Donald Trump Acaba con USAID, la Agencia de Desarrollo Mundial. Hay Altísima Preocupación en los Pueblos que Dependen de la Ayuda de esta Oficina

WASHINGTON D.C. USA-(Especial para The City Newspaper) En este caso particular de la Agencia de Desarrollo Mundial (USAID), creada por el gobierno de los Estados Unidos para ayudar a los pueblos que presentan graves urgencias o necesidades alimentarias y médicas, Donald Trump, como sucede siempre cuando él interactúa en cualquier actividad en la que se sienta tentado de hacerlo, no lo hizo movido por favorecer a su país, los Estados Unidos, sino simplemente por un afán revanchista. Según su argumentación cuando anunció que iba a cercenar por completo a esta Agencia, lo hacía porque esos países a los que se ayudaba con dinero estadounidense, actuaban de mala fe con los mismos donantes, los traicionaban, abrazaban causas enemigas a USA y aspectos del mismo talante, donde el odio, la venganza que sonaba casi personal, era lo que justificaba tal cierre.

            Su conocido slogan “América primero”, fue el “amparo” de su determinación por acabar con la USAID, porque los Estados Unidos estaban perdiendo demasiado dinero en naciones malagradecidas, en pueblos que “no valían ni un centavo”, según su modo de ver y analizar las cosas y por eso (y por más) no había “reversa” en tan desastrosa e inhumana decisión.

            Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, el menos político de cuantos presidentes han llegado a esta sede gubernamental, significó el final de USAID, nada menos que la mayor agencia de ayuda al desarrollo alrededor del mundo y lo que es peor resulta ser esto: ¡Más de 14 millones de seres humanos, alrededor del planeta, van a morir por falta de esa ayuda precisamente! Trump lo sabe. Alguien se lo habrá contado. Pero a él esas muertes, mientras no sean miembros de su familia o de sus amigos incondicionales y serviles, a él le tendrá sin cuidado tal cifra de decesos. Todavía menos si se trata de seres de tez amarilla, negra o latinoamericana, pues estamos refiriéndonos a un racista descarado, consumado y confeso ante los ojos de la humanidad. El cierre de esta Agencia es el retrato vivo de lo que es Donald Trump: un pedazo de bestia, que habla insensateces, con un vocabulario de apenas 50 palabras en inglés, parco, como sus sentimientos; vacío por dentro y a quien sólo le interesa hacer el daño a quienes él ponga en “la mirilla” de su constante odio. Ni siquiera el dinero le inquieta tanto, como hacer daño a países, gobiernos, razas, poblaciones enteras, personas individuales, Instituciones, religiones y continentes al completo. Estamos hablando de un paria que nunca debió llegar a la presidencia de los Estados Unidos, de no ser por los votantes estadounidenses, tan obtusos, tan retrógrados y sin alma, como el mismo candidato al que eligieron presidente.

Se cerró “el grifo” del dinero

            De manera oficial, el gobierno estadounidense ha dejado de implementar “los programas de asistencia exterior que no se alineen con las políticas de la Administración (Trump), y promuevan los intereses estadounidenses.” Esta fue una de las primeras decisiones que dio a conocer Trump cuando asumió el mandato de su país: desmantelar a la USAID (US Agency for International Development), nada menos que la agencia de ayuda al desarrollo más grande que existe (o existía) en toda la Tierra. No había ninguna como ella, a pesar de que muchos gobiernos, principalmente europeos, conceden ayuda a naciones del tercer mundo subdesarrollado, pero ninguna como ésta, creada por los estadounidenses.

