José Angel Lagos-J. Editor sección política
Cumbre del G7 en Italia
Ucrania Recibirá Fondos Congelados que Pertenecen al Banco Central Ruso
BRINDISI, Italia-(Especial para The City Newspaper) Podría decirse que el tema principal en este nuevo encuentro de los gobernantes de las siete potencias mundiales industrializadas, se concentró en la ayuda económica a Ucrania y así pueda enfrentar con mayor holgura su guerra contra el invasor ejército ruso, enviado por el dictador Vladímir Putin. Así mismo, fueron tratados otros temas no menos importantes y de apremiante urgencia, como el genocidio que Israel lleva a diario en la Franja de Gaza contra su población; la rivalidad del G7 con la misma Rusia y las relaciones con China.
Pero la gran sorpresa para todos quienes siguieron con puntilloso detalle este encuentro multilateral de las 7 potencias mundiales, se fundamentó en el hecho de que los US$50,000 millones que componen los intereses de los fondos rusos que están congelados en Bancos de Occidente, serán entregados a Ucrania en su totalidad, para que los destine, a su vez, a su enfrentamiento bélico con los rusos. Una bofetada, sin duda, al dictador y tirano Putin, y por supuesto al Banco Central ruso, dueño de esos caudales que estaban depositados en los Bancos de las naciones occidentales, cuando les sorprendió la invasión a Ucrania, sin que pudieran retirar, ni en mínima cantidad, esos millones de dólares.
De hecho, no hay otro culpable de esa situación que el dictador Vladímir Putin, enclavado y eternizado en el Kremlin.
Los participantes en el sur de Italia
Este encuentro del G7 se llevó a efecto en la región de Apulia, en Brindisi, al sur italiano, propiamente en el hotel Borgo Egnazia, donde fueron recibidos por la anfitriona, la Primera Ministra de Italia, Giorgia Meloni. Se reunieron los gobernantes de los Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Canadá y Japón, junto a la de Italia. La primera sorpresa se fundamentó en la visita –que ni la misma prensa internacional sospechaba-, del presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski. Todas las firmas de los participantes, quedaron registradas en “el libro de oro” del resort, en recuerdo de este evento que adquirió ribetes históricos por la decisión allí tomada, de favorecer a Ucrania con ese dinero congelado en los Bancos de Occidente.
La Cumbre comenzó a las 11:30 de la mañana, hora del meridiano de Greenwich.
A su arribo, Zelenski dialogó con la prensa reunida en torno suyo y adelantó: “Durante las reuniones con el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y con el Primer Ministro japonés, Fumio Kishida, firmaremos acuerdos de seguridad y sostendré reuniones bilaterales con los otros líderes presentes en el encuentro.” Uno de los aspectos que informó el representante de Ucrania, fue la formación de una coalición de cazas de combate, lo cual quiere decir que los ejércitos de esas naciones entrenarán, de manera acelerada, a pilotos ucranianos para que aprendan a conducir los aviones de guerra de manufactura occidental, que serán enviados a Ucrania próximamente.
En otros asuntos, los líderes del G7 trataron con Zelenski el reforzamiento de la economía y de las defensas aéreas ucranianas, dentro de un marco de seguridad mientras Ucrania no pertenezca a la Alianza Atlántica (OTAN). En lo que concierne al tema medular, los US$50,000 millones que pertenecen al Banco Central ruso y estacionados en los Bancos occidentales, esta inyección financiera será garantizada con los intereses que generan la cantidad total de esos activos. Es decir, el dinero es por un total de €300,000 millones (de Euros), pero sus intereses por los US$50,000 millones pasarán a manos del gobierno de Ucrania antes del final del presente 2024. Así, de acuerdo al anuncio hecho por los voceros del G7, tras su reunión en Brindisi, Italia. “Hay un acuerdo –manifestaron de manera oficial-. Como siempre en el G7, los líderes toman una decisión y los técnicos hacen luego su trabajo para darle forma y asegurarse de que está conforme a derecho y se ajusta a las reglas financieras públicas y a las capacidades financieras de unos y otros.” Explicaron esos mismos informantes autorizados. Y añadieron: “La idea de otorgarle a Ucrania hasta US$50,000 millones en préstamos garantizados por los intereses de los €300,000 millones en activos del Banco Central ruso congelados por la Unión Europea y las potencias del G7 para ayudar a Ucrania, no generaba consenso hasta ahora entre el grupo de las siete potencias industrializadas. Era una iniciativa estadounidense inicialmente. Este préstamo tiene por vocación ser reembolsado con el producto de los haberes rusos congelados. Pero, si por una u otra razón, los haberes rusos se descongelaran o si los ingresos de los haberes rusos dejaran de producir suficientemente para financiar el préstamo, se planteará la cuestión de repartir la carga (entre los países que conforman al G7).”
