Donald Trump Asegura que Ahora Sí está Cercana la Paz en Ucrania. ¿Realmente es Así?
WASHINGTON D.C. USA-(Especial para The City Newspaper) Después del encuentro en Alaska de Vladímir Putin, el dictador de Rusia; y Donald Trump, en representación de los Estados Unidos, este último citó al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski para que se reuniera con él nuevamente en la Casa Blanca. Cuando nos enteramos de esa nueva citación, temimos lo peor, pues Trump había maltratado a Zelenski durante su primera entrevista y le hizo prácticamente echado de los Estados Unidos, con la única opción de recoger a duras penas su equipaje que estaba en un hotel de esta Capital. Todo porque el ucraniano se negó a obedecer sus estúpidas órdenes, de entregarle los territorios invadidos a los rusos, como si Zelenski, para empezar, no tuviera que darle explicaciones al pueblo de Ucrania por cada determinación que tome y ejecute.
Es muy evidente, entonces, que tanto en aquel momento como en éste, Donald Trump ha querido conseguir la paz a cualquier costo y para ello ha recurrido a su natural manera de ser… la violencia para obtener el resultado apetecido. Es decir, valiéndonos de una analogía, Trump se asemeja mucho a aquel niño que, por pereza o falta de agilidad (en el caso del estadounidense es esto último), no sube al árbol para bajar el fruto y comerlo, sino que prefiere darle con un garrote, con un palo grueso, dañando de paso al árbol y al mismo fruto. Es decir, lo que no puede conseguir con la parquedad de palabras que lo caracteriza, lo quiere lograr con la fuerza bruta y Zelenski lo experimentó la primera vez que se reunió con él en la Casa Blanca; pero en esta oportunidad, el ucraniano fue más precavido y se hizo acompañar por varios líderes de Europa Occidental, quienes actuaron como una especie de “muro de contención” contra las vulgaridades, descortesías y salvajismo de Trump y a éste no le quedó otra alternativa que respetar a su invitado, el mandatario de Ucrania…
Una comitiva de lujo desde el corazón europeo
La mayor parte de los aliados del presidente de Ucrania, los mandatarios de las potencias europeas, estuvieron de acuerdo en frustrar en Trump otro comportamiento salvaje y aberrado en contra del ucraniano; por esa razón decidieron viajar en grupo, al lado de Zelenski, y forzar al norteamericano a una Cumbre para tratar el tema de sus conversaciones anticipadas con Putin, en Alaska.
Fue así como llegaron a la Capital estadounidense la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; y los mandatarios de Francia, Emmanuel Macron; Alemania, Friedrich Merz; Inglaterra, Keir Starmer; Italia, Giorgia Meloni; y de Finlandia, Alexander Stubb. También acompañó al líder ucraniano el secretario general de la OTAN, el holandés Mark Rutte. Todos con la firme determinación de poner fin a la guerra que causó Putin al invadir Ucrania, una nación que no ha dejado de bombardear mientras engaña a Trump con un supuesto deseo de pacificación que, en verdad, no existe en el dictador y tirano ruso.
Antes de subir al avión que los llevó hasta la ciudad de Washington, emitieron opiniones en torno a este dificilísimo tema de la paz en Ucrania. Leamos: “El viaje servirá para intercambiar información con el presidente de los Estados Unidos. Es importante dialogar sobre garantías de seguridad, asuntos territoriales y el apoyo continuo a Ucrania en su lucha por repeler la agresión de Rusia. Esto también incluye la mantención de la presión de las sanciones (económicas).” Así según texto difundido por el gobierno de Alemania. Por su parte, el Palacio del Elíseo, en París, Francia, dejó leer: “El presidente de la República (Emmanuel Macron), viajará mañana a Washington junto con el presidente Zelenski y varios líderes europeos, para continuar la labor de coordinación entre Europa y Estados Unidos, con el objetivo de alcanzar una paz justa y duradera que preserve los intereses vitales de Ucrania y la seguridad de Europa.”
Pero en la declaración conjunta, estos mandatarios dejaron por sentado que, en su reunión con Trump en la Casa Blanca, están dispuestos a colaborar en la celebración de una Cumbre trilateral entre Ucrania, Rusia y EE.UU, pero (hacemos hincapié con firmeza) que Rusia no puede vetar el camino de Ucrania hacia la Unión Europea (UE) y la OTAN y corresponderá a Ucrania tomar decisiones sobre su territorio.” Y justamente esta postura de los líderes europeos, de los países más poderosos del Viejo Continente, es la “piedra de choque” que molesta y violenta tanto a Donald Trump, porque, en su cortedad de visión y su incapacidad para observar y analizar los acontecimientos en su verdadera dimensión, lo que él quiere es entregarle absolutamente todo lo que Putin le exija, a cambio de una paz que beneficiará a Trump, en el sentido de que obtendría el Premio Nobel, que es su verdadero delirio u obsesión.