            Un analista así describe la determinación de este salvaje de pelo teñido de amarillo y portador de su corbata de rojo encendido: “No fue improvisación, un impulso, sino la aplicación maximalista de un plan perfectamente definido, cuyo inicio se remonta muy atrás en el tiempo. Este fue el Proyecto 2025, el manual oficioso para un gobierno conservador, que fue elaborado por el think tank Heritage Foundation y esbozado por veteranos presentes en la primera administración Trump, en el que le dedica un capítulo entero a la reforma y transformación de USAID. El objetivo no era sólo reducir la presencia global de USAID, sino desradicalizar sus programas y limitar su financiación para aquellos países cuyos gobiernos desestabilizaban la paz mundial, al promover los países extranjeros ideas que son directamente opuestas a las relaciones armoniosas y estables internas y entre los países.” Explicó.

            En todo caso, la hoja de ruta del Proyecto 2025 era, en realidad, mucho menos ambiciosa, porque no proponía congelar toda ayuda exterior, ni despedir a casi todo el personal de esta Agencia, ni dar el control a los veinteañeros que en ese momento preciso estaban controlados por el multimillonario surafricano Elon Musk, antes de que entrara en polémica con Donald Trump y se convirtiera en su enemigo. Tampoco sugería cerrar una agencia de más de US$40,000 millones de presupuesto, tampoco adscribirla al Departamento de Estado. Sin embargo, el problema serio comenzó cuando los jóvenes que componían al DOGE, el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental, bajo las órdenes de Musk, se asociaron, extraordinariamente entusiasmados, con el sector más duro del nuevo gobierno, bajo la égida de Donald Trump y sus ministros, y pusieron en práctica de inmediato la erradicación de lo que ellos llamaron “el nido de radicales lunáticos, controlados por una banda criminal”; es decir, la mismísima USAID. No les costó mucho convencer a un siempre despistado y desconocedor de todo lo administrativo e institucional que le rodea, el cuasi-analfabeto Donald Trump.

En el plano burocrático, en las oficinas del nuevo gobierno en Washington, así se plantearon las cosas y así se comenzó a delinear uno de los golpes más erráticos, enrevesados, fulminantes e inhumanos, contra la Agencia que daba la mano a millones de millones de seres humanos urgidos de ayuda, alrededor del orbe. Se había decidido, irresponsablemente, “cerrar el grifo” de la ayuda financiera que proveía de medicinas, médicos y alimentos a gran parte de la población necesitada y que vive en el tercer mundo.

La presencia de USAID en números

            Para darnos cuenta fidedigna de lo que significaba el trabajo de US Agency for International Development (USAID), repasemos estas estadísticas: desde el año 2,000, los programas de este departamento de los Estados Unidos, han evitado la muerte de 58 millones de personas por causa de la tuberculosis; 25 millones por VIH/SIDA; y más de 11 millones por malaria, dando, además, acceso a agua potable a 70 millones de personas y ayudado a casi erradicar por completo la polio. Empero, la cooperación de USAID no se circunscribía solamente a lo anterior, sino que iba mucho más allá, rompiendo fronteras, hitos y cifras, siempre en beneficio del ser humano con necesidad.

            Sin embargo, en “la otra línea paralela” a lo que hemos enunciado arriba, los republicanos se dieron a la tarea de caricaturizar el trabajo de esta Agencia y argumentaron sarcásticamente que “la ayuda de la Agencia era para costear operaciones de cambio de sexo (transexualidad), hacer musicales sobre políticas de igualdad y diversidad, regalar condones (preservativos), o publicar libros que fomentan la homosexualidad o el ateísmo.” A esas tesis torcidas, le agregaron los amigos de Trump en el Partido Republicano la creación del Barrio Sésamo, en Irak, una organización compuesta supuestamente por estafadores y comunistas. De tal manera que lo que se proyectó para USAID, una pausa de 90 días solamente, para proceder a transformarla en algo mejor y más funcional, se convirtió en su extinción, “en su punto final” forever.

