El 80 Aniversario de la ONU. Todos Contra Trump y Trump Contra Todos. La “Madre de Todas las Batallas” Retóricas

NUEVA YORK, USA-(Especial para The City Newspaper) Cuando comenzamos a redactar este reportaje, acababa de finalizar su intervención hablada en el seno de las Naciones Unidas, el criminal requerido por la justicia internacional, el dictador de Israel, Benjamín Netanyahu. Es importante destacar que habló ante un auditorio casi vacío, ya que la mayoría de líderes y embajadores allí presentes, escasos minutos antes de que el judío se apoderara del podio de los oradores, se marcharon, se pusieron de pie como si se hubiesen puesto de acuerdo (en el sentido figurado) y se dirigieron hacia la puerta de salida del recinto.

            El discurso –por llamarlo de alguna manera-, de Netanyahu, fue una repetición de lo mismo, de las mentiras de siempre y con su habitual demagogia, mostrando mapas insulsos que nadie determina y nadie digiere, mucho menos. Inició sus palabras acompañadas con un rostro característico en él, en el que procura hacer pensar a los escuchas que se trata de un “hombre bueno, inmaculado, siempre víctima de aquel, aquella y todos nosotros”, según la retórica de la víctima (supuesta), para enternecer y engañar a los allí presentes. Dijo que “Israel ha aplastado a la mayor parte de Hamás” (y del pueblo de la Franja de Gaza, le añadimos nosotros), pues aprovechó la coyuntura del secuestro de los judíos, a quienes ha dejado en un último plano, para aniquilar a miles de miles de mujeres, niños, ancianos y hombres ajenos al conflicto, en un plan exterminador que sigue en su apogeo en estos momentos. “Mi gobierno no descansará hasta traer de regreso a los rehenes secuestrados (…) hace casi dos años.” Mintió este genocida, porque su intención nunca ha sido liberarlos del poder de Hamás y se ha dedicado, como hemos resaltado, en exterminar a los palestinos. De hecho, nunca habla, en el interior de Israel, acerca de los rehenes, puesto que son una auténtica “piedra en el zapato” de cara a los familiares de esos secuestrados y de la opinión pública israelí, que no se explica cómo uno de los ejércitos más poderosos de Oriente Próximo, no ha podido hallar y liberar a unos 20 prisioneros de Hamás. Pero la verdad subyacente nos dice que esos secuestrados están en el último escalón del interés de Netanyahu, porque lo que intenta es aniquilar a la mayor parte de los palestinos, para que los colonos judíos se apropien de esas tierras y extender el territorio israelí “a sangre y fuego”, de espaldas a la opinión pública mundial.

            “(…) Lo que busco es terminar el trabajo en Gaza lo más rápido posible (…).” Dijo. Pero no explicó con claridad y extensión a qué se refirió cuando habló de “trabajo”, lo que deja pensar que se refiere al plan de exterminio de los gazatíes y nunca de la liberación de los secuestrados; porque en la práctica es eso, justamente, lo que está haciendo: el genocidio, sin pensar en sus compatriotas todavía en manos de la facción armada de Hamás. Añadió, con tono eufórico, que este año han logrado una serie de victorias estratégicas con el ejército israelí, contra Hamás, Hezbolá y el ataque contra el programa nuclear iraní y es aquí donde volvió a tergiversar la realidad acontecida, porque fue el bombardeo de los aviones de los Estados Unidos los que le “sacaron las castañas del fuego” al judío, porque los misiles iraníes estaban destruyendo Tel Aviv y Haifa con una facilidad impresionante. Aparte de ello, habló refiriéndose a supuestas “grandes batallas contra enemigos de gran magnitud también”; pero lo cierto es que los israelíes no se han enfrentado a un ejército debidamente conformado, sino a grupos islámicos que portaban armas manuales y nunca artillería, ni misiles de ninguna índole. No eran ejércitos, como este judío ha argumentado, tratando de impresionar con palabras lo que los hechos aducen que son simples mentiras o falsedad de la realidad.

