su propia versión, Navalni describió aquella celda de castigo como un reducido habitáculo donde enfermó varias ocasiones: tuvo fiebre, tos y no podía acostarse durante el día en su camastro, sujeto permanentemente a la pared, porque su uso solo era permitido por las noches. Incluso se quejó porque en una oportunidad le pusieron por compañía en su celda a un recluso enfermo con una fuerte gripe, para que lo contagiara premeditadamente. Y… poco tiempo después de su arribo a la colonia penal IK-3 en Jarp, conocida como “Lobo Polar,” Aleksei Navalni fue asesinado. Esto es: “El Servicio Federal Penitenciario de Rusia, ha anunciado su fallecimiento.” Cita brevemente el frío comunicado emitido por el Ministerio de Policía afecto y obediente a Vladímir Putin.

Y para formarnos una idea más completa de los sufrimientos de este personaje disidente a la altísima corrupción y criminalidad de Putin, el director del periódico Nóvaya Gazeta y Premio Nobel de la Paz 2021, Dmitri Murátov, ha dicho de él al conocer la noticia de su muerte: “su deceso es una consecuencia directa de las veces que ha tenido que soportar las mazmorras de castigo: ¿Qué significa eso? Inmovilidad, comida baja en calorías, falta de oxigenación, frío constante (…). Fue sometido a todo tipo de tormentos y torturas durante tres años. Los funcionarios de prisiones están obligados a filmar la estancia en las celdas de castigo: exigiremos que se proporcionen esas grabaciones, que nos digan cuándo llegaron los médicos, cómo fue asistido y si se emplearon todos los recursos disponibles para salvarle la vida.”

           La última vez que fue visto por uno de sus abogados fue pocos días antes de su muerte. Se trató de Leonid Soloviov y dijo a los periodistas que le rodearon a su regreso a Moscú, que Navalni se encontraba bien. Solamente esas pocas palabras dijo para describirlo, por petición expresa de la esposa del activista. Es posible que le dijo a su representante legal que sospechaba que en cualquier momento lo iban a matar, tal y como sucedió. Un temor que acompañaba a Navalni desde que intentaron asesinarlo en Alemania con veneno. Fue por ello que envió este comunicado al exterior de la prisión: “Mi mensaje, si me matan, es muy simple: no se rindan. Si esto pasa, significa que somos inusualmente fuertes en ese momento, ya que decidieron matarme y esa fuerza debe usarse. No se rindan, somos una fuerza enorme oprimida por los malos, porque no podemos darnos cuenta de lo fuertes que somos en realidad. Todo lo que se necesita para el triunfo del mal, es la inacción de la gente buena.”

         Y, precisamente, esa misma gente buena a la que se refirió Navalni, es la que está siendo perseguida en toda Rusia, debido a las manifestaciones que están efectuando por su asesinato; son protestas con nostalgia, dolor, consternación, ira y frustración contra la maldad de un tirano que se ha apoderado de Rusia con una facilidad pasmosa, debido, justamente, a “la inacción de los buenos” que, con su pasividad general, le ayudaron a subir escalones hacia la cúspide del poder, desde que el alcohólico Boris Yeltsin lo llevó por vez primera al Kremlin en calidad de asesor suyo personal.

          Ahora, con el hecho criminal perpetrado contra Aleksei, el camino “cuesta arriba” para derrocar a Putin y establecer la democracia, se ha tornado más empinado, muy difícil y hay quienes hablan de “imposible…”

Breve Biografía de Aleksei Navalni

REDACCIÓN, The City Newspaper- El activista ruso recién asesinado por órdenes del dictador de Rusia, Vladímir Putin, había adquirido extraordinaria resonancia a nivel internacional y un gran cariño y admiración por millones de compatriotas suyos, quienes le veían como el sucesor natural e indiscutido, en tiempos futuros de democracia, cuando una vez fuera derribada la dictadura actual y erradicada definitivamente del poder en el Kremlin.

            Su nombre completo era Aleséi Anatólievich Navalni; nació el 4 de junio de 1976 en Odintsovoi, óblast de Moscú, antigua Unión Soviética, hoy Rusia; y fue asesinado recientemente, el 16 de febrero del 2024, en Yamalia, Nenetsia, en la prisión de IK-3 de Jarp, “un centro correccional conocido con el nombre de Lobo Polar,” ubicado en el Círculo Polar Ártico.

