DEL EDITOR
Mis opiniones a lo largo de más de 35 años en la prensa escrita de Alemania y los Estados Unidos

José Angel Lagos-Jiménez -Editor/Fundador-
LA HAYA, Países Bajos-(Especial para The City Newspaper) La espera terminó… Finalmente la Corte Internacional de Justicia (CIJ), por medio de su fiscalía, ha pedido la captura internacional del dictador y genocida israelí, Benjamín Netanyahu, allí adonde vaya, pero en específico en aquellos países signatarios de esta Corte; es decir, ahí donde este criminal que ha estado masacrando al pueblo palestino desde hace décadas, ponga un pie y sea un gobierno firmante de los estatutos de la CIJ, tendrá que ser detenido sin dilación ni titubeos de ninguna clase.
No obstante, ante la claridad de las leyes internacionales que moderan al mundo actual, hay naciones donde se titubea acerca de la captura de este criminal y una de ellas es la misma Alemania, carcomida por el eterno sentimiento de culpa que los mismos judíos se empeñan en hundir cada día más en el alma de los alemanes, por lo que los hebreos llaman “holocausto”, sucedido durante la Segunda Guerra Mundial. Un hecho innegable empero, con evidencias póstumas también diáfanas, pero que sirve de objeto de manipulación para que los alemanes se plieguen (y se arrodillen) ante los judíos actuales; y lo hacen las generaciones alemanas que ninguna culpa tienen encima y las judías que tampoco sufrieron en los campos de concentración que dejaron de funcionar en 1945, cuando la guerra finalizó.
El clima en esta nación emblemática de Europa, la más poderosa del continente europeo, está enrarecido en las calles y en las más altas esferas políticas. De hecho, no todos los alemanes son lo bastante incoherentes como para sentirse permanentemente culpables por los crímenes de la Segunda Guerra Mundial que llevaron a efecto otros y son estos alemanes inteligentes, los que se están manifestando fuertemente contra los crímenes actuales de los judíos en la Franja de Gaza. Es por esa causa que las manifestaciones pro-palestinas en Alemania han ido en crecimiento, mientras el temor crece en los estudiantes de raza judía en las Universidades germanas, pues sufren la paranoia (la mayoría de las ocasiones sobreactuada y sobredimensionada por los hebreos), que devine desde la década de los años 40.
Para citar un caso concreto, hace pocas fechas, en el Día del Recuerdo de la Nakba, cientos de manifestantes alemanes se hicieron a las calles en Berlín, la histórica Capital alemana, y se congregaron en Berlín-Charlottenburg, ondeando banderas palestinas y en las pancartas que también llevaban en sus manos se podía leer repetidamente la palabra “genocidio”, refiriéndose a las matanzas diarias que los israelíes llevan a cabo en Palestina en estos momentos.
El Día de la Nakba se celebra cada 15 de mayo y es cuando los palestinos conmemoran el año 1948, cuando unas 700,000 personas fueron desplazadas a los países vecinos y a otras regiones del mundo, durante la primera guerra de Oriente Próximo.
Otras pancartas en manos de los alemanes indignados por el genocidio efectuado por los judíos que siguen las órdenes de su dictador Benjamín Netanyahu, dejaban leer: “Genocidio, armas de Alemania para Israel”, “Medios de comunicación mentirosos”, “Netanyahu criminal”, entre muchas otras. La numerosa manifestación atravesó Charlottenburg y se dirigió hacia la no menos famosa avenida berlinesa de la Kürfürstendamm. Esta marcha, como muchas otras que se han celebrado a lo largo y ancho en Alemania, fue pacífica; incluso evitaron mencionar al grupo armado palestino Hamás, porque en esta nación se le considera, lo mismo que en el resto de la Unión Europea, una facción terrorista. Sin embargo, otra manifestación que se dio en Berlín-Neukölln, la policía tuvo que intervenir porque hubo inicios de incendios y estallido de pirotecnia.
En las Universidades alemanas, el clima “se puede tocar en el aire”, la tensión se puede palpar, en principio porque casi todos los días se producen manifestaciones violentas contra Israel y los judíos que aquí estudian. En la Universidad Libre (FU), en el suroeste de Berlín, la policía desalojó un campamento de protesta y, en respuesta, 300 profesores publicaron una carta abierta en la que afirmaban que “la preocupación de los estudiantes es comprensible, dada la crisis humanitaria en Gaza.”
En contraposición, Sigmount Königsberg, comisario de antisemitismo de la comunidad judía de Berlín, a la sazón un judío más con fuerte influencia en Alemania, dijo a los periodistas, exageradamente enojado: “¿Han considerado también estos profesores que los estudiantes judíos están siendo atacados y acosados? ¿Qué los estudiantes judíos ocultan su judaísmo o evitan asistir a la Universidad? ¿Dónde está aquí el deber de cuidar a los estudiantes?” Se observa nuevamente la “victimización” que los judíos han explotado desde que los Reyes católicos españoles los expulsaron de la península Ibérica en la Edad Media; es decir, su horrenda costumbre de hacerse los perseguidos, los vapuleados, los gaseados, cremados y los odiados por sectores antisemitas alrededor del mundo. Y Königsberg (nótese el apellido alemán, cuando en realidad no se trata de un ciudadano alemán, sino judío, y la apropiación de valores que no les pertenecen a los judíos), continuó refiriéndose a los “pobres hebreos siempre perseguidos”: “Muchos estudiantes judíos están decididos a no verse obligados a abandonar la vida estudiantil. Otros, sin embargo, ya se estaban planteando si podrían continuar sus estudios en Berlín o en cualquier otro lugar de Alemania. No veo las protestas como pro-palestinas, sino, ante todo, como anti-israelíes (nótese otra vez la ‘victimización’) (…). Pero lo que oigo son fantasías (¡!) de aniquilación (es decir, según este judío, las matanzas en Gaza son producto de la fantasía global de la población mundial y no son reales). Y ninguna voluntad en absoluto de tratar con el actual Estado de Israel (el Estado criminal de Israel, es mejor afirmar).” Concluyó este judío que lleva una vida de lujo en Alemania y defiende a su raza que está cometiendo genocidio en la Franja de Gaza e insulta, implícitamente, a la inteligencia del resto de la humanidad, porque asegura con todo el cinismo del que es capaz, que “nos imaginamos” en todo el planeta, crímenes en Palestina que solo son producto de nuestras mentes atrofiadas.
Lo que sí es del todo cierto es el clima de violencia que se vive en la actualidad en Alemania contra los judíos y que tiene como fundamento, la masacre que el ejército israelí está perpetrando en Gaza. De hecho, se han producido en Alemania más de 3,000 manifestaciones desde que Israel irrumpió en la Franja de Gaza y ha estado asesinando a mujeres, niños y ancianos palestinos indefensos. Pero la gran pregunta que sobrevuela a esta nación es: ¿Sería arrestado Benjamín Netanyahu si viajara a Alemania? En teoría debería ser así, tendría que ser llevado por la policía alemana, en principio porque el gobierno alemán es signatario de la carta de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que ordena a cada Estado firmante, cumplir con las capturas cuando el indiciado pone sus pies en su territorio. No hay otra interpretación posible. Pero el actual Gabinete del canciller Olaf Scholz, lo tuerce y lo ve de otra manera. Esto quiere decir, que Alemania está dividida entre “razones de Estado y el derecho internacional” y debería primar el segundo sobre el primero. Y al gobierno teutón le molestan los titulares de los diarios, de la prensa independiente alemana, que han publicado: “El portavoz de Scholz insinúa que Alemania detendría a Netanyahu”, según el diario sensacionalista Bild, el de mayor tirada en el país; o en Die Welt, en el que se dejó leer: “Alemania extraditaría a Netanyahu, insinúa el portavoz del gobierno.”