            En cuanto a la creación del Estado palestino, apoyado por la mayoría de naciones alrededor de la Tierra, el genocida dictador de Israel, Benjamín Netanyahu, rechazó tal opción al decir que “sería un suicidio nacional para mi país”, porque, según él, “la Autoridad Palestina es una Institución corrupta hasta la médula”, olvidándose de que él mismo y su esposa Sara, están siendo requeridos desde hace años por los tribunales israelíes precisamente por actos de profunda y descarada corrupción y por ello desató el genocidio en Gaza, para desviar la atención hacia un conflicto externo y por ello también ha evitado liberar a los rehenes, dándole más largas a este asunto y así dejen de referirse a su escandalosa corrupción tanto los periódicos judíos como las gentes del pueblo y sus opositores políticos. En otras palabras, los palestinos están pagando con su sangre esa estrategia corrupta y criminal de Netanyahu, sin que nadie lo detenga, pues cuenta con el apoyo irrestricto de Donald Trump, quien, dentro de su congénita ignorancia, es manipulado por el judaísmo que reside en los Estados Unidos y maneja las riendas del poder desde la oscuridad, desde el fondo de las Instituciones estadounidenses más influyentes e importantes.

            Ciertamente, naciones como Inglaterra, Irlanda, Canadá, Francia, Australia y muchas más, han reconocido oficialmente al Estado palestino, una directriz de la ONU que data de 1948, pero a la que Israel se ha opuesto tajantemente, pues lo que quieren los judíos es precisamente ese territorio que hoy compone Gaza y Cisjordania. Lamentable, muy lamentable la intervención del criminal Netanyahu, un asesino que debería estar preso actualmente y no diciendo falacias y torciendo la verdad en el pleno de la ONU. Pero habló ante un auditorio casi vacío, pues nadie tolera su rostro lleno de falsedad, donde asoma su alma asesina y sin escrúpulo alguno.

El monólogo cansino y mal estructurado de Donald Trump

            La Organización de las Naciones Unidas está celebrando sus 80 años de fundación y todavía persiste la pregunta incómoda referida a su papel de cara al mundo, si está cumpliendo con su cometido o ha dejado de ser aquel organismo que una vez funcionó, aunque fuera ligeramente, en beneficio de la humanidad, al resolver sus conflictos, la mayoría de ellos de carácter militar.

            Es por eso que, en el marco de la celebración, varios líderes de naciones alrededor del globo terráqueo, hicieron escuchar sus discursos: unos entretenidos, la mayoría soporíferos, otros sorpresivos, como el de Tailandia en el que su mandatario aseguró que enviaría a un contingente de unos 50 mil hombres para asegurar la paz en la Franja de Gaza, un argumento que no encontró eco en los presentes, a pesar de estar lleno de buenas intenciones. Y el más esperado fue justamente el de Donald Trump, quien hizo un monólogo, seguro (según él) de que “habla bien en público”, cuando, por el contrario, demostró una vez más su incultura, su precaria formación intelectual (por no decir “nula”), su vulgaridad, su grosería y su cortedad de conceptos, vocablos e imágenes en el momento de hacer uso del micrófono.

            Con un tono de voz, rasgos, poses y muecas faciales en las que parecía un afeminado, Trump habló por espacio de 58 minutos, durmiendo a algunos de los espectadores que estaban sentados frente al podio principal. Repasó los supuestos “logros” de su administración, atacó por igual a aliados y adversarios y enfatizó la necesidad de cambiar a las Naciones Unidas. A manera de ejemplo, de la repetición de sus mismos pobres argumentos, llenos de inquina, veneno y odio generalizado, Trump reiteró que “los países europeos se van a ir al infierno, destruidos por el monstruo de dos cabezas de las políticas migratorias, la lucha contra el cambio climático y el ser políticamente correctos.”