Horas antes de conocerse este anuncio, el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, había instado a los países de la Alianza Atlántica a mantener el apoyo militar anual a Ucrania, por €40,000 millones como mínimo, una cifra que han venido proporcionando a Ucrania año tras año, desde que los rusos invadieron su territorio en el 2022; pero que Stoltenberg ha querido que se realice de manera permanente, oficial, indeclinable, infaltable y sostenida. La intención firme es la de no abandonar a Ucrania por ninguna razón y evitar que ello ayude al triunfo armado de Rusia, más todavía cuando el Congreso de los Estados Unidos, con su lentitud y desinterés (y por concentrarse en la matanza de Gaza por parte de los israelíes), provocó que la ayuda monetaria y logística se detuviera en relación con Ucrania y, en resultado, los rusos lograron repuntar y conquistar varios pueblos que ahora están en su poder. Esos mismos congresistas, en su enorme mayoría de origen judío, se plantearon la posibilidad de no dar dicha ayuda a Kiev, sino de utilizarla en los gastos del interior de los Estados Unidos, o mejor aún… dárselos a Netanyahu, el genocida que asesina día a día a la población de la Franja de Gaza. Esa indecisión de los congresistas, ese deseo de olvidarse de Ucrania, criminal convincentemente, le dio el aval a los soldados rusos para que avanzaran, lograran importantes victorias y creara en el alma y mente de Vladímir Putin la idea de que la victoria es posible. El dinero y los pertrechos de guerra, finalmente fueron enviados a Ucrania, pero fue tardío y se tradujo en muertes de militares y ciudadanos ucranianos y la conquista de territorios de esta nación invadida, impensables para los pésimos soldados rusos antes de ese fiasco de los congresistas estadounidenses. El paquete de ayuda que finalmente fue aprobado en ese Congreso, fue de €56,000 millones. Es así como quedó demostrado que el presente y el destino de los ucranianos depende de los caprichos y cambios de ánimo de muchos congresistas y algo parecido suele suceder en el seno de la Unión Europea (UE), aunque con menos intensidad que en los Estados Unidos.
Para los europeos occidentales un eventual triunfo ruso en esta guerra, significaría el primer paso de Putin para comenzar nuevas invasiones, envalentonado y seguro de que la derrota no aparecerá en el horizonte de su ejército. Posiblemente Polonia o las tres naciones del Báltico, Estonia, Letonia y Lituania, serían los siguientes objetivos del tirano ruso; pero la base de su sed de conquistas se la pondría en sus manos la derrota de Ucrania en el campo de batalla, además de los territorios que le ha arrebatado en estos dos años de conflagración. Finlandia y Suecia también están en “la mira” militar de Moscú, que son dos naciones cuya cercanía al territorio ruso significan mucho dentro del contexto logístico-beligerante.
Un dato importante referido a la ayuda económica a Ucrania, señala que el mundo se comprometió a ayudar a este país con €297 mil millones (unos US$300,000 millones), pero, con toda claridad, Ucrania necesita mucho más que esa cantidad, para llevar “a buen puerto” su guerra contra los invasores llegados desde Rusia.
Incertidumbre primaria con el dinero ruso
El problema esencial se fundamenta en que, tanto la OTAN como la Unión Europea (UE), junto con el gobierno de Washington, están compuestos por distintos países y diferentes gobernantes, cada uno con una opinión disímil o distinta en lo que respecta a ciertos asuntos de capital importancia. En este caso, se dificultó ponerse de acuerdo respecto a los US$300,000 millones que pertenecen al Banco Central de Rusia. Según sabemos, ese dinero fue confiscado a los rusos como parte de las sanciones occidentales, después de que las milicias del Kremlin penetraron arbitrariamente en territorio de Ucrania, decretando la invasión que se ha prolongado por espacio de dos largos años.
Un dato también muy importante, lo ha ventilado Jacob Kirkegaard, investigador sénior de la oficina de Bruselas del grupo de expertos de la German Marshall Fund, quien manifestó recientemente y a la luz de la Cumbre del G7: “Estos fondos nunca serán devueltos a Rusia, al menos mientras Vladímir Putin sea presidente (entiéndase dictador). Sin embargo, no hay voluntad política ni jurídica para decirlo alto y claro.” Es decir, si desapareciera Putin del entramado gubernamental de Rusia, la Unión Europea y los Estados Unidos tendrían que liberar esos fondos y que el Banco Central ruso disponga abierta y libremente de ellos, como se hacía antes de la invasión ordenada por el dictador ruso al país vecino.
En opinión de Yuriy Gorodnichenko, ucraniano, profesor de economía en la Universidad de Berkeley, California, “Ucrania tiene un enorme déficit fiscal, del orden del 20 al 30 por ciento del PIB. (Y), en comparación, el déficit fiscal de Grecia en su nivel más alto, durante su crisis de deuda, alcanzó el 13,5 por ciento. (De tal manera) el gobierno de Ucrania, que necesita entre 100 y 150 mil millones de dólares al año, para gestionar el país y la guerra, recibió casi cero ayuda en los primeros meses del año 2024. Eso creó una gran incertidumbre sobre cuánto hay para financiar armas y necesidades internas.” Y la situación adquiere un matiz todavía más dramático, cuando la Ukraine Support Tracker, ha concedido otros datos que han sido compilados por el Instituto Kiel de Alemania, y que aseguran que solo la mitad de los últimos US$61,000 millones prometidos por la administración Biden, serán destinados a Ucrania y el resto impulsará las arcas del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. También existe una desunión o incoherencia entre lo que los países, amigos de Ucrania, le han prometido en ayuda financiera, y lo que realmente cumplen posteriormente. Es así como la guerra, el soporte económico para seguir adelante con el combate a los invasores rusos, se tambalea y causa una gran inseguridad en los ucranianos.