En todo caso, la figura del genocida israelí está sobredimensionada en Alemania, como si se tratara de “un Faraón” o un ser venido de otra galaxia, cuando en realidad solo es un criminal que está cometiendo crímenes de lesa humanidad en Palestina. Sino leamos lo que el líder del partido de oposición, el CDU, Friedrich Mers, dijo a Bild: “La simple idea (de la detención), es inaceptable. El silencio del gobierno alemán, hasta la insinuación del portavoz del gobierno de que Netanyahu podría ser detenido en suelo alemán, supone realmente un escándalo.” Sin devaneos, Netanyahu tiene que ser capturado allí adonde vaya, más aun si se trata de una nación firmante de los estatutos de la Corte Penal Internacional y Alemania lo es.
¿Pero cuál es la postura del gobierno de Scholz con respecto a este genocida judío? En rueda de prensa, Steffen Hebestreit, portavoz del canciller Scholz, dejó clarísimo que esta situación tiene tenso al Gabinete de gobierno y es sumamente difícil “al gobierno alemán adoptar una postura clara en este caso.” Se le veía tenso a este comunicador y refutó que Scholz haya quedado “paralizado” ante la orden de captura contra el genocida israelí. “No puedo informar de ninguna consternación o enfado. Hemos dejado muy claro que vemos la equiparación de forma muy crítica.” Pero que Alemania tiene que capturar a Netanyahu y entregarlo a la CPI… tiene que hacerlo. No hay escape para los alemanes siempre tan afectados por la culpa del “holocausto.” Y la situación se torna todavía más engorrosa para el gobierno alemán cuando recordamos que Alemania es uno de los principales defensores de la Corte Penal Internacional, que investiga delitos como el genocidio o los crímenes de guerra; y para darnos una idea más precisa, solo en el 2023, el gobierno alemán transfirió US$20 millones a la CPI. Entonces… ¿Por qué titubea ahora que debe acatar las reglas de la Corte en relación con un criminal “de altísimos vuelos” en el caso de Netanyahu?
Los judíos residentes en Alemania, poderosos como ellos solos, lo mismo en todas las naciones donde se infiltran y viven, han criticado la postura “liviana o light” del gobierno de Alemania, que, a su entender, debería ser más contundente y afirmar que “no detendría a Netanyahu si visitara a este país”, tal y como lo hizo el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, acostumbrado a “nadar contra corriente” en todos los casos en los que le ha correspondido intervenir.
La ecuación que transmiten los judíos o israelíes al mundo, es muy simple: “a nosotros los hebreos nos persiguen, nos cocinan en aceite nazi, pero nosotros, cuando perpetramos crímenes de lesa humanidad, solo nos defendemos cuando nos atacan.” Es decir, con ese simplismo –para que todos lo entendamos sin complicaciones-, el ejército israelí “es incapaz de asesinar”… pero asesina. Y esos crímenes que todos vemos a diario, “son producto de nuestra fantasiosa imaginación”. Eso es lo que ellos dicen con verdadero y aplastante cinismo.
Recientemente, el enviado judío a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), en La Haya, Gilad Noam, dio otras declaraciones que enferman literalmente a quienes las escuchamos o leímos, pues representan un insulto a la inteligencia. Dijo: “El caso de genocidio promovido contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia, en el que Suráfrica (y otras naciones), pide al alto tribunal de la ONU ordenar un alto al fuego en Gaza, está totalmente desconectado de los hechos. Por cuarta vez, Suráfrica presenta al tribunal una imagen que está totalmente desconectada de los hechos y las circunstancias. El caso supone una burla de la atroz acusación de genocidio. Es una guerra trágica, no un genocidio.” Insistió el judío ante los jueces. No obstante, no es una guerra porque no existe un ejército “de igual a igual” en el campo de batalla y que se esté enfrentando con el israelí. Simplemente es el ataque criminal de un ejército, cual es el judío, armado hasta los dientes con el apoyo de Estados Unidos y Alemania, que ha irrumpido en la Franja de Gaza y está masacrando día a día a la población palestina desarmada e indefensa, destruye hospitales, clínicas, mata a los pacientes allí internados y evita que la ayuda humanitaria llegada en barcos por el Mediterráneo, llegue a manos de los hambrientos palestinos que todavía no han muerto bajo la detonación de las bombas y misiles lanzados por los israelíes. Esa es la verdad. Es el proceso abierto, sangriento y descarado de los judíos, en el que están aniquilando a todo un pueblo, en este caso… el palestino.
En la contraparte, se mantienen Suráfrica, cuyo gobierno fue el que llevó a los judíos genocidas ante la CPI, junto a Colombia y Turquía, que han cerrado filas en torno a los surafricanos en esta cruzada justa en contra de los asesinatos masivos y diarios del ejército israelí en Gaza. De tal manera, los israelíes tienen que poner fin a la masacre que efectúan en Palestina, cosa que no han acatado pues se ubican “por encima de todas las leyes terrenales”, de acuerdo a su arrogancia y orgullo fatuo; y su dictador, Benjamín Netanyahu, debe ser detenido, lo mismo que su ministro de Defensa, Joav Galant.
¿Pero ante tal posibilidad de arresto, cuál ha sido la reacción en Tel Aviv, sede del gobierno judío? Observa la orden de la CPI, de su fiscal, Karim Khan –a quien prontamente acusarán de anti-sionista, como es costumbre en los hebreos-, con preocupación. Y esa inquietud se fundamenta en que la CPI sospecha que Netanyahu y su ministro Galant son responsables de crímenes contra la humanidad y de una agresión sistemática y planificada contra la población de Palestina, hacinada en la Franja de Gaza. De hecho, la CPI ha estado investigando presuntos crímenes de guerra contra los posibles responsables en Israel, desde el 2021. La situación criminal perpetrada por Israel, evidentemente no es nueva, porque deviene desde más lejos, posiblemente desde 1948. Cada año, los judíos matan a más palestinos que el año anterior. También, la CPI investiga a combatientes de la facción Hamás por la misma acusación y a los colonos israelíes en Cisjordania, donde efectúan actos de violencia contra los palestinos que allí residen.
En todo caso, la investigación de la CPI, no debe confundirse con la acusación de genocidio que han presentado algunos gobiernos contra Israel, como Suráfrica, que es el más significativo. Son dos casos aparte, pero que tienen en común el hecho de que apuntan en contra del Estado judío, porque es el perpetrador de todo este río de sangre que ha hecho verter en Palestina y de la manera más visual, más clara y abierta ante la mirada general del resto de la humanidad. Ha sido un genocidio que no pueden ocultar desde ningún ángulo ni con ninguna palabrería o sofisma, tan acostumbrada por los hebreos asesinos.