            Casado con Yulia Navalnaya, llamada hoy “la Primera Dama de la oposición (a Putin)”, una mujer licenciada en Relaciones Internacionales y ex funcionaria bancaria; tuvo con ella dos hijos, Dasha Nalvanaya y Zahar Navalni, ambos adolescentes en estos momentos. Su madre, Lyudmila Navalnaya, también forma parte de “este clan” familiar y ha cobrado protagonismo en los últimos días, ya que exigió a la dictadura de Putin que le devolviera el cadáver de su hijo, una exigencia que fue desoída por el dictador y sus subalternos. De tal manera, la señora hizo el largo viaje hasta la penitenciaría IK-3, para recobrar sus restos mortales, pero su periplo ha sido infructuoso hasta estos momentos.

Estudios y primeros pasos en la política   

            Alekséi Navalni fue un abogado que obtuvo su título en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, en 1998; y entre 1999 y 2001, se especializó en finanzas y crédito en la Universidad de Finanzas. Esto bajo el régimen de la nueva Federación Rusa, después del colapso de la Unión Soviética. También se le concedió, en el 2010, una beca del programa “Yale World Fellows,”de la Universidad de Yale, cuyo propósito es crear una red global de líderes emergentes y facilitar el entendimiento internacional.

            Entre los años 1999 y 2007, Navalni estuvo en las filas del partido liberal Yábloko, mismo que abandonó por incompatibilidad de criterios con las metodologías utilizadas en la lucha por el poder. En el 2011, la BBC de Londres, la empresa noticiosa más importante de Inglaterra y con un prestigio mundial incomparable, lo describió de esta manera: “Posiblemente Navalni sea la única figura opositora de peso que ha emergido en Rusia en los últimos cinco años.” Y la revista estadounidense Time, le apodó el “Erin Brockovich” ruso y fue nombrado “Personaje del Año 2009”, por el diario ruso Védomosti.

            Una vez concluidas las elecciones legislativas en Rusia, el 4 de diciembre del 2011, Navalni llamó, desde su cuenta en Twitter, a la ciudadanía para ejercer protestas por las presuntas irregularidades en dichas elecciones. Unas cinco mil personas acudieron a las manifestaciones en las calles y avenidas de Moscú. Una situación intolerable para el dictador Vladímir Putin, quien ordenó inmediatamente el arresto de Navalni, quien fue sentenciado a 15 días de prisión. Salió de la penitenciaría el 20 de diciembre de ese mismo año.

            Por esas fechas, fundó la ONG, Fundación Anticorrupción, para investigar precisamente los actos corruptos de los burócratas del gobierno; es decir, de los funcionarios, autoridades y empresas rusas que están controladas por el Estado. Pronto comenzó a tocar temas considerados “tabúes” y que tenían que ver con el gobierno de Putin y que, en ningún sentido, eran ventilados por los fiscales y mucho menos por una prensa atemorizada –salvo contados casos excepcionales-, mientras el índice de corrupción colocaba a Rusia en el puesto 138 entre 180 países analizados alrededor del mundo. Y en el 2018, Rusia descendió al puesto 141 del mencionado índice. Es decir, la corrupción se hacía imparable.

            En el 2013 se celebraron elecciones por la alcaldía de la Capital, Navalni se postuló para el cargo y obtuvo el 27,24 por ciento de los votos; también comenzó a escribir para medios de prensa rusos independientes y muy especialmente para la edición en idioma ruso y para Rusia, de la revista Forbes. Ya era un personaje hartamente conocido en el interior de su país y estaba “en la retina” del dictador Vladímir Putin, quien ordenó a su servicio secreto seguirle de cerca por donde fuera y se moviera. La carrera hacia su encarcelamiento y asesinato, comenzaba a darse en la existencia de Alexsei Navalni.