            En un inicio y de acuerdo al reglamento de la ONU, tenía solamente asignados 15 minutos para hablar en el pleno, pero se extendió, arbitraria y abusivamente, por 58 minutos, algo típico en este sujeto, acostumbrado a rebatir reglas, códigos de conducta y saltarse toda moderación establecida. Además, el fondo de sus palabras, llenas de incoherencias, incongruencias y silogismos, no se refirieron a la ONU o al sistema internacional, temas que él desconoce por completo, como desconoce la mayor parte de lo que sucede a su alrededor. Por ejemplo, acerca de Palestina repitió lo que le ha dictado al oído su “socio” Netanyahu en esto de exterminar a los gazatíes: “es un premio para Hamás y un enorme error (apoyar a la conformación de un Estado)”, aseveró Trump ante la ONU; y en torno a la guerra en Ucrania, manifestó que “(…) iba a ser la más fácil de terminar (!) por su buena relación con Putin, pero no ha sido así.” Es decir, Trump se dio cuenta tarde de que él no es Dios, que no tiene la omnipotencia para hacerlo fácilmente y que Putin lo que ha hecho ha sido “tomarle el pelo (en su caso la peluca)” y burlarse abiertamente de sus intenciones por pacificar la guerra en Ucrania.

            Periodistas de la Deutsche Welle (La Voz de Alemania), así han descrito la intervención del mandatario estadounidense en el pleno de la ONU: “El discurso ha sido, en realidad, el mismo que repite en todas partes –la Casa Blanca, conferencia, ruedas de prensa o el Congreso de los Estados Unidos-: una mezcla de mitin político sobre presuntos méritos económicos y diplomáticos, combinada con insultos a sus predecesores demócratas, arengas contra la inmigración ilegal o sus enemigos (Irán y Venezuela), lamentos personales (por no tener el Premio Nobel de la Paz o el reconocimiento que cree que merece), y referencias a sus obsesiones personales, como la energía verde, los molinos de viento o el hecho de que hace décadas, cuando era únicamente promotor inmobiliario, la ONU ignoró su propuesta de renovación de los cuarteles generales por US$500 millones.”

            En un principio, los asesores de Trump dijeron que éste iba a la ONU a renovar y reformar y cambiar desde adentro a este organismo mundial, pero, después de que su prompter en el que iba a leer su discurso, se estropeó y tuvo que improvisar sus necedades de siempre, fue notorio que estaba allí no para “renovar” ni aportar soluciones, sino para criticar, lanzar acidez desde su bocaza y sembrar más discordia de la que ya ha sembrado a lo largo de su permanencia en la política. Ese hecho, cuando el aparato no funcionó, lo mismo que las escaleras mecánicas cuando arribó al edificio sede, cuando se detuvieron, y Melania y él tuvieron que subir caminando, ocasionó que Trump dijera pocos minutos después: “todo lo que tiene que ofrecerme la ONU son cosas rotas, algo que no hubiera pasado si me hubieran encargado a mí las obras de remodelación en su momento.” Es decir, sigue con su argumento inepto de que las circunstancias malas no hubiesen sucedido si él hubiera estado ahí para arreglarlas antes, como sucedió con la guerra en Ucrania, que sólo ha gestado burlas de parte de Putin, ante la esterilidad e inoperancia del “gran pacificador” que decía ser Trump.

            De las palabras toscas, sin hilo conductual lógico y sin profundidad alguna, dichas por el regordete presidente de los Estados Unidos, se desprende que no cree en la cooperación internacional, tampoco en las Instituciones mundiales ni en el orden establecido entre las naciones, porque lo único en lo que cree él es en su matonismo, su prepotencia y la fuerza que le da el saberse mandatario de una potencia como es USA. Rasgos propios de un cuasi-analfabeto, un individuo cuyo comportamiento es propio de la Era de las cavernas y de una innegable y evidentísima esquizofrenia, preocupante en un sujeto que ostenta una posición como la que tiene en estos instantes.

La postura de América Latina

            Al calor de los 80 años de fundación de las Naciones Unidas, hubo discursos de toda clase; aunque el “sabor” que ha quedado ha sido el de Trump contra todos y todos los demás líderes mundiales contra Trump y su frenética, insípida, venenosa y nada intelectual verborrea. Una retórica que muestra cada vez que la utiliza, de qué y cómo está hecho el cerebro de Donald Trump… y todos lo sabemos acertadamente.