Esta posición inamovible e inflexible de parte del norteamericano, además de ser una postura imbécil, infantil, supra-ambiciosa y socavadora del camino que podría llevar a la paz, coloca a Volodimir Zelenski en un sitio muy precario en el que no puede fallar a su propio pueblo y ejército, que le piden que no ceda ni un centímetro del territorio ucraniano, porque, entre otras cosas, la sangre derramada de miles de soldados y ciudadanos inocentes, habría significado muy poco, casi nada, de parte de Zelenski, si concediera todas esas exigencias absurdas e imposibles de aceptar que Putin quiere para sí y para Rusia. En otras palabras más claras y sencillas: si Zelenski, en su condición de presidente de Ucrania, firmara un documento en el que cede tierras, por minúsculas que fuesen, al genocida ruso, su regreso a Kiev se vería saldado con un asesinato. La historia del Siglo XX nos trae el pésimo ejemplo del negociador por Alemania, al final de la Primera Guerra Mundial, quien aceptó todas las imposiciones de los aliados y que significaban la peor humillación para país alguno, jamás antes vista. En aquel momento, el enviado alemán para negociar el vergonzoso Tratado de Versalles, que a la postre fue la base para iniciar la Segunda Guerra Mundial, fue Mathías Erzberger, quien aceptó todas las imposiciones que los británicos, estadounidenses y franceses, ganadores de la contienda, le dejaron saber.
Algo parecido quiere hacer Vladímir Putin con Ucrania. Por ejemplo, la semejanza con el Tratado de Versalles en el punto que se refirió a la reducción del ejército alemán a mínimos humillantes, es algo que también quiere el ruso para Ucrania; lo mismo que la dimisión inapelable de Volodimir Zelenski como presidente de Ucrania, algo que pidieron los aliados con el entonces Kaiser alemán, Guillermo II. Aquel tratado, tanto como el que desea imponer Trump, atendiendo todos los caprichos de su amigo ruso, lo que podría contraer sería un conflicto mayor y en el que sufrirían mucho más los ucranianos como los rusos también. El paso de los años, las lecciones de la historia, nos han enseñado que no hay nada más peligroso que una nación, un pueblo humillado, por los puntos absurdos de un tratado de paz o un armisticio mal redactado y que sentencia lo peor para ese mismo país.
Reiteramos, si Zelenski “clavara el puñal de la traición por la espalda del pueblo ucraniano”, es muy posible que sufra la misma suerte del negociador por Alemania, Mathias Erzberger, quien resultó asesinado el 26 de agosto de 1921, en Bad Griesbach, en la Selva Negra, al sur de Alemania, mientras caminaba con su colega y amigo del Partido del Centro, Carlo Diez. Dos hombres con revólveres le dispararon en la cabeza y en el pecho. Tres disparos le alcanzaron el pulmón, el estómago y una pierna. Aquello sucedió precisamente porque el grosor de los alemanes le consideró un traidor que entregó parte de la soberanía del país a los aliados vencedores y aceptó el Tratado de Versalles, imposible de aceptar y menos de digerir por las imposiciones que le daban forma y esencia. Y Trump, en nuestra realidad actual, parece que quiere convertir a Zelenski en un Erzberger, que debería entregar a Putin razones y territorios que son irrenunciables desde todo ángulo en el que se observen. Ningún ucraniano de hoy en día ni del futuro, se lo perdonaría. Tampoco muchos observadores que siguen diariamente los acontecimientos en Ucrania, ubicados en cualquier parte del mundo.
Un repaso a las exigencias inauditas de Putin
Antes de recordar las exigencias del dictador ruso, su ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, algo así como su fiel escudero en todas las batallas diplomáticas que Putin libra y ha librado en el pasado, manifestó a la prensa rusa y de acuerdo a su interpretación de las cosas, cuáles son las intenciones que persiguen los líderes occidentales que viajaron con Zelenski a Washington y al reunirse con Donald Trump.
