Haití Sigue a la Deriva. Es un País sin Orden, sin Leyes, sin Seguridad Alguna… Rumbo al Acabose

PUERTO PRÍNCIPE-(Especial para The City Newspaper) Decir que esta parte de la isla La Española, que los haitianos comparten con los dominicanos, es un “país fallido”, parece un cumplido que no retrata con precisión lo que sucede en Haití, porque la realidad es mucho más grave: no sólo es un territorio desolado por las matanzas que causa la delincuencia a diario, sino que es una tierra de nadie, donde el que tiene mejor posición para disparar su revólver o metralleta, es quien implanta “SU” ley, mientras las calles de todas las paupérrimas ciudades haitianas, se cubren de cadáveres que nadie se preocupa ni puede enterrar debidamente, con cristiana sepultura. Haití no tiene economía, ni básica siquiera, ni mínima siquiera; no tiene producción alguna, mucho menos turismo, porque nadie quiere visitar a esta nación de ningún modo; incluso, las misiones militares que la ONU ha enviado, terminan por abandonar al país en clara escapada a tierras seguras. Haití no es recomendable para nadie, es un sitio, en un rincón de la isla caribeña donde el caos reina, el desastre social y económico que lo han postrado hasta más allá de la miseria, donde el peligro ha alcanzado su manifestación máxima y la delincuencia ha cruzado todas las líneas rojas que existen en toda sociedad más o menos organizada y ha hecho huir a la policía, de la que nadie tiene noticias dónde está en estos momentos aciagos.

            Haití es un reto para el mundo civilizado. Su realidad es peor que la de la India, donde la miseria humana ha traspasado sus “fronteras” y los desacuerdos sociales son tan evidentes que se pueden ver en la superficie de sus castas y demás capas sociales. Y es un reto, porque “pacificar” o acabar con los delincuentes, quienes se desplazan en motocicletas fuertemente armados, pero con sus estómagos vacíos porque allí no hay nada qué comer, no es siquiera una remota solución; y, sin dudarlo un poco, ni un ápice, lo que priva para Haití es controlarlo todo con una fuerza expedicionaria, “armada hasta los dientes”, con órdenes de la ONU, y que se sienten las bases profundas para una re-fundación del país, crear nuevas Instituciones dirigidas por extranjeros centrados, humanistas e inteligentes y, paralelamente, crear cárceles para meter allí a los líderes pandilleros que sólo quieren el caos y lo han sembrado en la actualidad. Haití no es un país, es un territorio, el peor que hay actualmente en el planeta, peor que Somalia, Afganistán (creado por Donald Trump al entregarlo a los talibanes), Libia, la India, Nicaragua, Bolivia y sólo un poquito mejor que Palestina, donde su población está siendo bombardeada por los israelíes, quienes proceden al exterminio de su pueblo.

¿Caos Total?

            La Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha emitido uno de sus tantos comunicados oficiales en el que dice que “Haití podría enfrentarse a un caos total.” Un desafortunado e impreciso texto que suena a eufemismo, porque la verdad es que esta nación y su población 100 por ciento de tez negra, descendientes de africanos que fueron arrancados de África por los piratas y tratantes de esclavos franceses para ser vendidos en América, para las plantaciones de algodón, desde hace muchos años atrás, posiblemente desde la dictadura de Papa Doc Duvalier, el tirano corrupto que desangró a este pueblo, está sumida en el caos, en el “punto de no retorno,” para utilizar un término también esgrimido por los analistas sociales enviados al terreno por la ONU. La única verdad que prevalece, exige que Haití sea controlado primero y después reorganizado y refundado; es decir, reconstruir sobre el basural que actualmente es y que deviene desde épocas de sus dictaduras. Es preciso, imperativo e imprescindible, que los interesados en ayudar a este territorio y sus gentes, caigan en la cuenta efectiva y real de que nombrar nuevos presidentes que duran lo que una brizna en el aire permanece o son asesinados flagrante e impunemente, es un intento de solucionar este acabose por unos pocos meses o semanas apenas, porque el “cáncer” que carcome a los haitianos hay que extirparlo desde lo más hondo de sus habitantes, quienes deambulan por las calles sin sentido, con hambre insaciable en sus estómagos y escondiéndose de las motocicletas desde donde se dispara con ráfagas de metralleta, sin objetivos claros o definidos y que sólo buscan asesinar por asesinar o por saciar la voracidad por la sangre ajena.

            Haití no se acerca al “caos total” como insiste en afirmar a la ONU, porque desde hace años y con mayor intensidad ahora mismo, yace en lo más fétido de la maldad y la miseria humana. Las bandas criminales controlan (?) las ciudades en su casi totalidad, sin que sus líderes tengan un plan cualquiera para ejercer ese control, porque ni ellos mismos saben qué es lo que quieren. En comparación, los gánsteres estadounidenses de los años 20 y 30 del siglo pasado, causaban daño, pero iban en pos del dinero, que era el propósito de su maldad. Pero los delincuentes rayanos, rastreros y supra-asesinos de Haití no quieren nada más allá del acabose, porque sus cerebros no les dictan pautas, propósitos ni planteamientos, por más criminales que pudieren ser.  