Malestares físicos y hospitalizaciones

            El 20 de agosto del 2020, fue ingresado inconsciente y grave al hospital de Omsk, en Siberia, la región más oriental de Rusia, en lo profundo del continente asiático. Su portavoz en la Fundación informó a la prensa que había sido envenenado. La “ruleta de la muerte” había comenzado a girar y la impulsaba la mano siniestra de Putin desde las entrañas del Kremlin. Un avión alemán medicalizado partió desde Alemania hasta Omsk, para trasladar a Navlani hasta Berlín. En un principio, los médicos rusos se negaron a facultar el viaje, temerosos de que en Occidente se llegara a saber la verdad sobre su padecimiento, del veneno que le habían hecho ingerir. Sin embargo, al final se autorizó el viaje del paciente y el avión llegó a la Capital alemana el sábado 22 de agosto, a las 9 de la mañana. Al lunes siguiente, un vocero del Hospital Charité de Berlín, confirmó lo que los médicos rusos no querían que se supiera cabalmente: “Navalni presenta la evidencia clínica de una intoxicación por una sustancia que pertenece al grupo de los inhibidores de la colinesterasa. Su estado era grave, pero no potencialmente mortal.” Reza el comunicado oficial del centro médico.

            El 27 de agosto, la fiscalía rusa se afanó en argumentar, con gran cantidad de periodistas internacionales alrededor de los fiscales, que “no vemos ninguna prueba de actos criminales.” Así intentó el Estado ruso “lavarse las manos” y hacer creer en una presunta inocencia del Estado en este caso en concreto; no obstante, el 2 de septiembre siguiente, el Gobierno de Alemania confirmó que las pruebas de toxicología, efectuadas por un laboratorio especializado del Ejército alemán, eran “inequívocas respecto al envenenamiento con el agente nervioso Novichok.” El 7 de septiembre el hospital berlinés informó que Navalni había salido del coma inducido y respondía a estímulos verbales. Prontamente se le unieron su esposa e hijos en una agradable y esperanzadora visita y el 23 del mismo mes, fue dado de alta, debido a su total recuperación.

            Pero Alexsei Navalni tomaría la decisión que le llevaría directamente a la muerte: “regresaré a Rusia para combatir a Putin, su dictadura y su profunda corrupción.” Dijo palabras más, palabras menos; y después de haber permanecido cinco meses en Alemania después de su envenenamiento, tocó tierra del aeropuerto internacional de Moscú, aquel 17 de enero del 2021. Los temores de sus simpatizantes, politólogos y periodistas, se cumplieron: fue arrestado nomás al cruzar el control de pasaportes, acusado “de incumplir las condiciones de una condena previa por corrupción.” Una falacia que el gobierno de Putin “se sacaba de una de sus mangas” y totalmente ficticia, inexistente en la realidad, pero necesitaban un pretexto para no permitirle al disidente hablar con sus seguidores y el pueblo ruso. Sus palabras eran consideradas hartamente “peligrosas” a los intereses del dictador y su Estado represivo y autoritario. El juzgado del distrito de Jimki le dio prisión provisional hasta el 15 de febrero.

            Putin y sus serviles necesitaban “un acicate” para fundirlo en prisión y la misma Fundación Anticorrupción dirigida por Navalni, les dio esa posibilidad, porque publicó en la red social YouTube el reportaje que contiene la investigación sobre un palacete que el tirano se construyó, con fondos públicos, en Gelendzhik, a orillas del Mar Negro. El largometraje, descrito palmo a palmo por el propio Navalni, lo tituló “El Palacio de Putin: historia del mayor soborno.” Apenas fue colgado en el sitio fue visto por más de 12 millones de personas, a las 9 horas de su aparición en la red; y el 1 de febrero, el video había sido visto por 106 millones de visitantes. Para ese entonces, Putin ardía en cólera y estaba dispuesto a deshacerse de aquel enemigo a quien había intentado envenenar, pero que los médicos alemanes volvieron a la vida.

            Y el 22 de marzo del 2022, un tribunal afecto al dictador, lo declaró culpable y condenado a una pena de 9 años de prisión por supuesto “fraude y desacato a los tribunales rusos.” Un juicio falso, de un juzgado falso y con una querella o delito falso. Eso fue precisamente lo que se pensó en la mayoría de democracias que observaron con detenimiento el ardid o la maniobra deshonesta de Vladímir Putin, en contra del disidente enemigo suyo. De inmediato, estallaron decenas de protestas en toda Rusia, con miles de personas que pedían la liberación de Aleksei Navalni. En Moscú, llegaron a reunirse más de 100,000 personas con la misma finalidad, ante el asombro y el enojo de Putin. Fue “un baño de realidad” el que le dieron al dictador, en el que le hicieron ver la fuerza de Navalni, de la verdad, la honestidad y las libertades cercenadas por el tirano enquistado en el Kremlin.