Sin lugar a dudas, los US$50,000 millones sentarán muy bien a Ucrania y esto es lo que dice el mismo Kirkegaard al respecto: “Si se tituliza y se emite hoy un bono basado en esos beneficios futuros, hay que garantizar que los activos subyacentes permanezcan congelados durante, digamos, 10 a 20 años. Así que alguien necesita garantizar que estos activos no serán devueltos a Rusia en ese tiempo. Entonces, ¿Estamos diciendo abiertamente que Rusia no recuperará su dinero y eso constituye una confiscación por la puerta trasera? Si uno cree que Ucrania finalmente se impondrá y necesitará ser reconstruida en algún momento, entonces esos activos, si permanecen bloqueados o congelados durante 10 años, pueden no estar disponibles cuando comience la reconstrucción dentro, digamos, tres a cinco años.” Insiste al pensar este investigador ucraniano.
Aparte de lo anterior, pero siempre en referencia a la ayuda a Ucrania, sobresale una interrogante que llena de pavor e inseguridad tanto a los ucranianos como a sus aliados occidentales y estriba en ¿Qué sucederá con ese aporte, tanto financiero como en armas que se le da a Ucrania, si Donald Trump, seguro y declarado amigo de Vladímir Putin, gana las elecciones de noviembre próximo en los Estados Unidos? ¿Se acabará dicha ayuda, dejará a Ucrania a su suerte, como lo hizo con Afganistán que pasó a manos de los talibanes, según un acuerdo que la administración Trump suscribió con ese grupo de fanáticos islámicos? Todo parece indicar que así será, que “la puñalada” que le dará al gobierno y pueblo ucraniano está asegurada desde ahora mismo, cuando Trump es solamente candidato por el Partido Republicano. De hecho, este individuo que nada “contra corriente” de todo lo que es justo y bueno en el mundo, ya aseveró que recortará, al mínimo, el apoyo a Kiev, si regresa a la Casa Blanca. Es cuando Yuriy Gorodnichenko manifiesta: “Los resultados de las elecciones estadounidenses pueden no ser particularmente favorables para Ucrania, por lo que ellos (los líderes del G7), quieren asegurar la financiación para al menos un año más. Sin embargo, en última estancia, nuestros socios europeos necesitan tomar una decisión política sobre si quieren tocar la suma principal de estos activos rusos o no. (…) De una forma u otra, Rusia será considerada responsable de lo que haga en Ucrania. Podemos esperar 10 años y luego transferir dinero a Ucrania o podemos hacerlo ahora y ser eficaces.”
Siempre en relación con el tema de los Estados Unidos y Ucrania, a la sombra de la Cumbre del G7, ambos mandatarios, Zelenski y Biden, firmaron un acuerdo de seguridad que se extenderá por 10 años. La finalidad, entre otras, es la de ajustar las capacidades militares de Kiev a los estándares de la OTAN. De paso, se ha enviado una señal fuerte, principalmente a la dictadura de Vladímir Putin en Rusia, del respaldo que los estadounidenses darán a los ucranianos en el futuro inmediato. Empero, este pacto podrá ser erradicado por los próximos gobernantes de los Estados Unidos, por ejemplo… por Donald Trump, como hemos escrito en las líneas de arriba. “El futuro (de este acuerdo) busca comprometer a los próximos gobiernos estadounidenses, aunque su futuro no está garantizado en caso de una victoria del expresidente republicano Donald Trump, en las elecciones de noviembre de este año.” Subraya un analista presente en Brindisi, Italia, sitio de la Cumbre del G7.
El texto del pacto es similar al que firmó la Casa Blanca con el gobierno genocida de Israel, en el que compromete a los Estados Unidos a mantener consultas de alto nivel con Kiev, en un plazo de 24 horas si Ucrania vuelve a ser atacada en el futuro, para determinar los próximos pasos y necesidades de defensa adicionales. También sienta las bases para un eventual ingreso de Ucrania a la OTAN. Un comunicado emitido por el gobierno de Washington, indica que “los Estados Unidos está enviando hoy una poderosa señal de nuestro fuerte apoyo a Ucrania, ahora y el futuro. El acuerdo compromete a Washington a entrenar al ejército ucraniano, proporcionarle equipos de defensa y llevar a cabo ejercicios (conjuntos). Sin embargo, a diferencia de lo que pasaría si Ucrania fuera miembro de la OTAN, Estados Unidos no tiene la obligación de enviar a sus tropas para defender al país.” El presidente ucraniano calificó la rúbrica del pacto como “un día histórico” y añadió que es el acuerdo más importante firmado por Kiev desde la independencia de Ucrania de la antigua Unión Soviética. Además, este tratado permitirá crear empleos tanto en los Estados Unidos como en Ucrania, explicó.
Esto es lo que ha sucedido en Italia, al calor de la Cumbre del G7, y, en honor a la verdad, el gobierno de Ucrania necesita, de cara a noviembre de este mismo año, además de las palabras solidarias de Joe Biden, que un milagro no permita el triunfo electoral de Donald Trump, quien va adelante en las encuestas formuladas recientemente, porque la traición a los afganos de parte del violento y tóxico expresidente norteamericano y de su ex secretario de Estado, Mike Pompeo, podría repetirse aunque esta vez en contra de Ucrania y su pueblo. Y Putin se frota las manos ante tales indicadores del triunfo del republicano, porque ello significaría la derrota anunciada de los ucranianos en esta guerra que se ha prolongado por un poco más de dos años. Lamentable de verdad para el mundo libre y democrático.