            Pero las cosas no han quedado ahí solamente, porque el mandatario estadounidense tiene entre sus planes recortar US$163,000 millones en los presupuestos de su gobierno, para reducir el gasto en educación (!), vivienda e investigación médica (!), e invertir más en defensa y fronteras, en su desigual, obsesiva y empecinada guerra contra los inmigrantes. Aquí, lo mismo que en el caso de los pueblos alrededor del mundo que necesitan la ayuda de USAID, a Donald Trump no le interesa el auge y el fortalecimiento de la educación ¡en los propios Estados Unidos! No le interesa la culturización de su propio pueblo y tampoco las investigaciones médicas. Esto habla claramente de lo que hay en el cerebro de Trump, en su corazón y alma: es un perfecto salvaje, un cavernícola armado con su inseparable garrote para golpear y hacer daño a quienes se le crucen en su nefasto camino.

            De manera oficial, la Casa Blanca así lo ha notificado al planeta entero: “A partir del 1 de julio, USAID ha dejado oficialmente de implementar la asistencia exterior. Los programas de asistencia exterior que se alineen con las políticas de la administración (Trump) –y que promuevan los intereses estadounidenses-, serán administrados por el Departamento de Estado, donde se ejecutarán con mayor responsabilidad, estrategia y eficiencia.”

            ¿Las consecuencias de este cierre abrupto y bestial? Estas son: los efectos fueron inmediatos, porque, de un día para otro, quedaron miles de empleados de nacionalidad estadounidense (nótese que no fueron extranjeros ni migrantes que tanto odia Trump, sino compatriotas que, sin dudarlo un ápice siquiera, votaron alegre y confiadamente por él y le convirtieron por segunda ocasión en presidente de USA). Muchos de esos ex empleados estaban, en el momento de sus despidos, laborando en países lejanos; es decir, los dejaron tirados por todo el mundo, sin acceso a sus correos electrónicos, teléfonos o tarjetas de crédito. Evidentemente, aquello fue bestial, sin la menor consideración ni el mínimo rasgo de humanismo, reiteramos incansablemente. Además, la falta de fondos de una USAID que estaba recién aniquilada en Washington, provocó la suspensión inmediata de la distribución de alimentos y medicamentos y el cierre de clínicas en toda África.

            El Programa de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA estima que, desde entonces, desde que “se cerró el grifo” de la ayuda financiera, se produjeron casi 5,000 infecciones prevenibles por VIH. La falta de recursos implicó que faltara la electricidad por falta de pago, para mantener fríos los medicamentos; así mismo, los sueldos para médicos y enfermeras locales, para clínicas que luchan contra la tuberculosis, simplemente y de un solo golpe, dejaron de correr, de llegar a las cuentas bancarias de esos profesionales. ¿De qué iban a vivir? ¿Cómo iban a funcionar a partir de ese momento errático?

            Para citar dos ejemplos puntuales, en dos naciones africanas, Nigeria y Uganda, en Sokoto, en el primer país, niños pequeños han muerto porque los centros de alimentación de emergencia, que estaban apoyados por USAID, se han quedado sin la pasta nutritiva que se usa para salvar las vidas de pacientes con desnutrición severa; y el personal que lucha en Uganda contra el ébola, una de las peores epidemias que ha aparecido en el continente negro, se ha quedado sin medios, lo que hará más fácil el brote de ese flagelo mortal.

            ¿Querían conocer, saber que había en el alma de Donald Trump y por supuesto de su ex amigo Elon Musk, el gestor de todo este catastrófico cierre de esta Agencia? Pues, vuelvan a leer lo que hemos expuesto aquí en este reportaje y ello les mostrará los rasgos de ambos personajes. “Por sus obras les conoceréis.” Y estas son las obras llevadas a nefasto término por Musk y Trump en los primeros meses de su administración en la Casa Blanca.

Un poco de historia…

            The US Agency for International Development (USAID), fue fundada en 1961 por el entonces presidente demócrata John F. Kennedy (el mismo que creó el Programa Alianza para el Progreso, una especie de Plan Marshall para los pueblos y gobiernos de América Latina en la misma década de los 60s), con el objetivo de ayudar a las personas en situaciones complicadas de salud y alimentación, en cualquier parte del mundo. Desde aquel lejano año, USAID financió una amplia gama de programas, desde la distribución de almuerzos escolares a niños en Haití, la nación más pobre del hemisferio Occidental, hasta la distribución de medicamentos contra el VIH en el África más al sur del Sahara.