            En julio del 2013, el prisionero fue juzgado nuevamente y hallado culpable (ficticiamente, desde luego), por malversación de fondos y condenado nuevamente; esta vez a cinco años de prisión. La Unión Europea (UE) y los Estados Unidos, protestaron por este fallo y señalaron que fue un proceso “influido por intereses políticos.”

            A partir de ese momento, el recorrido de prisión en prisión de parte de Navalni fue la constante; el 28 de febrero del 2021 fue llevado a la Colonia Colectiva Número 2, en Pokrov (Óblast de Vladímir). Aquí mismo comenzaron las torturas de carácter psicológico; por ejemplo: no lo dejaban dormir por las noches y los guardas le hacían levantarse varias veces para que declarara ante una cámara de televisión por circuito cerrado, que se hallaba con vida. Navalni comenzó a presentar problemas de salud, como un severo dolor de espalda, mientras se le negaba atención médica. Por esa causa, el 31 de marzo del 2021, Navalni dio inicio a una huelga de hambre para protestar por la negativa de la administración del centro penal de concederle atención médica. Su abogado denunció abiertamente que su cliente se encontraba “gravemente enfermo, tiene fiebre y tos, además de haber perdido la sensibilidad en manos y piernas.”

            Finalmente -pues lo que continúa es la historia conocida por todos y que desembocó en su asesinato-, el 11 de diciembre del 2023, los colaboradores de Navalni en la Fundación Anticorrupción, denunciaron que habían perdido el escaso contacto que tenían con él porque lo habían trasladado de penal, sin saber hacia dónde lo habían llevado. Hasta el 25 de diciembre se supo con precisión que estaba recluido en una colonia carcelaria en Jarp, un pueblo que pertenece a la región de Yamalia-Nenetsia, a unos 1,900 kilómetros al noreste de Moscú. Luego sobrevino su asesinato, cumpliéndose las órdenes emitidas desde el Kremlin, “desde el Despacho del Sr. Presidente del país, Honorable Vladímir Vladimirovich Putin.” Posiblemente así lo comunicó el director de la prisión “Lobo Ártico,” al verdugo que se encargó de quitarle la vida a Navalni.

            A grandes rasgos, esa ha sido la vida de este disidente, a quien le concedieron el Premio Sájarov a la Libertad de Consciencia, el 15 de diciembre del 2021, y que le fue entregado en la sede del Parlamento Europeo. Hoy, son millones de rusos los que le lloran por su deceso, aunque lo hacen en silencio, porque las detenciones masivas ordenadas por Putin se producen cada vez que la policía observa a seguidores rindiendo honores al valiente personaje criminalizado.

Reacción de Yulia Navalnaya y Otros Aspectos Más…

MUNICH, Unión Europea y MOSCÚ, Rusia-(Especial para The City Newspaper) Ante el asesinato de su esposo, Aleksei Navalni, las palabras, tristeza y enfado contra el dictador asesino, Vladímir Putin, son emociones que se han hecho presentes en Yulia Navalnaya, la esposa del activista “dado de baja” por órdenes del tirano ruso.

            Se dice de esta elegante mujer que siempre ha tratado de mantener un perfil bajo y ha insistido siempre en afirmar que su principal papel en la vida es el de esposa y madre, alejada de toda aventura o situación política y dejaba que su esposo fuera el protagonista de su lucha en contra del corrupto Estado encabezado por Putin. Empero, tras recibir el fuerte impacto que le deparó la noticia de la muerte de su marido, reaccionó tal y como se esperaba de ella, quien es una mujer rusa y por tanto, arrastra la fama de ser valiente, frontal, combativa y llena de justicia en su mente y corazón, como son las rusas desde que se tiene consciencia de ellas. Fundamentada en ello, hizo un desafiante y emotivo llamado a su pueblo para que se haga justicia verdadera y, en apariencia, podría tomar el papel de su esposo asesinado, lo cual no deja de ser preocupante, puesto que el dictador acostumbra matar a sus oponentes (favor leer el editorial en esta misma edición de The City Newspaper).