Así Funciona el Extraño y Enredado Sistema Electoral de los Estados Unidos
WASHINGTON D.C.-(Especial para The City Newspaper) Es un método hartamente complicado que se debe estudiar minuciosamente para entenderlo y no se parece ni en un solo aspecto a cualquier otro alrededor del mundo. Y es tan extraño que, en las elecciones que ganó Donald Trump a la demócrata Hillary Clinton, en el 2016, esta candidata resultó con mayor número de votos, con tres millones de sufragios a su favor por encima del republicano y aun así, perdió las elecciones. Algo inaudito o increíble en las personas que tienen sus votos amparados por otros sistemas de votación más claros, sencillos y simples, en los que, aritméticamente, la mayoría de los sufragios son los que eligen al ganador y el perdedor es aquel que obtiene menos votos. Es decir, el sistema electoral de los Estados Unidos permite que “el perdedor resulte ganador al final.” ¡Habrase visto tal cosa alguna vez y en cualquiera otra democracia!
Cosa de Colegios Electorales
Reiteramos: el número total de votos obtenidos por equis candidato a la presidencia, no determina su triunfo electoral, así sean la mayoría de esos sufragios. Un ejemplo de lo que afirmamos, ocurrió en el 2,000 en la carrera por la Casa Blanca, cuando se enfrentaron George W. Bush y Al Gore. El segundo obtuvo casi 500,000 votos más que el primero, pero fue Bush el ganador.
Lo anterior sucede porque así lo determina el Colegio Electoral con su mecanismo de sufragio indirecto y que fue establecido por la Constitución de 1787. Es por eso que muchos estadounidenses están de acuerdo en cambiar algo tan antiguo y que, según ellos, discrepa con la realidad actual de la nación. Los fundadores lo idearon como un punto medio entre elegir al presidente por voto popular directo y hacerlo a través del Congreso; en principio porque consideraban que si lo elegía solamente el Congreso, era “poco democrático” según sus puntos de vista. Y decidieron que los votantes eligieran a un grupo de 538 compromisarios o “grandes electores”, quienes son los responsables formalmente de la elección del presidente.
En palabras más gráficas, significa que los ciudadanos de este país concurrirán a las urnas este 5 de noviembre, depositarán sus votos, pero no lo harán para elegir directamente a Trump o a la Sra. Harris, sino que lo harán para elegir a los 538 grandes electores. Estos últimos representan a cada Estado de la Unión Americana (USA), en función de su número de congresistas (que depende de la población) y sus dos senadores. Por ejemplo, California, el Estado más poblado, cuenta con 54 votos electorales; mientras Texas tiene 40. Los Estados más pequeños como Vermont, Alaska, Wyoming y Delaware, sólo tienen tres cada uno; y en la mayoría de los Estados, con las excepciones de Nebraska y Maine, el ganador del voto popular en el Estado, se lleva todos los votos electorales, una práctica conocida con el nombre de “winner-takes-all.”
En la mayoría de las democracias que hay alrededor del mundo, el sistema es muy simple: si el candidato que obtuvo más votos pasa del porcentaje requerido, que por lo general supera al 50 por ciento (en algunos casos que supere al 45 por ciento), puede llegar al Palacio de Gobierno de manera directa, clara matemáticamente y de acuerdo a la lógica. Y el perdedor, lógicamente, será aquel que menos votos obtuvo. En otras democracias, los votantes sólo eligen a los parlamentarios o diputados y éstos, en la Cámara Legislativa, son quienes eligen al Primer Ministro, como sucede en Inglaterra; o al Canciller, como ocurre en Alemania. Pero en los Estados Unidos ello no sucede de esa forma y el hecho de que un candidato pueda ganar la presidencia sin obtener la mayoría del voto popular, ha suscitado profundas polémicas, disputas y enorme frustración en unos y en otros. Las peores críticas y debates desatados en distintos períodos sobre la legitimidad del Colegio Electoral, se fundamentan en esta potencia mundial en el hecho de que cinco presidentes han llegado a la Casa Blanca, después de haber perdido mediante el voto popular, pero el Colegio Electoral les favoreció al final. John Quincy Adams fue el primero de ellos, en 1824, y, como esbozamos al inicio de este reportaje, las elecciones del año 2,000 fueron especialmente controvertidas cuando se produjo un recuento de los votos en el Estado de La Florida y dio el triunfo a George W. Bush, quien alcanzó los 271 votos electorales allí, a pesar de que Al Gore había logrado más votos a nivel nacional.
Y ese sistema fue “el gran culpable” en el 2016, cuando no permitió que Hillary Clinton, del Partido Demócrata, resultara elegida como la primera mujer presidenta de la nación, después de que millones de ciudadanos estadounidenses firmaron peticiones para que los grandes electores bloquearan la llegada de Donald Trump al gobierno. Pero dos compromisarios de Texas cambiaron sus votos y dieron “luz verde” para que el republicano, “contra viento y marea” y contra toda la lógica existente en el Universo, resultara el vencedor de esas elecciones. Aquí, en este punto, es importante subrayar que la Constitución del país no impone restricciones a los grandes electores sobre a quién deben votar; empero, en algunos Estados han establecido leyes para sancionar a los electores “desleales”, que no respeten el resultado del voto popular. Son castigados con una multa en dólares; en el 2020, la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó que los Estados tienen derecho de castigar a esos electores que desafíen al voto popular. Es decir, no pueden “torcer” la voluntad de los votantes, quienes, si decidieron que Kamala Harris fuera la ganadora en determinado Estado, no podrán cambiar en último momento su voto por Donald Trump, salvo si quieren ser sancionados de una manera u otra.