            Fue diseñada para cumplir con lo que Kennedy definió como “el deber moral del país de utilizar su riqueza para ayudar a otras naciones menos prósperas.” Y, desde el ángulo político, intentaba contrarrestar la influencia de la Unión Soviética (hoy Rusia) en el tercer mundo, en plenitud de la “Guerra Fría” entre las dos superpotencias. Y con base en ello, así lo describió el propio presidente estadounidense en aquella oportunidad: “Tenemos obligaciones morales como líder sabio y buen vecino en la comunidad interdependiente de naciones libres; obligaciones económicas como las personas más ricas en un mundo de gente mayoritariamente pobre; y obligaciones políticas como el mayor contrapeso a los adversarios de la libertad (los comunistas representados por rusos y cubanos en aquel entonces).”

            En retorno al presente, hay quienes aseguran que el vacío que ha dejado la desaparición de USAID, será cubierto por China, aunque no creemos que llegue a tener ni un ápice de la fuerza que tenía esta Agencia estadounidense, hasta antes de su desaparición forzada.

            Pocas horas antes de su cierre, este Departamento contaba con un presupuesto de más de US$70,000 millones, administraba alrededor del 60 por ciento de la ayuda exterior estadounidense y desembolsó US$43,790 millones en el año fiscal 2023. Según el último informe del Servicio de Investigación del Congreso (CRS), su plantilla contaba con 10,000 empleados, de los cuales aproximadamente dos tercios prestaban servicios en el extranjero, a manera de asistencia a unos 130 países subdesarrollados. Así, tenemos en estos momentos a 10,000 personas, de nacionalidad estadounidense mayoritariamente, sin empleo y varados en naciones de las que tienen que ver cómo regresarán a los Estados Unidos, cuando sus cuentas bancarias, donde recibían sus sueldos, están bloqueadas, lo mismo que sus tarjetas de crédito, por orden del actual gobierno encabezado por el salvaje Trump.

            Continuando con la historia reciente, la administración del republicano George W. Bush, para combatir el VIH a nivel planetario, lanzó, en el 2003, el Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA (Pepfar), con el cual apoyó a unos 20,6 millones de personas alrededor del mundo, incluidos 566,000 niños, mediante terapia antirretroviral; y sólo en el 2024, el mismo programa costeó pruebas del VIH a 83,8 millones de personas. Pero ahora, sin fondos, cortados de un tajo por la administración de Donald Trump, más de 630,000 personas podrían morir cada año de SIDA. Adicional a ello, un estudio de la Universidad de Boston, indica que podría haber casi 10 millones de casos de malaria a nivel planetario, de los cuales aproximadamente 7 millones afectarían a niños, en un solo año, debido a los recortes de financiación de USAID.

            Y si quieren saber un poco más de Donald Trump, cómo es, cómo actúa y qué siente en su fuero interno, le diremos que la orden ejecutiva que él emitió, eliminó casi inmediatamente entre el 83 y el 90 por ciento de todos los contratos de ayuda exterior estadounidense y los programas asociados. Sin meditarlo, sin preocuparse, sin pensar en las graves consecuencias, en las muertes que iba a causar, ni en la desesperación de las personas necesitadas, que son millones de millones de seres humanos. Etiopía, por ejemplo, recibía más de US$1,799 millones en ayuda al año; lo mismo que Somalia, República Democrática del Congo, Nigeria, Kenia, Sudán del Sur, Uganda y Mozambique, todos ellos con una ayuda superior a los US$400 millones anuales. Con el impedimento decretado por Trump, la ayuda total al continente africano se reducirá en un 20 por ciento, del total del 26 por ciento que comprendía la ayuda completa brindada por USAID; es decir, percibirá, con algo de suerte, apenas un 6 por ciento de apoyo para sus programas de alimentación y salud. Pero eso a Trump, repetimos, no le importa. A él sólo le importa hacer el mayor daño posible donde sea, a cuantos sean y donde sea. Un ejemplo más claro de ello, Donald Trump no ha emitido siquiera una breve opinión de la masacre y la hambruna que sufre el pueblo palestino en la Franja de Gaza, pero sí ha dicho con toda claridad: “Netanyahu sabe lo que tiene que hacer…”