            Hoy, esta nación –si es que se le puede llamar así, tan sólo para remitirnos a algún punto de referencia-, es el escenario de una nueva escalada de las violentas bandas, en las últimas semanas; y según la ecuatoriana María Isabel Salvador, representante especial de la ONU en esta parte de la isla del Caribe y diplomática de carrera, “se acerca a un punto de no retorno, que amenaza al país caribeño en un caos total.” Escribió en su informe después de haber viajado a ese lugar y haber visto lo que le resultó increíble e incomprensible, debido al hedor de muerte y desorden general que allí persiste y subsiste y añadió: “Mientras la violencia de las pandillas sigue extendiéndose a nuevas zonas del país, los haitianos viven en una vulnerabilidad cada vez mayor y son cada vez más escépticos sobre la capacidad del Estado (¡?) para responder a sus necesidades.” Explicó en el Consejo de Seguridad de la ONU.

            Y aquí la relatora usó un término que resulta en este caso específico, altamente llamativo, precisamente por su imprecisión: dijo Estado. Lo cual hace preguntarnos: ¿Existe Estado en Haití, hay gobernantes, hay presidente, ministros, fuerzas del orden, hay, por mínima que sea, una organización de algo o en algo en este presunto y mal llamado país? La respuesta, inevitable e ineludiblemente es… no. Allí no hay nada de eso que hemos expuesto y tampoco mandan o “gobiernan” los líderes pandilleros, en principio porque son muchos y se disputan cada espacio de las ciudades, cada esquina, cada recodo de los vetustos caminos y no hay uno solo de ellos que tenga la suficiente fortaleza para erigirse en líder general y común de todos los demás. En segundo término, cualquier esfuerzo diplomático estaría sobrando, debido a que los delincuentes y las gentes comunes del pueblo no entienden de diplomacia cuando sus estómagos están vacíos, sus espíritus creen en religiones (si se les puede llamar así), que provienen del África profunda, donde el vudú y el ceremonial con fuertes y contundentes rasgos satanistas es lo que prevalece en ellos; e intentar siquiera una leve posibilidad de dialogar, sería algo así como tratar de conversar con seres irracionales que no entienden de comprensión, alto a la violencia y construir sobre las ruinas de lo destruido con salvajismo inmisericorde.

            La enviada de las Naciones Unidas, Isabel Salvador, da apenas una breve pincelada a lo que ella cree que podría ser una oportunidad para salvar a Haití y a los haitianos, cuando escribe: “Sin una ayuda internacional decisiva, concreta y oportuna, la situación de seguridad en Haití no podría cambiar (…). Pido al Consejo de Seguridad (de la ONU), que actúe para satisfacer las necesidades urgentes del país y su población. En cuanto a la lamentable situación humanitaria, hay preocupación por la escasez de fondos a los que se suman los recortes presupuestarios decididos por Estados Unidos en su ayuda exterior (aquí  notamos la desgraciada y maldita mano de Donald Trump, causando más daño a nivel mundial).” Resaltó en su informe que las pandillas realizan ataques coordinados sin ideal ni meta alguna y cuya única finalidad –si es que hay alguna-, es la de aumentar aún más el control en Puerto Príncipe, la Capital, y otras regiones.

Una panorámica que supera lo inhumano           

            Lo que acontece en Haití “supera” a la inhumanidad, pues ha generalizado todavía más la miseria material y humana de su población que no tiene hacia dónde emigrar, porque República Dominicana ha cerrado su frontera común y lanzarse al mar Caribe en una barcaza o “algo que flote”, no es opción y si lo fuera, estaría más cerca del suicidio que de la salvación de sus ocupantes. Las balas suelen zumbar por encima de las cabezas cuando son disparadas por elementos escondidos en las esquinas de las ciudades o desde motocicletas con dos ocupantes y en movimiento. Hay saqueo de lo poco que se puede saquear en las pocas tiendas que quedan y subsisten y los incendios de neumáticos de automóviles, se pueden observar por todas partes en las calles y avenidas de estas ciudades. Las escuelas han sido cerradas, la policía está ausente y en clara huida y el gobierno –si es que lo hay-, no tiene ni la más leve respuesta a este caos.

            La ONU, por razones de seguridad (y dinero), redujo la presencia de efectivos armados (soldados de naciones africanas colaborantes), que intentaron controlar este desorden y sangrienta situación, debido a que Puerto Príncipe está en las garras, en un 85 por ciento y quizás más, de las pandillas. “Sin un financiamiento suficiente y previsible, incluso una presencia mínima de la ONU, podría resultar insostenible, cuando el país más nos necesita.” Clamó la diplomática ecuatoriana a su regreso a Nueva York, a la sede de las Naciones Unidas.