            Casi de inmediato, los miles de seguidores de Aleksei y la prensa verdaderamente independiente (que sobrevive a duras penas en Rusia), comenzó a titularla “la Primera Dama de la oposición rusa.” Algunas crónicas aparecidas en periódicos europeos, recordaron las palabras del propio Navalni, quien reconoció galantemente que “no hubiera podido continuar con mi lucha (pro-democrática y anti-corrupción), cada vez más desesperada y unilateral, si no hubiera sido por mi esposa Yulia.”

Una familia icónica, ejemplar y modelo…

            Basta ver las fotos que se están publicando actualmente, luego del asesinato de Aleksei Navalni, en las que se puede ver a una familia cohesionada, atractiva a la vista, positiva y modelo para las generaciones actuales y futuras de Rusia. De hecho, esa historia familiar, permeada por el amor, ha servido de inspiración a los partidarios del disidente a quien Putin ha segado la vida.

            ¿Pero quién es esta elegante y distinguida mujer, de fina figura, espigada, rubia y con aires de condesa, aun sin serlo…? Yulia Ambrosinova es originaria de Moscú, la Capital. Nació en 1976 y es hija del respetado científico Boris Ambrosimov; es licenciada en economía, carrera que ejerció en el sector financiero, hasta que el nacimiento de sus dos hijos (una pareja de lindos “retoños”), la obligó a recluirse en su hogar para la crianza de ambos pequeños.

            Conoció a Aleksei durante unas vacaciones en las que los dos coincidieron en Turquía, en 1998. En una entrevista, “desnuda” la personalidad y el quehacer político de su esposo, para describir lo que fue su matrimonio: “No me casé con un abogado prometedor ni con el líder de la oposición… Me casé con un joven llamado Aleksei.” Afirmó categórica al semanario ruso Sobesednik, en el 2020, que le hizo el interview porque cada vez sonaba más fuerte el nombre de su marido y los rusos estaban ansiosos por saber más de aquella pareja que se había declarado enemiga de la corrupción y la dictadura interminable, practicada por el tirano Vladímir Putin.

            En todo caso, Yulia Navalnaya prefirió mantenerse detrás de su esposo, junto a sus hijos que están camino a la adolescencia en estos momentos precisos y “dosificaba” sus apariciones públicas, dejando a Aleksei el peso de la lucha contra la tiranía “putinesca.” Pero hay que darle su debido lugar: es una mujer llena de entereza, titánica, con una fuerza extraordinaria en su mente y corazón, tal y como son las rusas y así se les conoce desde el devenir de la existencia de este pueblo y de estas mujeres, mayoritariamente eslavas. Un ejemplo de su valor, de su perseverancia y su ahínco, lo demostró Yulia cuando Putin ordenó envenenarlo en la ciudad de Omsk, en Siberia, donde lo tenía prisionero por vez primera. Fue cuando ella luchó porque lo dejaran ir a Alemania para que lo curaran en un hospital germano. Incluso escribió al tirano para que le diera la opción de ser salvado y, como era esperable, el silencio y la indiferencia fue la respuesta de Putin a aquella carta escrita con desesperación. “En todo momento, cuando estábamos allí (en Siberia), pensaba: ‘tengo que sacarlo de allí’”, dijo a Yuri Dud, quien hizo un documental sobre el caso de Navalni y entrevistó a esta augusta y distinguida mujer.

            Finalmente, una organización benéfica alemana se encargó de todo y Navalny pudo ser sacado del infierno ruso, para que recibiera atención médica en Berlín, Capital de Alemania. Gracias a su empuje, Aleksei recibió el tratamiento adecuado y los médicos alemanes le salvaron la vida, para que luego regresara a Rusia junto a su esposa y Putin le quitara la libertad, lo arrestara y por último decidió asesinarlo, según se ha narrado suficientemente en estos últimos días en miles de periódicos alrededor del mundo.