            En concreto, el presidente de Brasil, hoy “en medio de los focos”, Luiz Inácio Lula da Silva, defendió el multilateralismo y la lucha contra el cambio climático en la esencia de su discurso; y añadió fuertes críticas a la política exterior de Donald Trump, sin mencionar siquiera su nombre. “Nuestra soberanía y democracia son innegociables. Trump quiere, de alguna manera, contener a China en América Latina; y eso, por supuesto, sin acercarse a Brasil, no va a funcionar.” Dijo el mandatario brasileño. Añadió que los ataques de los buques de los Estados Unidos anclados en el Caribe, frente a Venezuela, a lanchas que llevan civiles, “son ejecuciones extrajudiciales (asesinatos flagrantes).” Cuando no se investiga previamente quiénes viajan en esas embarcaciones, hacia dónde van ni qué clase de carga llevan en su interior. Solamente se disparan los misiles y mueren diez u once tripulantes, que, muy probablemente, no estaban ligados con el narcotráfico. Pero Trump, en la Casa Blanca, dice eufórico que se han abatido narcos, como si él lo supiera con certeza. Es decir, hace de la suposición… una verdad que, en todo caso, no se puede comprobar ni lejanamente siquiera.

            En lo que se refiera a Gustavo Petro, presidente de Colombia, durante su discurso ante el pleno de la ONU, criticó a Trump de manera más confrontativa, más ácida y menos Institucional. Denunció la política antidroga de los Estados Unidos; se refirió a la necesidad de una acción global contra la crisis climática y condenó el genocidio que efectúa Israel diariamente en la Franja de Gaza, contra el pueblo palestino. En este sentido, hizo un llamado para “unir ejércitos y armas para liberar a Palestina, conformando un ejército de salvación del mundo, votado por las Naciones Unidas y sin veto”, que intervendría en la Franja de Gaza, expulsando a los israelíes y decretando la paz y la reconstrucción del enclave. Los discursos de los concurrentes, fueron una muestra inequívoca de que la idea es apoyada, por lo menos moralmente, por muchos alrededor de la Tierra.

            Gabriel Boric, mandatario de Chile, también criticó con acidez las políticas de Donald Trump y llamó a combatir “la mentira a la negación del cambio climático por parte del presidente estadounidense dicha ante la ONU. Hoy el mundo necesita voces fuertes y claras, que defiendan el compromiso. ¡Democracia, siempre! Sin matices, sin excusas.” Expresó el chileno.

            Lo anterior, en cuanto a los detractores de Trump. ¿Pero qué dijeron sus amigos latinoamericanos cuando hicieron uso de la palabra en el podio para los oradores en las Naciones Unidas?

            Javier Milei, el estrafalario presidente de Argentina; y Nayib Bukele, de El Salvador, dieron muestras inequívocas hacia “dónde sopla el viento” de su amistad con el norteamericano. Por ejemplo, el primero, criticó fuertemente a la ONU, mientras el Tesoro de los Estados Unidos anunciaba una línea de financiamiento temporal (swap line), con el Banco Central argentino, por US$20,000 millones; por lo tanto, el discurso de Milei en las Naciones Unidas no podía ser otro que un apego, una solidaridad a toda prueba con Donald Trump y su matonismo hacia el mundo.

El futuro de la ONU

            El sucesor del portugués António Guterres, como secretario general de las Naciones Unidas y a quien le ha correspondido una de las etapas de la humanidad más difíciles y tristes de las últimas décadas, por la invasión rusa a Ucrania y el genocidio o matanza indiscriminada del pueblo palestino en Gaza, podría ser una mujer, según han dejado entrever algunos diplomáticos acreditados ante este organismo global.