El trabajo del Colegio Electoral
Después de las votaciones, los electores se reúnen en sus respetivos Estados el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre, que en el actual 2024 será el 17 de diciembre. Y ahí emitirán sus votos que serán formalmente contados en una sesión conjunta del Congreso, que tendrá lugar el 6 de enero del 2025, y allí se anunciará el nombre del presidente electo, aunque, para esa fecha, el resultado de las elecciones nacionales ya será conocido por todos, gracias a las encuestas primero y después al número de electores que fueron nombrados a favor de uno u otro candidato.
De acuerdo a lo acostumbrado y a la tradición político/electoral de los Estados Unidos, en estas elecciones del 5 de noviembre, el sistema del Colegio Electoral seguirá siendo un factor crucial, donde la estrategia de campaña y el enfoque en los Estados considerados “péndulo”, podrán marcar la diferencia entre la victoria y la derrota. Por esa razón, ambos candidatos, Harris y Trump, están haciendo sus mayores esfuerzos en esos Estados para obtener mayor número de delegados al citado Colegio Electoral.
Es un hecho que a los ciudadanos de las democracias que tienen un sistema de votación simple y de fácil entendimiento y explicación, el de los Estados Unidos les resulta, además de engorroso, incomprensible, anacrónico y nada práctico. Y, concretamente en el interior de los Unión Americana, los intentos por erradicar a este arrevesado método o de abolirlo, han fracasado una y otra vez. Las enmiendas a la Constitución se han estrellado contra esa tradición precisamente y contra los juristas constitucionalistas que “adoran” literalmente el trabajo o las funciones del Colegio Electoral. La dificultad para reformar este sistema, finca en la necesidad de obtener un amplio consenso tanto en el Congreso del país como en los distintos Estados, un desafío enorme, más todavía con la polarización que tiene esta nación en la actualidad. Y hay quienes definen a este sistema como el reflejo de la historia de los Estados Unidos y sus complejidades democráticas y lo cierto es que la influencia del Colegio Electoral sigue siendo determinante en la política estadounidense y cada elección presidencial pone en la palestra, a la vista de nacionales y extranjeros, las falencias, virtudes, fortalezas y debilidades del mismo.
Actualmente, los demócratas tienen a favor suyo a los votantes que son mayoría en 24 Estados: Washington, Nueva York y California se cuentan, entre otros, de extracción demócrata, que son de capital importancia en la vida de los Estados Unidos. Mientras los republicanos mandan en los 26 Estados restantes, y se cuentan entre ellos Florida (por la inmensa cantidad de cubanos allí residentes, enojados con los demócratas por aquella historia de “Bahía Cochinos”); Iowa y Texas, entre los demás.
Y como dato de cierre, el Partido Demócrata ha llevado a la presidencia, a través de la historia, a 15 mandatarios; mientras los republicanos han ocupado la Casa Blanca en 19 oportunidades, aunque haya que contar el caso de Richard Nixon quien fue reemplazado por Gerald Ford, en 1974.
USA. Decisión ElectoralLlegó el Momento de
Saber Quién será el Próximo Presidente de los Estados Unidos
TERRITORIO ESTADOUNIDENSE-(Especial para The City Newspaper) A pocos días para que se produzca la fecha indicada, que será este 5 de noviembre, la tensión, el nerviosismo “se puede palpar en el aire” en toda la Unión Americana, desde la lejana Alaska, fronteriza con la Rusia siberiana, hasta los Estados que limitan con la América Latina que comienza con México. Todos los ciudadanos de la primera potencia mundial se mueven, respiran y piensan en elegir a su presidente, con vistas al cuatrienio siguiente. Sin embargo, desde hace semanas los votantes ya han estado sufragando, pues así lo permite el sistema electoral de esta nación, aunque no se podrán saber los resultados hasta el mismo día fijado.
En estos instantes, lo que indican las encuestas es un virtual empate, matemáticamente hablando; es decir, si los comicios dependieran del número de votantes, ambos tendrían que hacer un esfuerzo adicional para superar a su adversario, porque las cifras no favorecen ni a uno ni a la otra. Pero en los Estados Unidos es el extraño sistema electoral, los colegios para tal fin y los Estados llamados “bisagra” o electores, los que deciden quién es el ganador. Y es tan extraño para las democracias que emplean el sistema simple de las mayorías aritméticas, que en las elecciones trasanteriores entre Trump y Hillary Clinton, esta última obtuvo más de 5 millones de votos más que su contrincante; pero los colegios electorales le dieron el triunfo al neoyorkino, para desgracia de Mrs. Clinton. Es por eso que nadie se aventura a anticipar quién será el triunfador en este 2024 y como si se tratara de una carrera de caballos, ambos van “nariz con nariz” cuando la meta se observa cercana, muy cercana…
Trump siempre fiel a su deleznable manera de ser
No es un estilo. Jamás podría llamarse “estilo” a quien destila veneno por su boca y ofende a mujeres, latinos inmigrantes, puertorriqueños, afrodescendientes y a todo aquel a quien Donald Trump detesta, odia y discrimina. Y en esta campaña que está por finalizar, ha hecho “gala” de su repertorio de ataques verbales, que han henchido los espíritus de más odio en sus seguidores. Es un supremacista a todas luces. Y si no se dedicara a sus espurios negocios en los que ha defraudado al fisco estadounidense, podríamos decir perfectamente de él que es un líder del Ku-Klux-Klan, los racistas asesinos que nacieron y se mantienen vigentes en los Estados Unidos. Porque las actitudes y la verborrea de Donald Trump –que está muy lejos de parecer discursos-, apuntan contra todo aquel que no sea rubio, blanco y en esencia, anglosajón.