            La realidad de lo que aquí vemos y encontramos en cada recodo, nos indica que la violencia de otros años se ha superado a sí misma en esta nación considerada con todo realismo, la más pobre del hemisferio Occidental o la más pobre de América entera. Las pandillas practican a diario el asesinato, las violaciones, saqueos, secuestros y toda clase de fechorías o hechos vandálicos y esto con toda impunidad, pues la policía se ha rendido sin luchar apenas y los políticos prefieren quedarse en sus casas que parecen fortalezas o marcharse, también en huida, hacia el extranjero.

            “La violencia se ha superado a sí misma” y deja entender que lo único que pretende es alcanzar una situación todavía más fuerte en lo caótico, que no deje dudas de que la misma violencia es la que manda, se ha “enseñoreado” allí y quiere permanecer en esta realidad hasta que sus provocadores y practicantes del crimen se cansen de desatar el caos y el acabose. Desde mediados de febrero del presente año, han recrudecido los hechos violentos en todo Haití, las pandillas han intensificado sus ataques en los barrios de la Capital que se habían librado de su violencia, con la intención de que no quede nada “sin incendiar”; es decir, “que no quede piedra sobre piedra” en este país que ya estaba postrado desde la dictadura de Duvalier padre.

            Y, antes de cerrar este reportaje, reafirmamos lo que necesita Haití, pero que en estos momentos la ONU no puede darle por la falta del dinero que Donald Trump le quitó a este organismo para este tipo de ayuda: que una fuerza multinacional, encabezada por la mismas Naciones Unidas, compuesta por tropas (masivas) de soldados franceses (prioritariamente, porque hablan francés y pueden ser entendidos por los haitianos que hablan un dialecto derivado del galo, llamado “kreyól” o criollo haitiano), ingleses, estadounidenses, españoles y de otras nacionalidades, entren en este territorio en decidido plan de guerra, para exterminar a las pandillas, atrapar y encarcelar a sus líderes, y que una misión de políticos y técnicos, se encarguen de reconstruir las Instituciones, fundar otras más; reorganizar a una policía civil fuerte y bien armada, alejada de la corrupción que siempre ha imperado aquí; mantener permanentemente un destacamento numeroso de esos soldados extranjeros para asegurar el orden y, ante cualquier otra premisa, establecer escuelas, colegios y Universidades para culturizar y alfabetizar al pueblo, principalmente a las generaciones de jóvenes que deambulan a la deriva de las cosas…

            Es importante la parte espiritual del pueblo y ello debería estar en manos de misiones cristianas y humanistas (católicas, protestantes y otras), que luchen y destierren a la práctica del “vudú” y esas corrientes satánicas en las que los haitianos fundamentan su equivocada fe. En síntesis, Haití y los haitianos necesitan que su país sea refundado nuevamente, partiendo de cero, de “la tierra arrasada” que actualmente es. Algo parecido a lo hecho en Japón y Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, con la gran diferencia y salvedad de que esas dos naciones eran entrañable y genéticamente cultas, con centurias de desarrollo tecnológico, espiritual y humanista en las personas, mientras Haití siempre ha tenido una población intrínseca y evidentemente atrasada, inculta e ignorante, que se debate entre el salvajismo, el analfabetismo general y la indecorosa vocación por vivir permanentemente dentro la peor miseria posible. Incluso se podría hablar de una refundación como aquella ocurrida siglos atrás en la Francia post-revolucionaria, cuando la monarquía corrupta fue erradicada y se fundó la república, tras superar también a la dictadura napoleónica. En aquellas épocas, los franceses cambiaron los nombres de los días de la semana, de los meses, de las estaciones del año, depuraron su idioma, la religión, el idioma francés y surgieron hombres ilustrados de aquel acabose sangriento que fue su levantamiento contra los Borbones “incrustados” en el Trono. Un cambio radical y profundísimo parecido, es lo que requiere Haití, sin duda.

            Posteriormente, una vez estabilizado, refundado y asegurado el país, habría que llevar inversores para que establezcan sus empresas y hagan nacer centros seguros de trabajo, con salarios decentes y alternativas para un desarrollo firme, sostenido y equitativo para estos pobladores.

            Otra alternativa para los haitianos y su fallido país, no es posible ni deseable. Esto lo debería tener claro la ONU y quienes se preocupan de la realidad haitiana. Y el gran agravante es la falta de dinero para llevar a cabo todo lo anterior y se tiene la desgracia actual de que un imbécil llamado Donald Trump, ha recortado la ayuda económica internacional y lo seguirá haciendo mientras permanezca en el poder de los Estados Unidos, que era el gran donante en estos casos.

            Por lo pronto, esta nación caribeña y sus pobladores tienen un basural sobre ellos, mezcla de inmundicia, crimen, sangre inocente vertida y ningún futuro inmediato siquiera que puedan divisar y hacerlos ligeramente soñar con mejores posibilidades de un mundo mejor.

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