Lavorv, con su característica voz gutural o grave, llama a estos mandatarios aliados de Kiev, “la coalición de los voluntarios” y dijo de ellos hace pocas horas: “En cuando a los motivos que guían a la llamada ‘coalición de los voluntarios’, veo muchas señales de que esta actividad está dirigida, precisamente, a socavar el progreso que comenzó a vislumbrarse claramente tras la Cumbre de Alaska, luego de los contactos previos entre representantes de la administración estadounidense y la parte rusa. El propósito de esta agrupación es interrumpir la agenda destinada a eliminar las causas fundamentales, lograr una regulación sostenible y garantizar la seguridad de Ucrania, dejando de lado los intereses de Rusia. De hecho, los analistas y observadores extranjeros, al descubrir la situación actual y la actividad sin precedentes de los representantes europeos, llegan a la misma conclusión: el objetivo es interrumpir la agenda.” Aseveró el titular de Exteriores ruso. Agregó que Ucrania debería garantizar su propia seguridad; pero que las posturas asociadas con ideologías “neonazis” (recordemos que el régimen de Moscú a todo aquel gobierno ajeno al suyo que no sea compatible con las doctrinas de Putin, es catalogado de “nazi”, un trauma que los rusos transfieren de generación en generación desde la Segunda guerra Mundial, 1939-1945) y eso, según Lavrov, “vulnera de manera grave los derechos de las minorías nacionales, impulsa la erradicación legal del idioma ruso en la vida pública y restringe a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana canónica.” En su opinión eso es lo que está llevando a cabo el régimen de Kiev, encabezado por Volodimir Zelenski.
Explicó Serguéi Lavrov que “la coalición de los voluntarios es una asociación de más de 30 países, principalmente europeos, que aboga por su participación en una posible misión de mantenimiento de la paz en Ucrania. Francia y el Reino Unido desempeñan un papel de coordinación. La creación de la coalición fue anunciada a principios de marzo de este año (2025), por el primer ministro británico, Keir Starmer.” Afirmó este alto dignatario del Kremlin, en un intento por convencer a periodistas y opinión pública general, principalmente dentro de Rusia, de que los presidentes occidentales lo que desean es apuntalar o reforzar al gobierno y ejército ucraniano, en detrimento de los rusos, y con esa finalidad viajaron con Zelenski para reunirse con Trump, poco tiempo después del encuentro de éste con Putin en Alaska. Una distorsión típicamente rusa, de la realidad y lo verdadero.
Esos argumentos del ministro Lavrov, que es algo así como “la punta de lanza” del tirano Vladímir Putin, frente a la fortísima oposición que experimenta Rusia de parte de la mayoría de naciones alrededor del planeta, sirven únicamente como introducción para que repasemos un poco cuáles son las intenciones reales del dictador con respecto a Ucrania.
Hay que partir del hecho que no basta con entregarle el Donbáss, la región fronteriza con Rusia, donde permanece acantonado el ejército ruso, después de que la batalla por someter a Kiev, la Capital, fracasó estrepitosamente. Tampoco, según hemos escrito en reportajes anteriores, el Donbáss está dominado enteramente por los rusos; es decir, es un territorio que permanece en sus manos, pero que parece pegado apenas “con alfileres” y que en cualquier momento podría regresar a poder de Ucrania. Esa zona fue anexionada arbitraria e ilegalmente por el Kremlin, mediante un referéndum en septiembre del 2022.
En concreto, punto por punto, esto es lo que exige Putin a cambio de firmar la paz con el gobierno de Zelenski:
1. Las tropas ucranianas deberán retirarse de Lugansk y Donetsk, las dos regiones que conforman el Donbáss, incluyendo las zonas que aún no son ocupadas por el ejército ruso; así como el reconocimiento de la línea del frente actual como frontera en los óblast de Zaporiyia y Jersón.
2. Los ucranianos, según las exigencias de Moscú, deberán comprometerse a no atacar otros territorios dentro de Ucrania ni a terceros países.
3. Reconocer al idioma ruso como lengua oficial de Ucrania.
4. Mantener la libertad de culto para la Iglesia Ortodoxa rusa.
5. Aceptar la anexión de la península de Crimea, ocupada por la fuerza por el ejército ruso desde el 2014.
6. Y, finalmente, levantar todas las sanciones financieras impuestas por los Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y otros aliados de Kiev.