            Los cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), dieron a conocer un comunicado conjunto en el que respaldan que el próximo secretario general sea precisamente de esta región, “en aplicación del principio de balance geográfico equitativo y para fortalecer la diversidad.” Escribieron en el documento. Recordamos en este aspecto que el último dignatario que ostentó ese cargo y que provino de América Latina, fue el peruano Javier Pérez de Cuéllar, de 1982 a 1991. Aunque, en las próximas fechas cuando se den las elecciones, la ex presidenta de Chile, la pediatra Michelle Bachelet, podría asumir ese elevado cargo, ya que su amigo y actual mandatario chileno, Gabriel Boric, presentó oficialmente la candidatura de esta mujer: “Es el tiempo de América Latina y del Caribe –expresó Boric-. Somos una región sin guerras, con una rica tradición diplomática, forjadora de consensos y un compromiso inquebrantable con la Carta de Naciones Unidas desde su fundación.” La ex primera ministra de Barbados, Mia Mottley, es la otra candidata que luchará por la secretaría general de la ONU, según ha trascendido.

            “Desde su fundación en 1945, la ONU no ha tenido una mujer al mando”, hizo recordar Boric, insinuando que ya llegó el momento para dar ese “golpe de timón” y cambiar las cosas en la dirección de este importante organismo que, a pesar de su crisis actual y su ineficacia en la solución de los dos agudos problemas que presentan Ucrania y Palestina, sigue siendo un punto de luz o esperanza para hallar soluciones en sus foros de discusión.    

            Hoy en día, es una Institución global con serios problemas en lo financiero, incapacidad para mantener la paz y con un modelo poco representativo. Lo cual tiene a la ONU bajo una extraordinaria presión. De aquí surge la inevitable pregunta: ¿Puede todavía cumplir con la función para la cual fue creada? En esta celebración de su 80 aniversario, el cuestionamiento adquiere más vigencia e importancia que nunca. Es por esa razón que los líderes mundiales reunidos para tal ocasión en Nueva York, han desglosado sus principales retos: crecientes tensiones geopolíticas, el aumento del cambio climático y los crecientes desafíos al orden mundial basado en normas. Todo ello no es motivo para sentirse optimistas, señala la mayoría de estas personalidades y parece que las Naciones Unidas se enfrentan a un desafío sin precedentes.

               Por ejemplo, el Consejo de Seguridad presenta una marcada y evidente división, causada por el genocidio que lleva adelante Israel sobre la población de Gaza, junto a la invasión de Rusia a Ucrania. Así mismo, sus misiones de mantenimiento de la paz, especialmente en África, son motivo de duras críticas, al dar paso a sangrientas guerras entre países y facciones rebeldes, ante la impotencia preocupante de las fuerzas de la ONU allí en el terreno.

               Otro caso en el que las Naciones Unidas “no han dado la talla”, tiene que ver con la política climática. De hecho, el ex secretario general de este mismo organismo, Ban Ki-moon, y el destacado científico, Johan Rockstrom, calificaron a las Cumbres Climáticas de la COP, “ya no aptas para su propósito.” Y que es “otro flanco” deficiente dentro del espectro de tareas que tiene a su cargo esta Institución mundial. Empero, el actual secretario general, António Guterres, no deja de lado un poco de optimismo e intenta explicar la razón de esa ineficacia: “Ningún país puede detener una pandemia por sí solo. Ningún ejército puede detener el aumento de las temperaturas.” Afirmó en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, este 23 de septiembre anterior.

               En lo que estriba al delicado tema de la paz mundial, corresponde al Consejo de Seguridad de la ONU (CSNU), preservar la seguridad y el equilibrio internacionales; pero desde hace bastantes años no logra su cometido ni en mínima parte, debido a que sus miembros clave bloquean las resoluciones, según sea su conveniencia en ese momento particular. Este Consejo está formado por cinco miembros permanentes; a saber: Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, China y Francia, todos ellos potencias nucleares. Cada uno tiene el poder de vetar cualquier decisión unilateral que les sea presentada; y siete de los diez miembros no permanentes del CSNU, deben rechazar una resolución para impedir su aprobación. Es por esa causa que las potencias mencionadas hacen uso de su derecho al veto de manera sistemática, para promover sus propios intereses y los de sus aliados. Por ejemplo, de acuerdo con la alianza fuerte que ha surgido en la última década entre China y Rusia, ambos gobiernos, por medio de sus embajadores en la ONU, “se cubren las espaldas”, se cuidan recíprocamente según lo necesiten en el momento preciso y vetan lo que podría serles prejudicial, tanto en lo militar como en lo político. Lo mismo hace Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, aliados desde 1914, cuando se dio el estallido de la Primera Guerra Mundial.