Quedará enmarcado en la historia

            No tenemos la menor duda de que Donald Trump, lo mismo que los famosos sátrapas que ha habido en el devenir de las épocas, quedará indeleblemente grabado en las páginas de la historia de la humanidad, pero no positivamente, desde luego. Todo lo contrario. Su sitio está al lado de los líderes supremacistas del Ku-Klux-Klan, de aquellos esclavistas, dueños de las plantaciones de algodón, que compraban y vendían negros, separándonos de sus esposas e hijos con un golpe o gesticulación de una de sus manos; y que son aquellos quienes creen que el poder reside solamente en el dinero y nunca en los sentimientos nobles ni en los principios que dicta la moral.

            Este es Donald Trump: según estimaciones de Oxfam, “el efecto de estos recortes (en USAID), sobre la gente, será devastador: al menos 23 millones de niños podrían perder el acceso a la educación y hasta 95 millones de personas perderían el acceso a la atención sanitaria básica, lo que potencialmente provocaría más de tres millones de muertes evitables por año.”

            Por otro lado, un reciente estudio publicado por la revista médica Lancet, presenta un panorama mucho más brutal: “(…) programas de USAID han salvado más de 90 millones de vidas en las últimas dos décadas y los investigadores creen que si los recortes de la Administración Trump continúan hasta el 2030, más de 14 millones de personas, que de otro modo habrían sobrevivido, podrían morir.”

            Y este otro ejemplo aclara mejor quién y cómo es Donald Trump: según James Macinko, investigador de políticas sanitarias de la UCLA y coautor del estudio de The Lancet, “el contribuyente medio estadounidense aportaba unos 18 centavos al día para costear USAID. Con esa pequeña cantidad, hemos podido evitar hasta 90 millones de muertes en todo el mundo. Sin embargo, el gobierno de Donald Trump cree que era un desperdicio de dinero, porque esa inversión, que no sólo salva vidas, sino que previene enfermedades o epidemias, era un desperdicio porque no estaba sirviendo para fortalecer intereses políticos o geopolíticos de Washington.”

            Y para clarificar todavía más este salvajismo de cerrar y desfinanciar a esta Agencia, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, secuaz leal y extraordinariamente fiel de su jefe Trump, lo ha expuesto de esta manera en la web de su ministerio: “Más allá de crear un complejo industrial de ONG de alcance mundial a expensas de los contribuyentes (estadounidenses), USAID tiene poco que mostrar desde el final de la Guerra Fría (!).” Es decir, acabado el propósito político, cual era contener a la Unión Soviética en sus afanes imperialistas alrededor del planeta, la existencia de USAID, en su opinión, ya no tiene ningún sentido; es decir, lo humano, lo médico y lo alimentario… para este hijo de cubano (provenido del tercer mundo), no tiene validez alguna.

            Lo que aquí hemos expuesto, es “un baño de realidad” sobre el gobierno Trump; y quienes no lo conocían, ahora tienen razones fortísimas para detestar todavía más a este sujeto, quien se libró de los tribunales de justicia de los Estados Unidos sólo por el resultado de las elecciones. De lo contrario, hubiese ingresado en prisión, tal y como sus delitos así lo demandaban. ¿Entonces, qué se puede esperar de bueno de este individuo? El cierre de esta Agencia imprescindible para salvar vidas humanas, es un ejemplo clarísimo de lo que podemos esperar de él en estos tres años y resto que faltan de su draconiano y fatídico gobierno.

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