Es evidente, de acuerdo a esta lista de exigencias dada a conocer por el Kremlin, que hay temas irrenunciables por parte de Ucrania y en los que se entromete directamente Rusia y donde no tiene ningún derecho de opinar siquiera, como son los casos referidos al idioma ruso, la libertad para la Iglesia Ortodoxa rusa y la concesión del Donbáss por entero, que sería una pérdida lamentable para Ucrania, si aceptara tal imposición. Una demanda que tiene sabor y olor a robo, hurto descarado, de gran parte del territorio ucraniano y por imposición de los rusos, lo cual podría llevar, en el futuro, a que los mismos invasores de hoy, repitan la misma “dosis” mañana en otras naciones limítrofes con Rusia. Los malos ejemplos dados por los rusos en épocas trasanteriores, cuando conformaban la Unión Soviética, nos llevan a recordar el apropiamiento de países enteros en el corazón de Europa, en los casos de las tres repúblicas del Báltico (Estonia, Letonia y Lituania), Polonia, un tercio de Alemania, al que llamaron Alemania Oriental; Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria y Rumanía, naciones que pasaron a ser propiedad de los invasores soviéticos y a permanecer, desde 1945 hasta principios de la década de los años 90s, detrás del “telón de acero.” Lo cual significa, en la actualidad, que la misma política agresora, conquistadora a sangre y fuego y usurpadora de territorios que no les pertenecen, persiste en la mentalidad de los gobernantes rusos, desde la lejana Rusia zarista hasta la actual, cuando la dictadura de Putin es la que gobierna a esta nación que es la más extensa del mundo y no se conforma con esa vastedad territorial, sino que invade, lleva la guerra a otros pueblos y se apropia de lo que no le pertenece.
Retornando a las exigencias y concesiones que atañen a Moscú, esta dictadura pondría sobre la mesa de negociaciones pro-paz, aceptar que Ucrania obtenga garantías de seguridad, semejantes a las del Artículo 5 de la OTAN, pero sin ingresar a la Alianza Atlántica. Y para que esas garantías puedan darse, los rusos quieren que no provengan solamente de los Estados Unidos y Europa Occidental, sino de China también, el aliado más importante que tiene Rusia actualmente. Obviamente, todas esas exigencias que ya están en manos de Donald Trump y que, presumiblemente el estadounidense estaría de acuerdo con todas esas arbitrariedades, lo que pretenden es darle a Rusia plena libertad en la escena internacional, sin que tenga que pagar un precio adicional por la guerra que ha destruido a más de la mitad de Ucrania y ha quitado las vidas a miles de ciudadanos ucranianos inocentes.
Y según trascendió del encuentro en Alaska entre Putin y Trump, el primero exigió al estadounidense la retirada de todas las acusaciones que sustentan la orden de arresto, emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya, que han restringido las salidas de este tirano a otras naciones, como sucedió recientemente en la Cumbre de Brasil o un poco más atrás, a Suráfrica. Es decir, si el dictador ruso viajara a cualquier país que sea signatario del Tratado de Roma, que dio vida a la CPI, tendría que ser arrestado y enviado a La Haya, Países Bajos, para ser procesado por crímenes de lesa humanidad que él y su ejército han cometido a lo largo de los tres años de campaña bélica en Ucrania, incluyendo el rapto de niños ucranianos y cuyo paradero se desconoce hoy en día.
Otra novedad que se ha desprendido de la reunión Trump-Putin, se refiere al compromiso de parte de Moscú de no agredir a países europeos en el futuro e incorporar esta cláusula en la Constitución rusa. Así según información que fue emitida por Steve Witkoff, emisario de Donald Trump en esto de las negociaciones que buscan la paz en Ucrania. Sin embargo, parece improbable que Rusia vaya a aceptar tal petición y el propio Putin la ha calificado reiteradamente de “disparate”; pues está dentro de la naturaleza del ser ruso, la invasión y el ataque a naciones vecinas, desde que se tiene conocimiento de la existencia de Rusia como país. Incluso, Vladímir Putin se ha referido a este punto con el mayor cinismo posible de su parte, como en el Foro Económico de San Petersburgo, cuando declaró: “La leyenda de que Rusia se dispone a atacar a los países de la OTAN, es una mentira inverosímil. Un delirio en el que ni siquiera creen quienes lo difunden.” En este caso, Suecia y Finlandia renunciaron precipitadamente a su política de neutralidad, que mantuvieron incluso durante la Segunda Guerra Mundial, en el caso preciso de los suecos, y han corrido recientemente a adherirse a la OTAN, para defenderse de eventuales e inminentes ataques belicistas rusos. La palabra de Putin vale tanto como la de Stalin, Calígula, Nerón o Fidel Castro, grandes depredadores de la humanidad y de la paz de todos los tiempos. En ningún modo es confiable, ni él ni su gobierno ni su Armada.