Esta postura de la CPI es avalada por los gobiernos de Francia y Bélgica, muy al contrario de Alemania y su sentimiento de culpa que hemos explicado al inicio de este reportaje. Los franceses, siempre amantes de la libertad, la legalidad y la igualdad, contenidos en su Constitución y por las que derramaron sangre en la Revolución contra el absolutismo de la casa de los Borbones, expresaron su respaldo, en cualquier situación, a la CPI y su independencia, así como a su “lucha contra la impunidad.” París insistió en que, desde hace tiempo atrás, brega por el respeto al derecho internacional humanitario en la Franja de Gaza. Y el ministerio de Relaciones Exteriores de Bélgica, publicó en la red social X, que “la CPI ha dado un paso importante en las investigaciones y le damos todo nuestro respaldo.”
Para finalizar, organizaciones defensoras de los derechos humanos han aplaudido la decisión del fiscal Karim Khan de solicitar órdenes de arresto contra los criminales en Gaza y así lo ha expresado Balkees Jarah, subdirectora de Justicia Internacional de Human Rights Watch: “Las víctimas de graves ataques en Israel y Palestina, se ven confrontadas desde hace décadas con un muro de impunidad. El paso dado por el fiscal de la CPI abre la puerta para que los responsables de las atrocidades de los últimos meses, tengan que rendir cuentas en proceso justo.”
En lo que respecta a Christian Mihr, subsecretario general de Amnistía Internacional Alemania, ha argumentado: “Veo una oportunidad de romper el círculo vicioso de impunidad de décadas en Israel y los territorios palestinos ocupados. El paso dado por el fiscal, envía un mensaje importante y exhorto a todos los Estados a reconocer la legitimidad de la CPI, y me dirijo de manera explícita al gobierno alemán, para que se abstenga de intentar intimidaciones o presiones a la Corte.”
Por el momento, Netanyahu tiene que andar con “pies de plomo” allí adonde vaya, porque, además de la petición expresa de la CPI, hay muchos alrededor del mundo que se tomarían la justicia en sus manos y no serán precisamente los palestinos esos justicieros, porque la mayor parte de la humanidad actual, está muy molesta con Israel, verdaderamente molesta. Que lo tenga claro y en cuenta este genocida israelí.
KIEV, Ucrania-(Especial para The City Newspaper) Es un secreto “a viva voz”. Es decir, todos sabemos que Vladímir Putin, el genocida dictador de Rusia, quiere acabar con la vida de este judío que es el presidente ucraniano y que representa un serio escollo para sus intenciones de apoderarse de este país y adherirlo a la Federación rusa, de igual modo como hizo con Bielorrusia, el Estado lacayo de Moscú. Es más… Putin sueña con el funeral de Zelenski y con sus tropas, desvencijadas y vencidas una y otra vez, entrando finalmente en la Capital de Ucrania después de haber vencido al ejército comandado por el mismo Zelenski. Pero “los sueños… sueños son”, según dijo en una ocasión Pedro Calderón de la Banca, el extraordinario escritor español.
En otras palabras, “el cómico debe morir”. Esa es la consigna que masculla Putin en la profundidad del Kremlin y dentro de las razones ocultas que maneja el criminal gobernante ruso, quien siempre ha querido “borrar” a Zelenski de la faz de la Tierra. Un cronista de un diario europeo ha definido este enfrentamiento entre el ruso y el ucraniano, de esta manera: “Nunca una guerra de semejantes dimensiones había sido librada entre dos presidentes que se llamar igual, crecieron hablando el mismo idioma y un día tuvieron el mismo pasaporte. Sólo puede quedar uno.”
El invasor del país vecino, de Ucrania, ha asegurado en múltiples momentos que “la identidad ucraniana es una invención de principios del Siglo XX.” Y es tal la convicción al respecto, que el presidente ruso del Tribunal Constitucional, Valery Zorkin, le regaló a Putin un mapa del Siglo XVII, que encontró en los archivos de ese mismo tribunal; y le dijo al dictador ante quien todos bajan la cabeza: “Por qué se lo traje Vladimir Vladimirovich?” Y él mismo contestó a su propia pregunta: “Porque no aparece Ucrania.” Fue cuando el tirano invasor exclamó: “¡Por supuesto!” Con este breve pasaje sucedido en la oficina de Putin, dentro de las murallas del Kremlin, corroboró que la “existencia de Ucrania” en la actualidad es solamente una fantasía de los mismos ucranianos y que ese territorio que hoy ocupan, siempre ha sido de Rusia y lo será en el futuro y con esa idea se levanta y se acuesta Putin día tras día…
Ya en el 2021, el dictador de todas las Rusias había escrito: “rusos y cranianos son el mismo pueblo.” Ese pueblo ucraniano eligió a Volodimir Zelenski –ruso-parlante, proveniente del Este del país más cercano culturalmente a Moscú y conocido como una cara habitual de la televisión rusa-, con un 73 por ciento de apoyo, dos años antes. Sin embargo y fuere como fuere, el mandatario ucraniano, de origen judío –posiblemente el único judío de nuestro tiempo que es realmente respetable por lo que ha hecho a favor de Ucrania y su pueblo-, representa un obstáculo de colosales dimensiones que, incluso, ha puesto en ridículo a Putin y a su otrora todopoderoso ejército, que en las extensiones de las tierras ucranianas, ha quedado humeante y con sus soldados abatidos por la valentía de los hombres que defienden a Ucrania. Lo cierto es que, esa tozudez, esa valentía, ese no rendirse, no claudicar y presentar siempre batalla en todos los frentes a los pésimos soldados rusos, es lo que a Putin causa náuseas y unos deseos incontenibles de asesinar al presidente de los ucranianos. Y es que Zelenski en nada se parece a su homólogo bielorruso, Alexandr Lukashenko, el monigote más cercano a Putin; por ello, el desprecio sin parangón del tirano ruso hacia Zelenski, crece día tras día hasta tornarse en odio mortal; es decir, la muerte del ucraniano es uno de los anhelos más acariciados por el déspota que vive en Moscú.
Y como no ha podido vencer a las tropas ucranianas en los campos de batalla, ni ha podido asesinar al mandatario de esta nación invadida, Putin lo ha intentado todo, desde la mentira, el atentado con veneno -según es su costumbre contra sus enemigos-, hasta la apelación a la supuesta “democracia” en la que él, Putin, falsamente cree. En este renglón, ha exigido a Donald Trump que, para se pacte la paz definitiva en esta guerra, se instale en Ucrania una “administración de transición”, porque, para él, Zelenski ya no es presidente, hace tiempo finalizó su período gubernamental y al no haberse realizado elecciones democráticas, es un dictador y él, Putin, necesita a un interlocutor “democrático”, provenido de elecciones “democráticas” en un país “democrático.” Es decir, el concepto que masca o rumea el ruso es “democracia”, como si él fuera garante y practicante de ese sistema de gobierno en su Rusia atrapada en las fauces de una dictadura sangrienta, en la que él decide quiénes viven y quiénes mueren, quiénes pueden formar parte de su Gabinete dictatorial y quiénes deben salir de aquel.