               Los ejemplos más gráficos de los últimos tiempos se dieron cuando los Estados Unidos bloqueó las resoluciones que exigían un alto al fuego inmediato en Gaza y con ello favoreció a su aliado Israel y le dio “luz verde” para que continuara con el genocidio que conocemos ahora mismo en el enclave palestino. O aquel instante cuando Rusia bloqueó las resoluciones que iban a condenar su invasión en Ucrania. Y así, simplemente, las cosas no pueden funcionar en modo alguno, según observamos. Es por todo lo anterior, que los críticos insisten en decir que el Consejo de Seguridad está desfasado y no es representativo y en este renglón, vemos que África ni Sur América tienen representantes en ese sitio.

               Uno de los analistas de la ONU, llamado Daniel Forti, lo resume de esta manera: “Los cinco miembros permanentes se muestran reacios a aceptar cualquier cambio que diluya su influencia.” Es por ello que lo mejor, dentro de una reestructuración de este organismo mundial, sería nombrar como miembros del Consejo de Seguridad, a naciones distintas de las que hoy ostentan esos cargos. ¿Pero lo aceptarán, serán obedientes a las resoluciones que allí se tomen? Por supuesto, sería una medida trascendental, porque dejaría por fuera a los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China, para ser suplantados quizás por India, Japón, Italia y otras más, no tan poderosas como las primeras, aunque garantizarían la neutralidad que nunca ha habido aquí.

               En todo caso, el Consejo de Seguridad, actualmente, no está funcionando bien; en parte porque los enfrentamientos geopolíticos entre sus Estados miembros, han hecho prácticamente imposible que el Consejo responda a los peores conflictos mundiales de la última década. Esto ha mermado gravemente la credibilidad del Consejo y, por extensión, de la ONU en su totalidad. Además, la mayoría de sus miembros son países guerreristas, claramente invasores y hasta simpatizantes con el genocidio, en el caso de los Estados Unidos que permite (y promueve) la matanza de civiles llevada que lleva a efecto Israel en Gaza. Lo cual significa que, si la mayoría son proclives a la violencia de la guerra, con una o dos excepciones, no son idóneos para que sean miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Ello no se discute siquiera y siempre ha obedecido a la más preocupante ilógica.

               De cara a su futuro, la reforma se impone, es necesarísima y son cambios estructurales y reglamentarios que se piden desde años trasanteriores. Son cada vez más fuertes y generalizados. Es por eso que el presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, pidió, en el 2024, “que la ONU se remodele de frente a su destino, dando protagonismo a África, Asia y América Latina.”

               Habría que llamar al consenso y comenzar de inmediato esos cambios que tendrían que implementarse en lo esencial y en lo superficial, pero que tendrían que ir en busca de la funcionalidad, la eficiencia, la eficacia, la neutralidad y sobre todo, cubierta con un manto de humanismo, porque la finalidad principal sigue siendo el hombre como ente individual y conjunto, que, a la postre, le da forma a las naciones y nacionalidades. El respeto a los derechos humanos, tan venido a menos en los últimos cinco años, hay que recobrarlo y vigorizarlo, echando mano, incluso, a sanciones aleccionadoras a los gobernantes que violen esos derechos.

               Todo un trabajo para juristas internacionalistas, para personas realmente comprometidas con la preservación verdadera de la paz, la justicia, la solidaridad, la subsistencia del planeta, la niñez, el combate al hambre y al bienestar general del género humano.

               ¿Quién o quiénes asumirán ese reto monumental? He ahí la enorme cuestión…

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