Un ejemplo de lo anterior, lo ha escenificado su ex jefe de Gabinete, John F. Kelley, quien se muestra y se siente preocupado por las amenazas proferidas por Trump, en el sentido de que usaría al ejército “contra el enemigo interno”, según ha dejado escuchar recientemente. Lo mismo que el jefe del Estado Mayor de la Defensa de los Estados Unidos, Kelley considera que es sumamente peligroso que Trump regrese a la Casa Blanca en condición de presidente, porque, entre otras cosas, lo define como “un fascista y un autoritario, que admira a dictadores”, de acuerdo a una descripción que ha hecho de su ex jefe Trump. A esas palabras descriptivas de la personalidad del republicano, se suman las de sus rivales electorales del Partido Demócrata en bloque, columnistas de los más importantes diarios del país y una constelación enorme de analistas alrededor del mundo, quienes, todos, al unísono, aseguran que “Trump es el mayor peligro para la democracia y el peor presidente de la historia de los Estados Unidos.” Sin embargo, la dicotomía, la paradoja, se presenta cuando la mitad de los electores, de los votantes de esta nación admirada por sus sólidos valores democráticos, le apoyan y estarían felices de verlo nuevamente ingresando a la Casa de Gobierno, en Washington D.C.
A las personas mencionadas arriba, se suman las opiniones de gran parte de los líderes mundiales que lo han tratado alguna vez en el pasado reciente o sufrido en encuentros bilaterales o grandes Cumbres de mandatarios; pero las críticas más demoledoras provienen de aquellos que han trabajado a su lado y, de las 42 personas que estuvieron en su administración (caótica por demás), apenas la mitad lo apoya públicamente para repetir esa historia. En el caso de los militares que más cerca estuvieron, así como los expertos en seguridad nacional, consideran que Donald Trump es un peligro o un “fascista.” De hecho, sus palabras siempre apuntan hacia algún “objetivo” en concreto, al que hay que eliminar sin devaneos ni titubeos de ninguna especie.
Durante esta campaña que está en su final, Donald Trump ha repetido una y otra vez lo que ha sido “su caballo de batalla”: acabar con la entrada de inmigrantes latinoamericanos que se agolpan en la frontera sur de los Estados Unidos y deportar a aquellos que se encuentran ilegalmente en el interior de la nación; además, ha hecho escuchar que cerraría a los medios de comunicación que a él le resultan incómodos, que no le gustan, como han hecho todos los dictadores de la historia en los países donde han alcanzado a gobernar. Pero el colmo de sus aseveraciones descarnadas, sin estilo discursivo, sin elegancia y que rozan lo vulgar en el momento de dejarlas escapar por su boca, fue cuando dijo que usaría al ejército contra “el enemigo interno”, pero sin especificar quién o quiénes componen a ese “enemigo”, que bien podría ser cualquiera, dependiendo del modo como se despertó ese día, si fue bien o mal, si lo hizo con ira o con tranquilidad. Incluso ha dicho con toda claridad que, si volviese al poder en este próximo 5 de noviembre, sus rivales políticos podrían ser procesados: “Cuando gane, aquellas personas que hicieron trampa (en las elecciones anteriores que le ganó Joe Biden, una trampa que sólo existe en su imaginación), serán procesadas con todo el peso de la ley, lo que incluiría largas penas de prisión para que esta depravación de la justicia no vuelva a suceder”, refiriéndose a abogados, agentes políticos, donantes, votantes ilegales y funcionarios electorales “corruptos,” de acuerdo a su manera de observar la situación en los Estados Unidos. Es decir, para Trump todos son corruptos y dignos de una celda, excepto él, quien, en realidad, es el delincuente que está siendo procesado en distintos juzgados y el que ha ingresado a las salas de tribunales, acompañados por “una batería” de abogados defensores por este caso, aquel, aquello y otros más. Pero él, en su ignorancia congénita, en su maldad visceral, observa el mal, el daño en el ojo ajeno, sin observar “la viga que hay en los suyos, en sus propios ojos.” Y agregó: “Aquellos involucrados en un comportamiento inescrupuloso, serán buscados, capturados y procesados a niveles, lamentablemente, nunca antes vistos en nuestro país.”
Un dato que confirma lo anterior, dice que, desde el 2022, año cuando comenzó a prepararse para volver a la Casa Blanca, Trump ha emitido más de 100 amenazas de investigar, procesar, encarcelar o castigar de otro modo a sus oponentes. La última de esas personas amenazadas fue la mismísima candidata demócrata, Kamala Harris, de quien dijo que “debería ser sometida a juicio político y procesada. Nombraré a un verdadero fiscal especial para perseguir al presidente más corrupto de la historia de los Estados Unidos de América, Joe Biden, y a toda la familia criminal Biden. (Además) Elizabeth Lynne Cheney es culpable de traición”, publicó en su red social, Truth, acerca de la congresista republicana e hija del ex vicepresidente de George Bush; y añadió con su habitual incoherencia al hablar: “Difundan, si quieren, tribunales militares televisados.”
Todo ello es motivo de preocupación en los militares, en los más cercanos al Partido Demócrata, o los que sirvieron con Obama o Biden, y también en los más conservadores. Por ejemplo, el general, hoy en la reserva, Mark A. Milley, quien fue jefe del Estado Mayor Conjunto durante la presidencia de Trump, asegura que este “es un fascista hasta la médula y la persona más peligrosa para este país.” Así se lo hizo ver al periodista del Washington Post, Bob Woodward. Estas mismas declaraciones de Trump, saldrán próximamente publicadas en el libro que ha escrito Milley, más otras aberraciones dichas por el ex mandatario.