Michael MacFaul, ex embajador de los Estados Unidos en Rusia, dijo de Yulia: “Es una intrépida mujer, de sólidos principios. Navalny no podría tener mejor compañera en la vida que Yulia Navalnaya. Ella comparte sus convicciones, su valentía, su audacia… En su momento, habría una enorme presión sobre ella para que desempeñe un papel más público, ya que tiene todas las credenciales para hacerlo. Ella también ha criado y protegido a sus dos hijos de una manera que ha generado una profunda admiración entre los partidarios de la democracia en Rusia. Sin duda, Yulia salvó la vida de su marido el verano pasado.” Puntualizó el diplomático a la cadena estadounidense NBC.

            No obstante, a pesar de su gran esfuerzo por sacar de Siberia a su esposo y llevarlo a Alemania para que lo salvaran del veneno que le introdujeron en su organismo, tuvo que observar en el aeropuerto de Moscú, la forma como los agentes de la policía, obedientes a Putin, le ponían las esposas a Aleksei y se lo llevaban lejos, quién sabe adónde… En la sala del aeródromo moscovita quedó de pie una mujer, una esposa, con el corazón hecho añicos…

            En el plano político, su pensamiento ha salido a la luz recientemente en la Conferencia de Seguridad de Munich, donde fue invitada de honor entre los diplomáticos y ministros de la Unión Europea. Llegó elegantemente vestida, parecía una Gran Duquesa rusa, de aquellas que nos ha narrado Tolstoy en sus libros, pero en sus ojos asomaba una tristeza intrínseca, más profunda que mil noches. En su discurso expresó lo siguiente en referencia a su país, Rusia: “Lo que necesitamos es una Rusia libre, pacífica y feliz. La maravillosa Rusia del futuro con la que tanto soñó mi marido. Ese es el país que quiero construir junto a ustedes. El país que imaginó Aleksei Navalni. Esa es la única manera –no hay otra-, en la que el impensable sacrificio que hizo, no habrá sido en vano.” Concluyó bajo atronadores aplausos que no cesaban de escucharse en el gran salón donde se dio el cónclave europeo.

            Muchos dentro y fuera de Rusia la ven combatiendo dialécticamente a Putin. Otros, más sombríos y realistas, temen por su vida, pues su archienemigo, su némesis, llamado Vladímir Putin, no juega limpio, pues utiliza cápsulas de veneno, acostumbra empujar a sus enemigos desde elevados pisos de un hotel o les encarcela y envía a los gulag en el Círculo Polar Ártico. Putin no es un caballero y se espera que Yulia Navalnaya lo recuerde antes de presentarle oposición política, ideológica y filosófica

Otras reacciones ante la muerte del activista

            Varios gobiernos de la Europa libre y democrática, lo mismo que en los Estados Unidos,  han llamado a los embajadores rusos acreditados ante cada Estado, para que den explicaciones sobre el asesinato perpetrado contra Aleksei Navalny y transmitan, además, el profundo enojo, el desencanto y la frustración que Putin ha causado en los distintos gobernantes, con la aniquilación del disidente. Veamos:

            Alemania: por medio de su Canciller Olaf Scholz, denunció “las condiciones inhumanas en las que se encuentran la mayoría de opositores rusos en prisión y que dan muestra de cuán brutalmente actúa el sistema de justicia del Kremlin contra ellos.” Scholz llamó al embajador Ruso a la Cancillería en Berlín para que diera su versión (tergiversada y fantasiosa) de los hechos. Por supuesto, cada embajador ante los Estados Unidos y las naciones de la Unión Europea, estudiaron previamente un “guión” redactado por Serguei Lavrov, Ministro del Exterior ruso, y debieron recitarlo cada vez que comparecieron ante los distintos presidentes.

            Finlandia: su Ministerio de Relaciones Exteriores informó en las redes sociales que también convocó al embajador ruso, Pave Kuznetsov, para recalcarle que “Moscú es el único responsable de lo sucedido con Navalni” y se le exigió al Kremlin “una investigación transparente.” Aunque voceros de Moscú han afirmado que ya la están haciendo (¿?) …

            Estonia, Letonia y Lituania, las tres naciones del Báltico, también convocaron a los responsables de la diplomacia rusa y, en un comunicado conjunto, los tres gobiernos rechazan la celebración en marzo próximo, de las elecciones presidenciales rusas: “Carecerán de legitimidad democrática, (debido) al entorno de represión total contra la oposición y los medios independientes y la falta de candidatos creíbles y supervisión internacional.” Apuntaron en el documento de protesta; y en relación con la muerte de Navalni, los tres países bálticos consideran que Moscú es el único responsable del fallecimiento del querido y destacado opositor ruso y exigieron una investigación cierta y confiable.