Otra exigencia adicional que ha hecho Vladímir Putin desde que inició la invasión a Ucrania, ha sido la separación incondicional del actual presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, quien resultó ser algo peor que “una piedra en el zapato” del dictador ruso. El cambio de régimen en Kiev es una de las principales cartas del juego que practica el dictador en Moscú; y es que Zelenski es su gran enemigo, el hombre que no parecía ser el idóneo para enfrentarse al que se creía el segundo ejército más poderoso del mundo y que, por el contrario, ha hecho parecer a esa fuerza militar un esperpento más, un ridículo que no avanza en el teatro de operaciones y que ha perdido cerca de un millón de combatientes en las llanuras y trincheras ucranianas. Zelenski, quien antes de llegar a la presidencia de esta nación invadida, se desempeñaba como cómico en los teatros repartidos por toda Ucrania, es quien ha desafiado abierta y valientemente al tirano del Kremlin y por ello tiene que ser alejado del poder a cualquier costo y si Donald Trump le ayudara en ese cometido, sería lo mejor que le podría suceder al invasor.
Otro punto que Vladímir Putin ha puesto sobre la mesa de negociaciones ha sido el de delimitar el número de soldados ucranianos. Otro intento de entrometerse en la vida y realidad de una nación ajena, de un país que no es el suyo. Tiene que darse la desmilitarización de Ucrania hasta números ridículos, absurdos, más todavía si tomamos en consideración que Ucrania podría ser invadida muchas veces en el futuro por los mismos rusos. Además de reducir a su ejército, los ucranianos tendrían que mantener también un reducido número de armas y que éstas no representen un peligro ni ligeramente posible, para Rusia.
Tampoco Putin está de acuerdo que fuerzas de Europa Occidental (mucho menos si son francesas e inglesas), entren al territorio ucraniano para defender a su pueblo y su gobierno y sean garantía de la paz que podría firmarse en los próximos meses. Moscú, en este aspecto, difícilmente cederá, porque su gran objetivo sigue siendo lograr a una Ucrania “neutral y fuera de bloques”, según afirmación del propio dictador ruso en una reciente ocasión, exactamente el 14 de junio pasado. A cambio de ello, Putin ofrece respetar las nuevas fronteras (!) y pondrá como garantía a su propia palabra “de honor” (nótense las comillas), sin un compromiso constitucional que la respalde. Claramente, la palabra de Putin vale tanto como la del peor homicida que pueda deambular por los callejones de una gran ciudad; es decir… ¡nada! Y es evidente que él quiere a una Ucrania sin un líder como Zelenski, quien “le ha plantado cara” valientemente y ha puesto en ridículo al ejército ruso, que estaría también desarmada, con un ejército de unos pocos sargentos y soldados mal armados; sin misiles, sin tanques ni aviación, en aquella famosa analogía o fábula del “tigre suelto y el asno amarrado”; y tampoco quiere fuerzas armadas europeas que vayan a defender a los ucranianos; es decir, desea la indefensión total para volver a invadir a este país, colocar a un gobernante títere como Lukashenko, en Bielorrusia, o Kadirov, en Chechenia o, en su defecto, anexionar a Ucrania definitivamente a “la madre Rusia,” que las tropas rusas entren en ese territorio tranquilamente, sin disparar un tiro y que esperen la llegada del dictador Putin a Kiev, un día después, vía aérea, para declarar esa adhesión espuria, inhumana y arbitraria, al margen de toda civilidad y respeto por la autodeterminación de este pueblo y gobierno.
En el trasfondo de todas estas exigencias, Vladímir Putin sabe que está negociando con un sujeto ajeno a la política, que no sabe nada de política, tampoco de honor y que le admira (no se sabe por qué) y que, para no enfadarlo, hará concesiones precipitadas, impopulares y contrarias a la nacionalidad y espíritu ucraniano. Y ese individuo es el obtuso Donald Trump, a quien Putin maneja como a él le da la real gana y cuando así lo quiere.
¿En cuál punto estamos ahora?
Como sabemos y hemos explicado al inicio de este reportaje, Donald Trump recibió en la Casa Blanca a Volodimir Zelenski, pero se abstuvo de violentarse y humillarle como lo hizo la primera vez; en parte porque el ucraniano estaba resguardado por la mayoría de mandatarios de Europa, quienes hubiesen interpelado al inculto y salvaje Trump si hubiera cometido algún nuevo desafuero contra su visitante.
En esa cita se abordaron las condiciones para negociar con Rusia en pos de la pacificación del conflicto ruso-ucraniano; es decir, se conversó sobre los puntos de discordia entre Kiev y Moscú, siendo los más destacados las garantías de seguridad para Ucrania y las concesiones territoriales que tanto Trump como el genocida Putin desean más que otra cosa de parte de los ucranianos.
