EDITORIAL

El pensamiento y el sentimiento propios de esta publicación periodística


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De la ONU, La Corte Internacional de Justicia y Otras Instituciones Globales Más…

Nombres que, hasta hace poco, eran rutilantes en las mentes y corazones de la mayoría de las personas componentes de la humanidad, ahora son un triste sinónimo de irrespeto, ineficacia, insolvencia, frustración general, impotencia y hasta de burla de parte de quienes, precisamente, se burlan de la ONU, de la Corte Penal Internacional (CPI), de ONGs otrora tan eficientes, Amnistía Internacional (AI) y otras organizaciones que sirvieron tanto de apoyo como de libertad, dignidad, honorabilidad, justicia y lo más importante… de equilibrio en el mundo para que pudiera “girar mejor” con el respeto entre sus pueblos, gobiernos y naciones.

            ¿Por qué afirmamos, no exentos de tristeza, lo anterior? Porque las guerras que ahora mismo se están librando, han hecho fracasar estrepitosamente todas las iniciativas e impulsos de paz que se han puesto en funcionamiento para detener a esos conflictos. Y nos referimos concretamente al de Ucrania, a la invasión rusa a esta nación libre e independiente de Europa; y a la situación inaudita, intolerable e inaceptable desde todo ángulo en el que se le mire, de la Franja de Gaza, de sus gentes que son masacradas indistintamente, día a día, por las milicias criminales enviadas allí por su líder, el déspota dictador del Estado israelí, Benjamín Netanyahu, un belicista, un carnicero, un depredador de vidas humanas, como no vimos siquiera en la famosa guerra de los Balcanes, en la antigua Yugoslavia; y tampoco en Libia, ni en las distintas guerras africanas, ni en ninguna otra parte del planeta y que pudieron haber servido de punto de referencia para cualquier analista de estos acontecimientos. Netanyahu, por lo tanto, es “único” en su naturaleza: un sujeto que aparenta absoluto control sobre sus emociones cuando aparece en público; pero que, en el fondo negro de su espíritu profundo y atormentado, existe un irrefrenable sentimiento, deseoso de ver correr la sangre de sus enemigos (y posiblemente de aquellos otros que no son enemigos suyos en modo alguno), y así como el escorpión necesita urgentemente envenenar a sus víctimas con su ponzoña mortal, el dictador de Israel necesita ver cuerpos esparcidos, cadáveres destrozados por los misiles y bombas lanzadas por sus milicias en Gaza, Yemen, Siria, Líbano, Irán y Qatar, que son las naciones que ha atacado en los últimos meses. Recept Tayyip Erdogan, el presidente de Turquía lo describió con toda precisión como “un vampiro de nuestro tiempo,” un Nosferatu que se alimenta de la sangre ajena, con prioridad palestina, y se siente complacido por ello. Porque ese es el adjetivo más exacto que le calza a Netanyahu: “complacido”, al saber de cifras de muertos, al ver las fotografías de la desgracia que él ha causado en Gaza y en todos los lugares que ha ordenado atacar con el mayor encono, odio y deseo de aniquilamiento que busca el exterminio de etnias enteras, en especial islámicas.

              Decíamos que la ONU y demás organismos internacionales se nos muestran impotentes ante tales masacres, justamente porque esos genocidas, encabezados por Netanyahu en Israel, procuran que aparezcan así; es decir, totalmente ineficaces en sus tareas de alimentar ante las hambrunas a los miles de necesitados; y más ineficientes todavía cuando se ha tratado de detener esas mismas masacres. António Guterres, el actual Secretario General de la ONU, muy posiblemente pasará a la historia como el hombre que lo intentó todo, pero no obtuvo resultado alguno en favor de la pacificación, del respeto a los derechos humanos y de restablecer ese equilibrio que fue destruido por el ejército israelí y su dictador, para colocar en su lugar el caos y el exterminio de todo un pueblo… el gazatí. Han sido malos tiempos para Guterres, sus funcionarios de alto rango y para aquellos que representan a las otras Instituciones.

            La pésima reputación que tienen en estos instantes, se debe, además de su esterilidad por no poder alcanzar sus metas y propósitos, al uso premeditado que hacen los embajadores, tanto de Israel como de Rusia, en sus foros de discusiones, para mentir, dar datos inexactos o tergiversados y salir con amplias sonrisas de burla después de que captaron la atención de todos los allí presentes. El pleno de la ONU, por ejemplo, ha sido convertido por Israel en la pista circular de un circo, donde él gesticula, grita, acusa con su índice, amenaza y sobre todo… miente, miente repetida e incansablemente, sobre los asesinatos que su ejército está causando en Gaza. A ese extremo han llevado y convertido a las Naciones Unidas, los sátrapas que hemos mencionado.

            Y en lo que concierne a la Corte Penal Internacional (CPI), con sede en La Haya, Países Bajos, y que ha dictado órdenes de captura contra Putin y Netanyahu, los líderes de países signatarios al Convenio de Roma que dio vida a esta Corte, también se burlan de ella cuando esos dos prófugos de la justicia sobrevuelan tranquilamente los espacios aéreos de esas naciones firmantes y se les deja transitar libre y cómodamente, cuando deberían ser bajados de sus aviones, apresados y llevados ante los jueces para ser procesados por los crímenes masivos que están cometiendo diariamente. La esterilidad, la ineficacia, la disfuncionalidad y la imagen aparencial solamente, son aspectos deprimentes en quienes esperamos respuestas de esos organismos. Aunque nos queda una leve esperanza que se asoma tímidamente por un resquicio de nuestras almas y que nos dice que, probablemente, después de que estas masacres hayan terminado -en concreto, el exterminio del pueblo palestino-, quizás la humanidad al unísono, quiera darle un nuevo semblante a estas Instituciones y encuentre fórmulas para hacerlas funcionales, humanamente funcionales, cristianamente funcionales, elevadamente funcionales y podamos superar el caos vigente de hoy en día. Talvez, quizás, posiblemente…

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