“Zelenski carece de legitimidad –aseveró recientemente el tirano ruso, como si él tuviese esa legitimidad en Moscú-, porque su mandato expiró el año pasado.” Pero pasa por alto, por desconocimiento visceral o por cálculo retórico, que la Constitución ucraniana faculta a un presidente, en épocas de guerra, continuar en el cargo si fuese necesario, debido a que, en medio de una contienda bélica, no se pueden realizar elecciones libres en toda la nación. Por ello, constitucionalmente, Zelenski sigue siendo el mandatario legítimo de todos los ucranianos y así lo entienden en este pueblo, lo aceptan, lo mismo que en el resto de Europa Occidental. De lo contrario, la Unión Europea (UE), paradigma de democracia y libertad en el mundo, no estaría dando su apoyo en todos los aspectos al gobierno de Ucrania.
Los presidentes ucranianos son elegidos mediante el voto popular por un período de cinco años y el de Zelenski, en particular, finalizó en mayo del 2024, pero, según hemos explicado en el párrafo anterior, este país se encuentra bajo ley marcial debido a la invasión rusa. Esto es tan fácil de entender, que el mismo Donald Trump lo ha comprendido “a la primera”, con una espontaneidad admirable y a pesar de su analfabetismo conocido y reconocido por todos; y ante tal narrativa de los rusos, el estadounidense manifestó hace pocas semanas que se hallaba “cabreado” por la insistencia de su amigo Putin “en meterse con la credibilidad de Zelenski, en lugar de negociar con él de una vez.” Lo cual significa que Trump ha sabido interpretar (o se lo explicaron detallada y exhaustivamente con “dibujitos”), que el presidente ucraniano sigue facultado para gobernar gracias a este artículo de la Constitución de su país, que dice que en tiempos de guerra el proceso electoral no debe darse de ninguna manera.
En contraposición, la figura de su archienemigo, Vladimir Putin, aparece con 25 años en el poder en Rusia (¿Y la democracia, dónde está?). Ha sido reelegido repetidamente en comicios sin competencia real, la última vez con todos los disidentes muertos, en la cárcel o en el exilio, donde son perseguidos en la nación y ciudad donde se escondan, por el espionaje ruso, para envenenarlos, y sin visos de que tenga la remota voluntad siquiera de que va a entregar el poder en un futuro más o menos definido. Este mismo dictador de Rusia que se explaya acusando a Zelenski de “antidemocrático e ilegítimo”, acusa a Ucrania de no ser una democracia; pero se apoya política y militarmente en otras dos escandalosas dictaduras como lo son la de Bielorrusia y la de Corea del Norte, lo mismo que la de China, aliadas incondicionales del criminal ruso. De hecho, la dictadura norcoreana es considerada la más férrea y cerrada del hemisferio y posiblemente del mundo entero.
Y en el fuero interno, en lo más recóndito de su helada alma, de su glacial existencia, Putin considera que el desmembramiento de la antigua Unión Soviética, la patria a la que él sirvió como agente de la temible y criminal KGB, la agencia de espionaje rusa, ha sido lo peor que ha visto en su vida y así se lo hizo ver en una oportunidad a la entonces Canciller de Alemania, Angela Merkel, consignada en sus Memorias que aparecieron recientemente en un voluminoso libro llamado “Libertad.” Ante lo cual la estadista germana contestó: “No señor, lo peor que ha sucedido en el Siglo XX fue el advenimiento del nazismo en mi país. No la desaparición de la URSS.” Putin encontró en el silencio su mejor respuesta; pero sigue creyendo que el derrumbe de la Unión Soviética fue una auténtica tragedia para él y millones de rusos. Es por ello que Volodimir Zelenski, al pertenecer a una generación nueva de ucranianos que nunca vivió bajo el yugo de la dictadura de la URSS, le resulta incómodo a Putin, en parte porque éste no se siente soviético y nunca se sintió de ese modo en el pasado cuando Ucrania formaba parte de la URSS. Además, el hecho de que el mandatario ucraniano hable ruso, golpea todavía más a Putin, quien cree que allí donde alguien hable ese idioma, tiene influencia directa de su amada URSS.
Por esas razones anteriores y por otras más, Putin siempre ha querido deshacerse de Zelenski desde antes de invadir y apropiarse ilegalmente de la península de Crimea; en principio porque siempre ha querido un régimen títere de Moscú, como lo es Lukashenko en Bielorrusia, quien mueve afirmativa y obedientemente su cabeza ante cualquier orden que se le dicte desde el Kremlin. Es por ese motivo que la invasión rusa que comenzó en el 2022, se dirigió primero a Kiev, con estas tres prerrogativas: 1. hacer huir a Zelenski al exilio; 2. derrocarlo de manera sangrienta; y 3. apoderarse de Ucrania de una vez por todas, instalando allí un gobierno afín y “ciego de obediencia” hacia Moscú. Por esa causa, los comandos rusos se movían por las calles de Kiev, la Capital ucraniana, buscando a Zelenski para capturarlo o asesinarlo. Además y para sorpresa de los cronistas de esta guerra, Putin hizo un llamado público a los generales del ejército de Ucrania, para que derrocaran a Zelenski, sólo porque a este tirano ruso le parecía bien derrocarlo, sin ningún razonamiento de peso o convincente en el fondo.
Pero, con el paso del tiempo, los rusos se dieron cuenta de que aquel enemigo no era doblegable ni en lo político ni en lo militar y fueron abandonando Kiev en la primera gran derrota en esta guerra, para dirigirse hacia el Donbass, esgrimiendo que el verdadero objetivo de esta “misión especial” era proteger a los ciudadanos pro-rusos que viven en esa región del Este de Ucrania. Fue cuando observamos a los desvencijados y vulnerables blindados rusos dirigir sus orugas hacia ese objetivo que no estaba enmarcado, en ningún modo, dentro del plan inicial de deponer al presidente ucraniano y apoderarse “fácilmente” del país. Ulteriormente, la OTAN y la Unión Europea (UE), lo mismo que los Estados Unidos, comenzaron a apoyar, entrenar y fortalecer con adiestramiento, alta moral y dinero, a los militares ucranianos, quienes empezaron a revertir los acontecimientos, dejando a la vera de los caminos y carreteras al material de guerra ruso humeante y destruido y los cadáveres de los invasores comenzaron a verse tendidos entre sus vehículos y el frío asfalto de las vías de esta nación. Fue allí, en ese instante, cuando Vladímir Putin se percató de que “su misión especial”, el concepto eufemístico que utilizó para engañar a su propio pueblo, se estaba tornando en una guerra extensa, sangrienta y con visos de perderla en cualquier momento. Y dentro de su enojo que le hacía explotar en su oficina en el Kremlin, empezó a llamar a Zelenski, el gobernante judío, drogadicto y jefe de una junta nazi. Este último concepto lo usó también para dirigirse a los ciudadanos y militares rusos y tratar de convencerlos de que su invasión tenía como propósito “limpiar a Ucrania de los nazis en el poder.” Echó mano a la vieja retórica de los años 40 y 50 de que todo enemigo de Rusia es “un nazi” y la cruzada contra el nazismo ha continuado a través de las épocas. Sin embargo, en su condición de judío, cuesta entender que Zelenski sea nazi, según ha asegurado un esquizofrénico Putin. Por lo tanto, es oportuno recordar aquí que los rusos, tanto de hoy como los de ayer, los que fueron soviéticos, ven por todas partes “nazis” y “fascistas”; es decir, todo aquel que no comulgue con sus ideas y su forma de vivir, son simpatizantes del fascismo y del nazismo. Dos etiquetas que les facilitan las cosas a los rusos y les hacen cimentar el mayor de los odios posibles contra un enemigo imaginario, creado de inmediato y al que hay que combatir y destruir “sobre el ya.”