El diálogo fue extenso y lo que fue someramente acordado, deberá profundizarse en un encuentro trilateral entre Putin, Trump y Zelenski, en una fecha que no quedó estipulada y que deberá acordarse. A pesar del desaliento que cundía antes del encuentro con el mandatario estadounidense, al cabo del mismo, Zelenski manifestó que “fue la mejor conversación que he tenido con Trump,” a quien halló distendido, sonriente levemente y bromeando acerca de la ropa que el presidente de Ucrania lució en esa oportunidad. En cuando a los territorios que Trump llama con eufemismo, “intercambio”, y que realmente no hay tal… pues el ejército ucraniano no tiene en su poder tierras en Rusia, se fundamentaría en la renuncia del lado ucraniano, de todo el Donbáss, como hemos venido subrayando reiteradamente en este trabajo. Sin embargo, Zelenski ha insistido hasta el cansancio que es un tema “intolerable, que técnicamente resulta inconstitucional, de acuerdo a la Carta Magna ucraniana.” Pero el gobernante de los Estados Unidos, recordemos, es diestro en violentar el orden constitucional de su propio país y estaría en la mejor de las disposiciones por hacer lo mismo con la Carta que rige a Ucrania. Aquí, la pregunta resultante es: ¿Estarían de acuerdo los ucranianos con ceder esas tierras a los invasores llegados de Moscú? No lo creemos. Y de llevarse a la ejecución, en contra del clamor general, sería el final político de Zelenski, sin duda alguna, entre otros males que podrían sobrevenirle.
En lo que atañe a las garantías de seguridad que Ucrania requiere, Donald Trump le aseguró que “mi país estará implicado en dar dichas garantías, como parte de un acuerdo de paz. Los países europeos son la primera línea de defensa, porque están allí, en Europa, Estados Unidos también va a ayudarles. Estaremos implicados. Este es uno de los puntos clave que debemos considerar y también lo vamos a debatir en la mesa. En esencia, soy optimista a la hora de creer que, colectivamente, podemos llegar a un acuerdo que disuada cualquier agresión futura contra Ucrania.” Reafirmó el norteamericano.
Emmanuel Macron, Presidente de Francia, dejó ver que estaría de acuerdo en que los mandatarios europeos participen también en la reunión con Vladímir Putin y lo dijo de esta manera: “Creo que, para hacer un seguimiento, necesitaríamos una reunión ‘a cuatro bandas’, porque estamos hablando de garantías de seguridad, estamos hablando de la entera seguridad del continente europeo. Para que haya un compromiso en favor de la paz a largo plazo, son necesarias garantías de seguridad, con prioridad a la consolidación de unas auténticas Fuerzas Armadas ucranianas durante las próximas décadas.” Este último punto precisamente, el de un ejército de Ucrania solvente y fuerte, contradice una de las exigencias más insistentes de Putin, cual es dejar a Ucrania a “la intemperie”, sin resguardo militar alguno, previendo invasiones futuras de parte de Rusia o la invasión definitiva que sumaría el territorio de esta nación al ruso. Y a esta posición del mandatario galo, Trump no expresó ninguna opinión; aunque ya sabemos de antemano cuál sería su respuesta al respecto: un rotundo “no.”
En cuanto al alto al fuego, Trump manifestó no estar de acuerdo con ello, porque, según dijo: “No creo que se necesite un alto al fuego. Sé que podría ser bueno tenerlo, pero también puedo entender estratégicamente por qué un país u otro no lo querría.” Fue cuando el canciller alemán, Friedrich Merz, insistió en que debería declararse, por lo menos a partir de la Cumbre trilateral, “a más tardar del próximo encuentro. No puedo imaginarme que haya otro encuentro (después), sin un alto al fuego. Trabajemos pues en eso e intentemos presionar a Rusia. Porque la credibilidad de estos esfuerzos, de los esfuerzos que estamos emprendiendo hoy, dependen de que haya un alto al fuego al menos a partir del inicio de negociaciones serias, a partir del próximo paso.” Aseveró el germano presente también en la Casa Blanca.
En un intento de síntesis, el presidente de los Estados Unidos, en su reunión aparte con Volodimir Zelenski, le manifestó cuáles son las concesiones que debería hacer a los rusos con tal de alcanzar la paz e, incluso, llegó a decir que “la paz depende de Kiev. El fin de la guerra depende de Ucrania.” Una afirmación que, además de ser temeraria e irreal, lo que hace es situar a los ucranianos como culpables de haber desatado el conflicto y a los rusos como “los buenos de este ‘western’, según lo siente Donald Trump, siempre tan desacertado en sus pensamientos, acciones y comentarios.