En el caso de John F. Kelley, a quien nos referimos anteriormente, este ex general de los marines, fue la persona que más tiempo estuvo como jefe de Gabinete de Donald Trump, y opina semejante a Milley. En dos entrevistas concedidas a los periódicos The Atlantic y The New Tork Times, aseveró que “Trump se ajusta a la definición de fascista, gobernaría como un dictador si se lo permitieran y no entiende la Constitución ni el concepto de Estado de Derecho.” Esto sólo demuestra una cosa: Donald Trump solamente responde a sus instintos que son absolutamente salvajes y en mucha medida discordantes con las leyes establecidas y los reglamentos de la nación; es decir, no hay más ley que aquella que él concibe espontáneamente y un momento dado. Lo escrito, lo debatido, lo constitucional, son aspectos totalmente ajenos, indiferentes y desconocidos para él, un individuo que resta importancia al orden, a las leyes y, como aseguró el general Kelley, al Estado de Derecho.
En tal sentido, el irrespeto por los seres humanos es lo primero en su falta de escala de valores y se nota cuando ha expresado desprecio por los discapacitados y aquellos que murieron por el país en diferentes guerras; a estos últimos los ha tratado de “perdedores.” Y en el caso concreto del general Kelley, en aquel entonces jefe del Gabinete, su hijo murió en el 2010 en Afganistán y tuvo que escuchar las ofensas sin límite del entonces presidente de la nación, que no era otro distinto a Donald Trump. “Aquellos comentarios despectivos no fueron un desliz o algo puntual –aseveró el militar-, (porque) Trump no parecía entender la idea de sacrificarse o servir (a la patria).” Manifestó a The New York Times. Y cuando el periodista le preguntó si él creía que Trump era fascista, contestó: “Si nos atenemos a que es una ideología y un movimiento político autoritario y ultranacionalista de extrema derecha, caracterizado por un líder dictatorial, una autocracia centralizada, militarismo, supresión forzosa de la oposición y creencia en una jerarquía natural… sí. Sin duda, según mi experiencia, ese es el tipo de cosas que él cree que funcionarían mejor a la hora de gobernar a los Estados Unidos.” Respondió.
Agregó al entrevistador del diario neoyorkino que, además de autoritario, Trump admira a dictadores o a individuos que se parecen a él en su prepotencia, como el caso del Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán, o al mismo Vladímir Putin, el dictador ruso e invasor de Ucrania, de quien se precia ser su amigo y así lo ha dicho explícitamente. También el chino Xi Jinping está dentro de los escasos afectos de Trump, de quien ha dicho: “Es un hombre fiero, muy listo y brillante, que gobierna con puño de acero a 1,400 millones de personas.” También el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, el coleccionista de armas nucleares y que ya está inmerso en la guerra contra Ucrania, al lado de Rusia. Pero de hombres centrados, civilizados y respetuosos del Estado de Derecho, en el caso de Barack Obama, dice de éste que “Obama fue un verdadero idiota, un verdadero idiota –repitió-, y yo creo que es un verdadero idiota también.” Reafirmó con esa escases de vocabulario que sufre el republicano y que le es muy propia.
Ofensas contra Puerto Rico y sus ciudadanos
Para no perder la costumbre, Donald Trump, prácticamente en el cierre de la campaña política, y a finales de octubre, se refirió a la llamada “isla del encanto” o el Estado Libre y Asociado de Puerto Rico, de manera grotesca y vulgar, profiriendo sus insultos de rutina. Así mismo, la lamentable participación del cómico Tony Hinchcliffe, fue más desafortunada todavía, cuando manifestó que Puerto Rico “es una isla flotante de basura en el océano.” Todo ello durante un mitin en el Madison Square Garden de Nueva York, una ciudad donde los puertorriqueños se cuentan por miles.
Por supuesto, las reacciones que ocasionó tal comentario, no se hicieron esperar a los pocos minutos y estallaron en las redes sociales principalmente: aquellas alusiones racistas, humillantes y desentonadas, especialmente contra la comunidad latina, decepcionó y violentó a los miembros de esta misma comunidad. El argumento completo dicho por el comediante Hinchcliffe, fue en estos términos: “No sé si saben, pero ahora mismo hay, literalmente, una isla flotante de basura en medio del océano. Creo que se llama Puerto Rico.” Añadió que los puertorriqueños, cuyos votos son determinantes en Estados como Pensilvania, “tienen demasiados hijos,” y después de sus exabruptos, el pésimo cómico dijo que quienes lo escucharon y se enfadaron, simplemente “no tienen sentido del humor.” Esa misma noche, los republicanos ahí reunidos para celebrar la fiesta de Halloween, atacaron verbalmente a afroamericanos, palestinos, latinos y judíos, por igual. “No dejaron títere con cabeza”, en una manifestación de odio, muy al estilo de Trump.
Luego de una larga lista de oradores, subió al estrado el candidato republicano, quien comenzó con su andanada de insultos contra su adversaria política (y personal, por lo visto), la demócrata Kamala Harris, de quien dijo: “Es una lunática y radical marxista, que destrozó a San Francisco (cuando fue fiscal en aquella ciudad del oeste estadounidense).” Le dijo “incompetente” innumerables cantidades de veces y se burló de su supuesta incapacidad intelectual y de inteligencia natural: “Yo nunca he necesitado teleprónter (el aparato que proyecta el discurso al orador)”, dando a entender que la Sra. Harris, sin ese aparato, es incapaz de hilvanar un discurso más o menos aceptable. Como si él si fuese capaz.