¿Qué piensan los analistas occidentales sobre el comportamiento de Vladímir Putin en referencia a Ucrania y sus líderes? Para Marc Bennetts, corresponsal y escritor inglés, quien publicará en este próximo octubre del 2025 su libro The Descent, que es su testimonio personal sobre la invasión rusa a esta nación libre de Europa, “Putin quiere ver a Ucrania gobernada por una administración pro Moscú o neutral. (Además) Zelenski es para Putin un símbolo de lo que él considera el artificial rostro occidental de Ucrania y su obstinada negativa a obedecer a Moscú. La animosidad de Putin también tiene un componente personal… Zelenski es más joven, probablemente más sano y sobrevivirá a Putin. Consciente o inconscientemente, es probable que Putin lleve esto bastante mal.”
Parece una teoría ridícula, de celos infantiles incluso, de parte de un velozmente avejentado Putin, contra un joven Zelenski. Todo un tema psicológico para profesionales de este oficio; es decir, para que los psicoanalistas lo vean, lo desmenucen y lo expliquen a las gentes con sumo detenimiento, lentitud y lujo de detalles para ser entendido: Putin tiene celos de Zelenski. Algo inimaginable y absolutamente inconcebible. Es cuando tomamos las declaraciones de Konstantin Skorkin, investigador independiente del Centro Carnegie, quien se refiere al llamado “odio generacional” y así lo explica: “Zelenski es un hombre joven, mientras que Putin es un hombre mayor y esto por sí solo es motivo de suficiente para el odio. Zelenski ha prometido que sobrevivirá a Putin y teniendo en cuenta que Nemtsov y Navalny hicieron declaraciones similares, Zelenski debería tener mucho cuidado, porque Putin es vengativo, rencoroso y supersticioso en este aspecto. La idea de matar al único líder judío de Europa, mientras se lanzan soflamas antinazis, no ha caducado en las mentes que rigen al Kremlin.” A este odio hay que agregarle algunos aspectos más: Zelenski puede moverse por todo el mundo libremente, algo que para Vladímir Putin está vedado, debido a que pesa sobre él la orden de captura de parte de la Corte Penal Internacional (CPI), por crímenes de lesa humanidad en esta invasión suya a Ucrania y el rapto de menores ucranianos, cuyo paradero es desconocido en la actualidad y se cree que el tirano ruso los tiene en algún lugar de su extensísimo país; así mismo, Zelenski cuenta con la admiración, el cariño, la solidaridad, el apoyo y la amistad profunda y sincera de la mayoría de los líderes europeos, con la excepción infranqueable del húngaro Viktor Orban, el “caballo de Troya” de Putin en Occidente, como es conocido este traidor enclavado en el centro de Europa y de la Unión Europea (UE) también. Y para cimentar con mayor introspección ese odio en el corazón negro del dictador ruso, Zelenski, mediante su ejército de ucranianos valientes, le gana cada escaramuza, cada batalla y cada movimiento en el teatro de guerra a los desmotivados soldados rusos, cuyas pérdidas se cuentan por más de 250,000, más la inmensa cantidad de vehículos blindados que yacen herrumbrados al lado de las carreteras y caminos de esta nación invadida. Razones suficientes para que Putin exija a Trump “democracia” en Ucrania y que se elija al sucesor de Zelenski. Un hecho que de ocurrir, significaría la muerte física del judío-ucraniano, porque sería perseguido por los agentes rusos con veneno en sus maletines y le darían final allí donde estuviere.
Para el escritor ucraniano, Yaroslav Trofimov, autor del libro sobre esta guerra, Our Enemies Willl Vanish, recuerda cómo Putin, en el 2008, al reunirse con el entonces embajador de los Estados Unidos en Moscú, William Burns, expresó su opinión acerca del país que él quiere conquistar y que se le está escapando de las manos cada día que pasa: “¿Pero es que no saben que Ucrania ni siquiera es un país real?” Es cuando el mismo escritor explica al respecto: “La cuestión de la identidad ucraniana es central para el propio mito fundacional de Rusia y para su política actual.”
Y para el periodista británico, Nick Paton Walsh, “el motor de la invasión no es tanto la ampliación de Rusia, sino la desaparición o amputación de Ucrania, hasta dejarla irreconocible. Zelenzki, que era impopular antes de la invasión, encarna hoy la manía ucraniana de resistir y ese es el vínculo que lo conecta con el electorado. Llegó al poder con un programa político bastante limitado, basado en una idea bastante vaga de regeneración, es hoy una ‘presencia churchilliana’, (o sea) alguien que ha obligado a Europa a adoptar una postura moral contra un líder del Kremlin que había intentado dividirla y sobornarla durante años. Zelenski movió a la UE a actuar por idealismo, mientras que Putin encarna lo contrario, un pragmatismo cruel que entiende los intereses ajenos, pero odia que se promuevan valores distintos de los que hay en casa.” Puntualiza este comunicador.
Retornando a las elecciones “democráticas” que el antidemocrático Putin pide a gritos para Ucrania, que sólo pretenden remover al judío-ucraniano de su puesto actual, el ruso quiere convencer al “Nerón estadounidense” Trump de que es necesario organizarlas cuanto antes, “(…) (con la intención de) iniciar negociaciones con esas autoridades para un acuerdo de paz.” Sin embargo, los observadores europeos creen con firmeza y realismo absoluto que, si se realizaran esos comicios en estos meses, Zelenski volvería a ganarlos y su presencia sería harto molesta y difícil para Putin, quien tendría que exigir a su viejo “amigo” Trump que el judío no se vuelva a postular. Pero tendría que inventar otro argumento más o menos válido para convencer al “rabioso tiranosaurio envejecido de la Casa Blanca” para que le conceda este nuevo capricho. Y es que juega en su contra el hecho de que el actual presidente ucraniano, que al principio no tenía bagaje político y era solamente un comediante que acababa de abandonar las tablas de un teatro, hizo funcionar a Ucrania como un país normal, donde los ciudadanos votan en función de promesas y no de acuerdo con divisiones históricas o lingüísticas.