Horas antes de su reunión con el mandatario de Ucrania, Trump publicó en su red social Truth, que Kiev no puede aspirar a recuperar la península de Crimea, ocupada por la fuerza por el ejército de Putin en el 2014 y tampoco unirse a la OTAN; y volvió a su nefasta retórica en la que señala a Ucrania como el causante de este conflicto: “El líder de Ucrania puede acabar la guerra con Rusia casi inmediatamente (¡?) si quiere, o puede seguir peleando. Ahora depende del presidente Zelenski lograrlo (el acuerdo de paz). Recuerden cómo empezó. No recuperar la Crimea regalada por Obama (!) hace 12 años y no entrada en la OTAN para Ucrania. ¡Algunas cosas no cambian nunca!” Escribió su andanada de barrabasadas, en relación con este conflicto; y la respuesta de Zelenski en la red social X fue en estos términos: “La paz debe ser duradera. No como hace años, cuando Ucrania se vio obligada a ceder Crimea y parte de Donbáss y Putin lo utilizó simplemente como plataforma para su siguiente invasión. Rusia tiene que ser quien ponga fin a la guerra que empezó.”
Pocos días después, y una vez que la cumbre Europa-USA finalizó con los resultados que aquí hemos expuesto, la máxima diplomática de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, recordó que Moscú no sólo inició la agresión, sino que tampoco ha ofrecido concesiones y defendió categóricamente la integridad territorial ucraniana y fue más allá al afirmar: “Que Rusia conserve territorios ucranianos como parte de un acuerdo de paz, sería una trampa en la que el líder de Moscú, Vladímir Putin, quiere que caigamos. Estoy en contra de presionar a Ucrania para que ceda territorios.” Recordó que la región del Donbáss en el Este ucraniano, fue tomada por separatistas pro-rusos hace más de una década atrás. Luego sobrevino la ocupación militar a gran escala, lanzada por Rusia, lo que ha obligado a 1,5 millones de ucranianos a huir de esa zona. Y es por esas razones y por la integridad del territorio de Ucrania, que el gobierno de Kiev se niega a ceder a Moscú ante sus exigencias, con el eco de Donald Trump quien insiste, de manera histriónica y fuera de la realidad y contexto, en la necesidad de un “intercambio de territorios”, una afirmación que pone en duda la claridad, objetividad y conocimiento del asunto de parte del estadounidense.
En cuanto a la seguridad que Ucrania y su pueblo necesitan, Kallas volvió a decir: “La garantía de seguridad más sólida es un ejército ucraniano fuerte. Es importante establecer unas garantías que no sean sólo teóricas. (Y) corresponde a los Estados miembros de la ‘coalición de voluntarios’ determinar con exactitud su contribución. (Pero) aún no está claro en qué capacidad operarán esas fuerzas.” Añadió que en Alaska Putin obtuvo “todo lo que quería: recibió una bienvenida muy positiva y quería que no se impusieran sanciones, lo cual también logró. Además, ceder territorios implicará premiar al país que lanzó la invasión. Putin se ríe, no detiene las matanzas, sino que las aumenta. Está claro que Rusia no quiere la paz. (…) La discusión sobre qué debería ceder Ucrania, qué concesiones está Ucrania dispuesta a ceder, hace que olvidemos que Rusia no ha hecho ni una sola concesión y ellos son los únicos agresores acá, son los únicos que han atacado brutalmente a otro país y siguen matando personas.” Concluyó la dignataria europea.
A juzgar por todo lo anterior, el punto en el que se halla esta problemática es “en medio de la nada”; porque Zelenski, con la razón de su lado, se niega a desprender parte importante del territorio ucraniano y concedérselo gratuita e injustamente a los rusos; y Putin está dispuesto a continuar el genocidio del pueblo de Ucrania, en el tanto el gobierno de Kiev no “tuerza el brazo” en su favor. Es un punto muerto en el que no hay negociaciones; incluso no se conoce siquiera la posibilidad de la famosa Cumbre tripartita, cuándo ni dónde será. La postura de Putin es descarada, sin ninguna vergüenza de su parte, pues quiere apoderarse, robar un territorio que no le pertenece, tanto en el Donbáss como en Crimea, desarmar casi totalmente al ejército de Ucrania, vedarle su entrada a la OTAN, alejar a Zelenski del poder (y apresarlo muy posiblemente y asesinarlo en una cárcel en el interior de Rusia), y más adelante… invadir a esta misma nación para que vuelva a formar parte de la “gran madre Rusia”, de la que nunca debió haberse separado. Los ucranianos, con toda justicia, se niegan a esas imposiciones que rayan en lo inaudito e inaceptable, por lo tanto.