En cuando a la guerra en Ucrania, Trump volvió a repetir lo que tantas ocasiones ha mencionado: “Conmigo (en la Casa Blanca) nunca habría pasado. (Tampoco) la retirada de Afganistán (misma que él y su ex Secretario de Estado, Mike Pompeo, dejaron firmada con los talibanes), y una larga lista de desastres de la administración demócrata. Con los demócratas, empezará la Tercera Guerra Mundial y los jóvenes estadounidenses tendrán que preguntar a sus padres qué es ese pequeño papel verde o la llamada a filas que los mandará a combatir en un país lejano.”
El día después de ese evento en el Madison, los puertorriqueños contestaron uno a uno y en grupo a las ofensas de Donald Trump y los suyos. Para empezar, el gobernador de la isla, Pedro Pierluisi, respondió en las redes sociales: “Basura es lo que salió de la boca de Tony Hinchcliffe (el cómico), y todos los que lo aplaudieron deberían sentirse avergonzados por faltarle el respeto a Puerto Rico.” Aquí es bueno subrayar que Pierluisi, del Partido Nuevo Progresista (PNP), aboga por la incorporación de Puerto Rico a los Estados Unidos, en calidad del Estado número 51, y agregó: “Recuerden que los puertorriqueños somos también ciudadanos estadounidenses y nos merecemos líderes que nos traten con respeto. Demostremos nuestra fuerza, tanto en esta elección, como todos los días.” Seguidamente hizo público su apoyo a la candidata demócrata, Kamala Harris, que es la antítesis, en todo sentido, del venenoso Trump.
El problema para los republicanos, después de la andanada de insultos, radica en que el voto de los puertorriqueños es importantísimo, debido a que esa comunidad, particularmente numerosa, podría decidir el destino de uno u otro candidato. En Pensilvania, uno de los siete Estados “bisagra”, vive un millón de estas personas y después del mitin en el que insultaron a su isla, se han volcado por la opción diferente a Trump. Por ejemplo, Jenniffer González, representante de la isla en el Congreso de los Estados Unidos, calificó de “repugnantes” los comentarios del cómico en el Madison Square Garden. “No puede haber lugar para expresiones tan viles y racistas –expresó-. No representan los valores del Partido Republicano.” Comentó finalmente. Y para Juan Dalmau, candidato a gobernador de Puerto Rico, “no es el mal llamado comediante el problema –dijo-. El problema es Donald Trump. El mismo que nos desprecia a los puertorriqueños, el que nos tiró papel de toalla como bolas de baloncesto en el peor momento de nuestra historia, luego del huracán María.” Escribió en las redes sociales, en clara referencia cuando el ex presidente visitó la isla, después de que el ciclón mató a más de 4,600 puertorriqueños y Trump arrojó rollos de papel de cocina a los damnificados, sin el menor respeto ni cortesía.
Por su parte, la congresista demócrata, Alexandria Ocasio-Cortez, puertorriqueña para mejores señas, también refutó lo expresado en el mitin de los republicanos, expresamente al comediante Hinchcliffe, al decirle: “Estás abriendo para Trump, llamado a Puerto Rico una isla flotante de basura. Más de 4,000 puertorriqueños murieron bajo su mandato.”
Otros ciudadanos de esa isla, como Bad Bunny, artista boricua de fama internacional, también se manifestó en contra de los insultos y dijo que Trump, en su momento y desde la Casa Blanca, no quiso ayudar a la isla después del paso del huracán María, que la devastó casi por completo: “Nunca olvidaré lo que Donald Trump hizo y lo que no hizo cuando Puerto Rico necesitaba de un líder solidario y competente.” Publicó en Instagram. Además, le dio la adhesión a Kamala Harris, sin mucho miramiento.
Para finalizar, Jennifer López no podía faltar en esta polémica, ya que la actriz es descendiente de puertorriqueños (sus padres nacieron en la Isla del Encanto), y publicó un video en la red Instagram, donde tiene 250 millones de seguidores. El mensaje fue en contra de los insultos de la gente de Trump. Lo mismo hicieron los cantantes Luis Fonsi y Ricky Martin y este último escribió dirigiéndose a los republicanos que se congregaron en el Madison en aquella noche llena de sarcasmo y racismo: “Esto es lo que piensan de nosotros… voten por Kamala Harris.”
Desde el ángulo humano, sin duda la Sra. Harris ha demostrado cosas mucho mejores, infinitamente superiores a Trump; lo mismo desde el aspecto intelectual, pues es la lucha de una mujer preparada intelectualmente y con vasta inteligencia, contra un sujeto lleno de odio, que destila ese odio por donde va y que se complace en insultar a todo aquel que se cruza en su camino, independientemente si es político demócrata o no. Cuando faltan escasos días para las elecciones nacionales, es muy difícil asegurar el resultado de los comicios, pero sigue siendo impresionante la forma como Kamala Harris, a pesar de haber comenzado muy tarde su campaña, ahora esté “codo a codo” peleándole la presidencia al impresentable e indigerible Donald Trump y, a lo mejor, resulta ganadora al final de la jornada de este próximo 5 de noviembre. El mundo racional y humanizado, eso es justamente lo que quiere y pide que suceda.