En retrospectiva, Putin jamás ha tenido suerte en las elecciones en Ucrania, porque siempre ha ganado las votaciones el candidato que más detestaba y estaba más alejado del Kremlin y de sus intenciones más que ningún otro. Y así lo demuestra la historia reciente de esta nación. La vieja idea de Putin, tan funcional en Bielorrusia como en Chechenia, nos dice que necesita en esos países “títeres”, a líderes que son impopulares y aún mejor, si son odiados decididamente por sus pueblos, como Alexandr Lukashenko y Ramsam Kadirov, respectivamente, porque esa impopularidad los hace dependientes siempre del resguardo y cuidado del Kremlin, que los protege a cada instante, en especial de las posibles revueltas callejeras que podrían suscitarse en su contra; y en Ucrania, de repente, se convierte en mandatario un comediante sin contactos previos en la política nacional y mucho menos en la internacional, llamado Volodimir Zelenski, a quien Putin no conocía en absoluto y éste no supo cómo convertirlo en un burócrata obediente y totalmente sumiso a los caprichos de Moscú. Por esa razón, la única idea y esperanza que albergó el dictador ruso fue que, con el paso del tiempo, el nuevo presidente ucraniano huyera presa del pánico, del mismo modo como lo hizo el anterior mandatario, Yanukovich, quien terminó refugiándose dentro de los confines de Rusia, debido a la altísima presión de gobernar en un país siempre en tensión interna y externa y a la altísima responsabilidad de frente al resto de Europa. Además, la invasión comenzada en el 2022, que quiso Putin que se pareciera a la famosa blitzkrieg alemana (guerra relámpago), “iba a hacer correr en medio del llanto” al joven recién electo por los ucranianos en elecciones libres. Pero no sólo no le tuvo miedo a Putin y a su supuesto segundo más poderoso ejército del mundo (una farsa total en ese sentido), sino que lo ha ido derrotando palmo a palmo y hasta le ha bombardeado barrios de Moscú, le ha arrebatado durante varios meses la región de Kursk, expulsó de sus fronteras al mercenario y corrupto Grupo Wagner, invencible en varias aventuras en África, y hasta provocó que el dictador ruso asesinara a su líder Yevgueni Prigozhin, quien, inconforme con el desarrollo y la gestión de la guerra en Ucrania, dirigió una mañana de tantas a sus camiones y hombres con rumbo a Moscú para derrocar a su ex amigo Putin; pero una llamada de Lukashenko desde Minsk, diciéndole que los hombres de Putin tenían en su poder a las esposas, madres e hijos de los mercenarios de Wagner y si no se devolvían y abortaban su inminente ataque a Moscú, las iban a asesinar sin dilación. Todo eso provocó la inesperada y decidida valentía de Zelenski, mientras el mundo le aplaudía (y aplaude hoy día), porque no huyó, se mantuvo firme y eso fue suficiente para que Putin ahora lo odie mucho más que antes y esté en la mira criminal del servicio secreto del dictador de “todas las Rusias.”
Es muy posible que, si alguien le enseñara fotos a Vladímir Putin de las pérdidas materiales y humanas de rusos en el campo de batalla, le daría una reprimenda a base de insultos y gritos en su Despacho en el Kremlin o le envíe a alguna celda de sus famosos gulags repartidos en todo el territorio ruso; porque las imágenes de aquellos colosales tanques que cruzaron en el 2022 la línea intrafronteriza y que tanto temor y fuertes impresiones causaban antes de entrar en combate, ahora son chatarra en varios sitios de la geografía ucraniana; y algo peor: las bolsas negras que contienen los restos mortales de miles de soldados rusos, han ido llegando a Moscú a espaldas de sus familiares, para ser incinerados y enterrados en el mayor sigilo y silencio posible. Todo eso le ha causado Zelenski a Putin, el “fulano que actuaba semejante a un payazo en los teatros de Kiev” antes de que decidiera meterse en eso tan extraño para él como era la política. Ahora a Putin sólo le queda clamar al obtuso Trump que exija elecciones en Ucrania, pero, repetimos, Zelenski las volvería a ganar sin dilación. Su valentía y patriotismo así lo avalan los ucranianos votantes.
Y la última opción que le quedaría al tirano ruso sería el viejo método del veneno en la comida de Zelenski, allí donde vaya; pero, por lo pronto, eso parece tan remoto como un triunfo militar de Rusia en su mal llamada y falsa “misión especial.”
MANILA, Filipinas; y LA HAYA, Países Bajos-(Especial para The City Newspaper) Donald Trump y Benjamín Netanyahu, cabezas de dos países que se han negado adherirse a la Corte Penal Internacional (CPI), pues verían sus intereses y la libertad de ambos peligrar, se burlan constantemente de los requerimientos de los fiscales y el primero, el estadounidense, ha llegado incluso a amenazar con atacar y desaparecer a la propia CPI, en un alarde más de su prepotencia que tiene al mundo en vilo y sumamente enfadado con sus bravuconadas y excesos.
En lo que corresponde al israelí (o judío), Benjamín Netanyahu, pesan sobre él miles de miles de asesinatos de palestinos que él y su ex ministro de guerra, ordenaron masacrar en la Franja de Gaza y Cisjordania, desde que llegó a ejercer como dictador de Israel. Sin embargo, sus aliados, en los casos de Alemania y los Estados Unidos, intentan por todos los medios, beneficiarlo, y que la CPI no logre aprehenderlo para llevarlo a la cárcel que le tienen reservada por genocida. Esa impunidad, hasta hace pocos días antes de la captura del ex presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, debilitaba la imagen y la jurisprudencia de la CPI y la hacía ver semejante a un órgano internacional sin fuelle, sin efectividad y sin resolución alguna con respecto a este criminal israelí y los demás que deambulan por el mundo con sus manos manchadas de sangre inocente, provenida de personas que ellos han enviado a la muerte.
Además de Netanyahu, quien tiene que ser detenido allí donde él vaya, siempre y cuando esos países sean signatarios de la CPI, otros como los hermanos Fidel y Raúl Castro en Cuba y el actual dictador Díaz-Canel, lo mismo que el ruso, Vladímir Putin, el venezolano Nicolás Maduro, el boliviano Evo Morales y el nicaragüense y su mujer, Daniel Ortega y Rosario Murillo, se han mantenido en libertad a pesar de que son requeridos por la fiscalía de la CPI. Pero los gobiernos firmantes de los estatutos de la CPI, están en la obligación de aprehenderlos y enviarlos a La Haya, sede de la Corte, para ser procesados por diversas acusaciones de índole criminal, o reñidas con el respeto a la vida ajena y los derechos humanos.
Ciertamente, Rodrigo Duterte, ex mandatario filipino, declaró una guerra abierta y sin regla alguna, a los traficantes de drogas en su país; incluso se le achaca la frase que supuestamente dijo de que “estaría feliz de masacrar a millones de drogadictos”. Que de haber sido verdad, demostró que no estaba sujeto (ni lo iba a estar), a reglamentaciones ni leyes para combatir a los narcos y consumidores de drogas. Quienes lo escucharon en esa ocasión, afirman que fue en un discurso que pronunció en el 2016 y fue cuando dijo que su guerra contra las drogas era justa, debido a que ese flagelo estaba destruyendo a las Filipinas, donde se cree hay tres millones de drogadictos.