La reacción del Kremlin
Nuevamente el “perro fiel y agresivo” en el plano internacional que es su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, brindó declaraciones a los portales y demás medios de prensa rusos y en especial a la NBC estadounidense, en las que se refirió a la situación actual de los dos países en guerra: “El jefe del régimen ucraniano (Zelenski) se opuso a varios principios que Washington cree que deben aceptarse; entre ellos, la no adhesión a la OTAN y el debate sobre cuestiones territoriales. (…) Se opuso a todas las propuestas que el presidente estadounidense considera necesarias para resolver el conflicto (…). Cuando el presidente Trump planteó esas cuestiones en la reunión celebrada en Washington con Zelenski, junto con sus patrocinadores europeos (…), quedó muy claro para todos que hay varios principios que Washington considera que deben aceptarse, entre ellos la no adhesión a la OTAN y el debate sobre cuestiones territoriales y Zelenski dijo no a todo.” Como es lógico que así ocurriera. No se puede entregar parte de un país a un dictador y criminal requerido por la justicia de la Corte de La Haya, sólo porque a éste, un día cualquiera, se le ocurre que así sea. En el mundo hay leyes internacionales, reglas, estatutos, respeto multilateral y sobre todo, vidas humanas que deben ser resguardadas a todo precio y esfuerzo. No es un cualquiera, como Putin, el que va a imponer un nuevo orden o una guerra plena de abusos, tal y como lo ha venido haciendo en suelo ucraniano desde que ordenó su fatídica “misión especial”, en la que tantos muertos ha habido en el lado del bando invasor.
En lo que estriba a la posible reunión entre los dos enemigos, el ruso y el ucraniano, Lavrov dejó ver a los periodistas que le entrevistaban que aún no está programada; pero que el tirano Vladímir Putin está dispuesto a reunirse con Zelenski, “cuando esté preparada la agenda de la Cumbre y la agenda todavía no está lista.” Insistió en recordar que el líder ucraniano “se negó a derogar la legislación que prohíbe el uso del idioma ruso. ¿Cómo podemos reunirnos con alguien que finge ser un líder. (Lo cual) demuestra que el régimen de Kiev demuestra que no está interesado en un acuerdo de paz sostenible y duradero que ponga fin al conflicto. (Porque) los representantes de la administración Zelenski sólo hablan de la necesidad de nuevas sanciones contra Moscú y en quebrar la economía rusa, al tiempo que exigen garantías de seguridad. Y estos objetivos, sin duda, son alentados por los patrocinadores occidentales del régimen de Kiev. Y están dirigidos contra los esfuerzos que está realizando el presidente Trump, con quien colaboramos de forma activa y concreta en la búsqueda de vías sostenibles a largo plazo para la resolución del conflicto, con el fin de eliminar las causas fundamentales.” Argumentó un falso y demagógico Lavrov, repitiendo lo que siempre han esgrimido los rusos en torno a este asunto. Porque, entre otras cosas, “eliminar las causas fundamentales” pasa por eliminar definitivamente a Putin del panorama internacional, primero, como se ha logrado en gran medida hasta el momento, y mayormente todavía con la orden de captura que sobre él pesa; y después, erradicarlo del Kremlin, para que Rusia tenga democracia por vez primera en su historia, con el sátrapa y genocida Putin encarcelado o muerto. Porque él y nadie más que él, ha sido el culpable evidente, real, verdadero y absoluto de esta horrenda crisis en Europa.
Lo que queda es la espera por la posible reunión entre los dos contendores; pero mientras el ucraniano no conceda lo que tozudamente le exige el ruso, la paz se verá muy lejana; y mientras Trump esté en el poder en los Estados Unidos, Putin seguirá manipulándolo y tratando de ganar en su favor todo lo que el estadounidense esté dispuesto a darle, comenzando con el honor del pueblo ucraniano y el suyo propio al plegarse a las exigencias de un dictador sanguinario, muy parecido a Stalin, con el ejemplo que está dando Vladímir Putin.
Hasta ahora sólo existe la “gran y total NADA.” Pero podría haber paz si el ruso deja de lado sus exigencias absurdas. Y ello se muestra imposible por el momento…