            España también convocó al embajador ruso, Yuri Klimenko; aunque el gobierno actual español no goza de buena reputación, situación que le resta peso moral para hacer exigencias a otros Estados, en este caso el de Rusia.

            Suecia fue más allá por medio de su gobierno, ya que instó a la Unión Europea (UE), “actuar contra la represión política en Rusia”, en clara enemistad con el dictador que habita tras las murallas del Kremlin y su gobierno represivo.

            Francia, por medio de su ministro de Exteriores, Stéphane Séjourné, acusó a Vladímir Putin de “haber mostrado su verdadera naturaleza” al ordenar la muerte de Navlani.

            En los Estados Unidos, propiamente en la Casa Blanca, el presidente Joe Biden no se anduvo con rodeos en sus declaraciones referentes a este caso y responsabilizó contundentemente a Putin de la muerte de Aleksei Navalni y alertó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para que esté más unida que nunca “ante la amenaza de Rusia.” Aseveró.

            “Aunque no tengo todavía detalles específicos sobre el fallecimiento de Navalni, sí estoy seguro de quién es el responsable. No se equivoquen, Putin es responsable de la muerte de Navalni. Putin es responsable –repitió Biden-. Lo que le ha sucedido a Navalni es una prueba más de la brutalidad de Putin. El líder opositor ruso se enfrentó valientemente a la corrupción, la violencia y a todas las cosas malas que estaba haciendo el gobierno de Putin (…); incluso en prisión, era una voz poderosa para la verdad. ¡Qué Dios bendiga a Aleksei Navalni, su valor no caerá en el olvido! Putin no solo ataca a ciudadanos de otros países, como hemos visto que está sucediendo en Ucrania ahora mismo. También comete crímenes terribles contra su propio pueblo. Me siento, por demás, frustrado por la demora del Congreso, específicamente la Cámara Baja, de mayoría republicana, por aprobar la ayuda que Kiev necesita parta combatir al ejército ruso invasor de su territorio.” Expresó un afligido presidente de los Estados Unidos.

            Seguidamente, criticó a Donald Trump, quien, con toda seguridad será su contendor en las próximas elecciones nacionales, por haber dicho que “Rusia puede hacer lo que quiera con los aliados (de la OTAN), que no paguen sus cuentas. Todos deberíamos rechazar las declaraciones peligrosas del ex presidente y mientras yo esté en la Casa Blanca, los Estados Unidos mantendrán su sagrado compromiso con nuestros aliados de la OTAN, como ellos han cumplido sus compromisos con nosotros, repetidamente. Ahora es el momento de lograr una unidad aún mayor entre nuestros aliados de la OTAN, para hacer frente a la amenaza que plantea la Rusia de Putin.”

            Aparte de lo anterior, y para concluir el presente reportaje, un medio de prensa ruso independiente, ha asegurado que el cuerpo de Navalni permanece en la morgue del hospital clínico del distrito de Salejard, ciudad del Ártico más cercana al centro penitenciario donde asesinaron al personaje opositor. Las autoridades no permiten que los familiares vean los restos mortales y afirmaron que lo entregarían cuando acaben la investigación (forense). Hay muchos seguidores de Navalni que aseguran que no lo entregarán hasta que los rastros de la sustancia con la que lo envenenaron, desaparezca por completo. Solo así podrán estar seguros de que no quedarán huellas visibles y convincentes que los vayan a comprometer por ser causantes del magnicidio que, efectivamente, pesa sobre hombros de Vladímir Putin y todos sus secuaces en los distintos cargos de administración carcelaria.

            Mientras tanto, miles de ciudadanos rusos y en toda Rusia, colocan ramilletes de flores ante retratos de Aleksei Navalni, con las fuerzas policiales que los amenazan, golpean y encarcelan y que siguen las órdenes emitidas por el Kremlin.

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