Y no era para menos aquella afirmación, porque, presuntamente, llevó a cabo dicha matanza, ya que durante su administración en Manila, Capital de las Filipinas, ordenó las muertes de unas 6,200 personas en la guerra contra las drogas, que él declaró y llevó a efecto. Esa es la cifra oficial que está en poder de la Corte Penal Internacional (CPI). Sin embargo, organizaciones que velan por los derechos humanos alrededor del planeta, sitúan el número de asesinados en 27,000, que de ser cierto, podrían agravar su caso ante los jueces, si estos organismos decidieran presentar las pruebas en su contra en el juicio que se le seguirá próximamente en La Haya, en los Países Bajos.
Su captura tiene un significado muy profundo e importante, por lo que apuntamos al principio de este reportaje, debido al debilitamiento de la CPI en el caso del criminal de guerra judío, Benjamín Netanyahu, quien, con sus burlas y palabras despectivas, ha hecho ver a esta Corte como algo irrisorio, fantasioso y sin validez alguna. Y la captura de Duterte en Manila, hace pocos días, habla bien de la efectividad de la CPI. Recordemos que este organismo jurídico no tiene policía internacional propia, sino que aquellos países y gobiernos signatarios, están en la obligación ineludible de capturar a aquellos individuos que son prófugos de la justicia “con todas sus letras”, sin dilación ni titubeos. Por eso el argumento irresponsable del próximo Canciller alemán, Friedrich Merz, quien invitó a Netanyahu a visitarlo en Alemania cuando asuma el poder en esta nación centro-europea, y añadió que observaría la alternativa de no detener al judío criminal, también le restó autoridad a la CPI. Fue cuando algunos analistas y juristas alemanes le recordaron que no han “recovecos” legales por los cuales pudiere escapar Netanyahu: Merz tendría que capturarlo apenas ponga en pie en Alemania, sí o sí, y enviarlo a La Haya”, así le caiga el mundo encima, le dijeron. Más todavía cuando los alemanes se jactan de que son los mayores garantes, impulsores y propulsores de la CPI y se sienten complacidos cuando sus jueces realizan su trabajo de manera eficaz y expedita.
En resumen, la captura de Rodrigo Duterte ha hecho renacer la fe y las esperanzas en la Corte Penal Internacional (CPI) y así la justicia se lleve a cabo en todas partes de este planeta, donde han muerto, incluso, muchos déspotas, tiranos criminales, en la mayor impunidad. Fidel Castro, en Cuba; y el venezolano Hugo Chávez, son los peores ejemplos al respecto.
Retornando al caso de Duterte, quien fue enviado a La Haya, vía aérea, fue presidente de Filipinas en el período comprendido entre el 2016 y el 2022, una gestión gubernamental marcada por la polémica, debido a la mano férrea que aplicó en múltiples momentos y aunque fue un líder muy popular (terminó su mandato con un 50 por ciento de aprobación ciudadana), fue también muy criticado por sus comentarios sexistas, incluso fue acusado de abuso sexual y los consabidos casos de violaciones a los derechos humanos, principalmente, en los que su campaña antidrogas le colocaron en el foco de la crítica internacional.
¿Pero quién es Rodrigo Duterte, desconocido en esta parte del mundo? Nació en 1945 en el sur de las Filipinas, el archipiélago de grandes islas, situado en el extremo sur del Océano pacífico asiático; fue alcalde en la ciudad de Dávao, al sur del país, una de las más grandes y pobladas urbes y su gestión en dicho puesto se extendió a lo largo de 22 años. Justamente allí comenzó con sus primeros experimentos de lo que después practicaría a nivel nacional, cuando combatió al crimen bajo la premisa de “conmoción y miedo”, que aplicó a todos los sospechosos de haber cometido crímenes bajo la influencia de la droga o relacionados con el narco. Lo cual significaba que a Duterte le gustaba sobremanera que le tuvieran miedo los enemigos y corruptores de la sociedad. Por esa causa, “se le fue la mano” en la aplicación de la justicia, hasta convertirla con sus excesos en criminalidad también. Incluso, en una entrevista que concedió a la BBC de Londres, Duterte dijo que él mismo en persona había disparado a tres personas implicadas en drogadicción y en su condición de alcalde. Pero su axioma no se quedó allí, sino que alentó abierta y directamente a los ciudadanos filipinos y a los policías, para que mataran sin titubeos a los traficantes y consumidores de drogas. Evidentemente, nunca pensó que esas intenciones reñidas con la verdadera justicia, le iban a acarrear los problemas que tiene actualmente y que le mantienen preso en una celda de una prisión que pertenece a la CPI, en La Haya.
Quienes le recuerdan, han testificado al decir que las ejecuciones se efectuaban en callejones de las ciudades, a manos de personas no identificadas; y muchos familiares de las víctimas, aseguran que esos asesinados no tenían nada que ver con el submundo de las drogas, pero que “estaban en el lugar equivocado, en el momento equivocado.” Por su parte, los expertos que analizaron su gestión en la cúspide del gobierno, han asegurado que “la estrategia de Duterte no había sido tan efectiva como declaraba su gobierno. Los duros esfuerzos de represión, caracterizados por ejecuciones extrajudiciales y arrestos callejeros, no iban a frenar la demanda”, señaló Jeremy Douglas, representante de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), cuya sede está en Bangkok.
De hecho, su fama le antecede a su llegada al poder, ya que, siendo alcalde, se hablaba ampliamente de sus métodos nada ortodoxos para combatir el crimen; incluso, se le apodaba “Duterte Harry”, en analogía a “Harry el sucio”, el detective estadounidense de ficción, que fue interpretado magistralmente en la pantalla grande por Clint Eastwood. Si recordamos bien, ese personaje tomaba la ley en sus propias manos y hacía todo lo que justamente no se debe hacer contra el hampa. Incluso, los números referidos al narcotráfico, el gobierno suyo los infló, con tal de justificar sus actos. Lógicamente, muchos filipinos estaban complacidos por sus duras actitudes en contra del lumpen de las calles; y se recuerda muy particularmente una noche en el transcurso del año 2016, cuando la policía ultimó, con un máximo de brutalidad, a 32 personas supuestamente vinculadas con el tráfico de estupefacientes, en la provincia de Bucalan, al norte de la Capital. Los gendarmes manifestaron a la prensa que dispararon en defensa propia durante aquellas redadas; pero grupos de derechos humanos y familiares de las víctimas, denunciaron que las muertes fueron ejecuciones sumarias en toda regla. Incluso, dentro de la nómina de asesinados estaban un alcalde, su esposa y varios adolescentes que no tenían aspecto de drogadictos ni de narcotraficantes. Y en el 2017, toda la fuerza policial del distrito de Manila, unos 1,200 agentes, fue relevada de sus puestos, después de que tres jóvenes, de 19, 17 y 14 años, fueron ultimados en supuestos enfrentamientos a balazos.
La respuesta de Rodrigo Duterte a quien le han señalado directamente por esos crímenes, ha sido: “Nunca, nunca me disculparé por las muertes.” Así, según discurso suyo en enero del 2022. En todo caso y comparativamente, el judío Benjamín Netanyahu, dictador de Israel en la actualidad, tiene sobre su consciencia más de 50,000 asesinatos en la Franja de Gaza, sin contar aquellas muertes que causó en el sur del Líbano y últimamente en Cisjordania. Cincuenta mil razones –más los demás crímenes en retrospectiva-, para ser capturado y llevado ante los jueces internacionales en La Haya.
Aparte de su guerra contra los drogadictos y sus proveedores, Duterte ha sido acusado también en su país, por abuso sexual y por intentar silenciar a sus opositores y los ejemplos de los senadores, Antonio Trillandes y Leila de Lima, fueron encarcelados por órdenes de Duterte y bajo acusaciones falsas. La ganadora del premio Nobel de la Paz en el 2021, la periodista María Ressa, denunció así mismo los abusos cometidos por este hombre durante su presidencia y como respuesta fulminante, fue contra-acusada de varios delitos, entre ellos evasión de impuestos.
Una vez que finalizó el largo período de mandato de Rodrigo Duterte, se llegó a la inevitable conclusión, dados los hechos, de que la estrategia de “conmoción y miedo” no funcionó en ningún aspecto: “Esta aproximación ultravioleta no ha sido efectiva –reconoció el coronel Romeo Caramat, quien en el 2020 fue jefe antinarcóticos de la Policía Nacional de Filipinas-. (Porque) el suministro de drogas sigue por las nubes. Aunque se ha reducido el crimen, la gente puede comprar drogas en cualquier momento y en cualquier lugar. De hecho, varios informes del propio gobierno señalan que, a pesar de los muertos y el dinero invertido en la guerra contra las drogas, las incautaciones eran insuficientes. Está muy claro que, según los datos oficiales, a pesar de los asesinatos de filipinos y de todo el dinero gastado, la cantidad de dinero procedente del shabu (especie de metanfetamina), y de la droga que hemos incautado, no ha superado el 1 por ciento de lo que estaba en circulación.” Recalcitró. Palabras anteriores que fueron avaladas también por la propia vicepresidenta de Duterte, Leni Robredo.
Otro semblante de esta crisis, indica que la inversión en la atención social a las personas adictas a las drogas, estimadas en Filipinas en unos 1,3 millones, se redujo drásticamente por parte del gobierno; pero, a pesar de esto, Duterte siguió siendo muy popular y sus índices de aprobación por parte de la ciudadanía que veía “claro y en directo” las ejecuciones extrajudiciales que aquel emitía, se mantuvieron por encima del 50 por ciento y bajaron levemente durante el Covid, en el 2021.
Repetimos incansablemente nuestro beneplácito porque Duterte ha sido enviado, esposado en sus manos, hacia los Países Bajos, donde se encuentra el imponente edificio que alberga a la Corte Penal Internacional (CPI), adscrita a las Naciones Unidas, lo cual le da el asidero y el fuelle necesario para detener, encarcelar y procesar a quienes, como el ex presidente filipino, merecen comparecer ante los jueces internacionales.
Cuando arribó a esta nación europea, un vocero de la CPI anunció que la orden de arresto contra este ex mandatario de las Filipinas se extendió a nivel internacional, por presuntos crímenes durante su campaña contra el narcotráfico. Lo cual significa que este ex gobernante, que hoy pasa por sus 79 años de edad, enfrenta la acusación de “crímenes contra la humanidad” efectuados durante la represión contra el tráfico de drogas, que dejó decenas de miles de muertos, en su mayoría hombres pobres, muchas veces sin pruebas de que estuvieran relacionados con las drogas. “Yo soy el que dirigió a las fuerzas del orden y al ejército. –Afirmó Rodrigo Duterte en un video en su red social, luego de haber llegado a La Haya en condición de detenido-. Dije que les protegería y asumo mi responsabilidad.” Esta confesión clara, meridiana y abierta, de cara a los miles de lectores de esa página digital, será tomada en cuenta, sin duda alguna, por el fiscal Karim Khan, representante acusador de la CPI, quien, de paso, apuntó que el arresto de este ex político filipino “es importante para las víctimas” y acentuó que las investigaciones realizadas en nombre de esta Corte Penal, “son independientes e imparciales.”
Duterte fue aprehendido por la policía filipina, tal y como corresponde en estos casos cuando la CPI solicita tal detención y no como el nuevo Canciller alemán, Friedrich Merz, quien intenta evadir el caso del judío Netanyahu (mucho más criminal que Duterte evidentemente), al permitirle llegar a Alemania de visita a la toma del poder y dejarle luego en libertad como si fuese un gran personaje y no el asesino que en verdad es, con sus manos manchadas de sangre de miles de palestinos, que él ha ordenado masacrar desde que asumió la dictadura en Israel.
Después de apresado, el avión que lo transportada hizo una larga escala en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, donde se le hizo al filipino un chequeo médico y se gestionaron documentos necesarios para todas las personas que se hallaban en dicho vuelo. Una vez aterrizado en La Haya, territorio neerlandés, se espera que su primera comparecencia ante el fiscal acusador y los jueces que verán su caso, se produzca prontamente y escuche como se mencionan sus órdenes que fueron en contra de ciudadanos filipinos y que se convirtieron en crímenes de lesa humanidad.
“Existen motivos razonables para creer que los miembros del Escuadrón de la Muerte de Dávao (DDS), y el personal de las fuerzas del orden filipinas, atacaron a un gran número de personas que supuestamente estaban involucradas en actividades delictivas, entre el 1 de noviembre del 2011 y el 16 de marzo del 2019. Dada la posición y funciones de Duterte en este período, primero como alcalde de Dávao y luego presidente del país y su liderazgo en DDS, del que fue su fundador y líder, la CPI considera que tenía pleno conocimiento de la existencia y el alcance de estas operaciones y es coautor indirecto del crimen de asesinato.” Ha dicho el fiscal Karim Khan.
Un punto importante que debemos resaltar antes del cierre de este reportaje, es aquel movimiento que hizo Rodrigo Duterte, cuando retiró a Filipinas del Estatuto de Roma, que es el Tratado Fundacional del tribunal de La Haya, y lo efectuó en marzo del 2019. Sin embargo, aquella decisión realizada por el ex mandatario con tal de evadir una posible rendición de cuentas, como la que sobrelleva en la actualidad, no afectó la jurisdicción que tiene la CPI sobre crímenes cometidos antes de la fecha del retiro de Filipinas del mismo Estatuto.
Sin duda y a todas luces, Rodrigo Duterte es “un pez grande” que ha caído en manos de la justicia internacional, como lo pudieron haber sido Fidel Castro y Hugo Chávez, quienes escaparon lamentablemente a procesos judiciales por crímenes de lesa humanidad; y en el caso de Duterte, su captura y llegada a La Haya, le da a la CPI prestigio a su opacado brillo y llena de esperanzas a quienes creemos en la justicia impartida por el hombre y esperamos que otros casos, como el de Netanyahu, Nicolás Maduro, Putin, Cristina Fernández de Kishner (la argentina) y otros más, sean también encarcelados, procesados y castigados, como lo tienen merecido indubitablemente.