“Habemus Papan”

Es León XIV. Oriundo de los Estados Unidos de América

CIUDAD DEL VATICANO-(Especial para The City Newspaper) Ante una Plaza de San Pedro rebosante de fieles de muchos países, cuya mayoría son los católicos, que flameaban sus banderas distintivas de esos sitios desde donde habían llegado, se esperaba el anuncio, el emocionante anuncio de la elección del nuevo Papa. Adentro, en la Capilla Sixtina, un lugar que tiene un prestigio y una fama únicos en el derrotero de la humanidad, estaban reunidos los cardenales o “los Príncipes de la Iglesia”, avocados a la elección del nuevo Pontífice. Afuera, la espera se hacía ansiedad y la ansiedad en nerviosismo, inquietud y en una alegría contenida. Alegría que explotó en un grito al unísono, sonoro, muy sonoro, que repercutió en todo el cielo de Roma, cuando fue anunciado el momento crucial: había sido elegido el nuevo Papa. “Habemus Papan.” Se dijo.

            Ahora faltaba por saber quién era, de dónde era y cuál era su nombre de pila y aquel que se había auto-impuesto para ser conocido durante sus “avatares papales.”

            El ambiente en la espaciosa y famosísima Plaza de San Pedro, no podía ser mejor, a pesar de ser una fiesta –en el amplio sentido del concepto-, espontánea, sana, sin música de ningún tipo ni estridencia y que guardaba en su interior, en el espíritu conjunto de la muchedumbre, una alegría única que se repite de cuando en cuando, en los momentos cuando ha habido que elegir a los Pontífices y la felicidad resultante cuando se supo la identidad del nuevo Papa, rara vez se puede observar –y sentir-, en otras latitudes de este planeta tan atrofiado por guerras, dictadores sanguinarios, hambrunas y cataclismos naturales, entre otros males que lo azotan.

¿Quién es el nuevo Papa?

            Ya había salido humo negro en la chimenea recién puesta en el techo de la Capilla Sixtina, lo cual indicaba que la elección se iba a demorar más, debido a la indecisión de los Cardenales por darle el cetro de la Iglesia a uno de sus compañeros, al nombrarlo Sumo Pontífice. Pero cuando apareció el humo blanco, que se deslizó por el tejado, dando la impresión de “timidez” (si el término cabe) y luego se alzó robusto, fuerte y en columna hacia el cielo, la explosión de gritos (un solo grito en verdad, pero potente, que partió de las gargantas de todos en conjunto), hizo retumbar el suelo que sostiene a toda Italia. No sólo al Vaticano.

            Una vez en el balcón que da a la misma plaza, otra algarabía se dejó escuchar y observar, porque allí estaba el personaje más importante del mundo, frente a miles de fieles allí presentes y millones que lo veían en las imágenes transmitidas por la televisión, al resto del mundo. Delgado, de 69 años de edad, con una postura corporal que denotaba humildad, sonriente a medias o con rostro afable, canoso, con anteojos por su vista desgastada por leer tantos y tantos libros y documentos eclesiásticos, periódicos y por supuesto por escribir, mucho, muchísimo, en papel, en internet y en el alma de las personas que es lo más importante en su caso como vocero de la palabra de Dios, el mensaje Divino que viene de lo Alto. Se trataba de la persona más importante del mundo, “a galaxias de distancia” de ser Donald Trump, quien se ha estado robando las atenciones en los últimos meses desde noviembre pasado; de ser Vladímir Putin o el otro supra-asesino, el israelí Benjamín Netanyahu, famoso por su aniquilamiento o su exterminio del pueblo palestino, a plena vista de la humanidad, porque este Papa realmente sí es un personaje en toda regla, en el amplio sentido del término. Los demás sólo son individuos pasajeros que deben su fama a la sangre y los excesos de otro tipo (generalmente criminales) que están cometiendo en la actualidad.

            Su nombre de pila es Robert Francis Prevost Martínez. Nacido en Chicago, la llamada “Ciudad de los Vientos”, también famosa por las gánsteres de principios del Siglo XX, pero ahora la urbe tiene un verdadero motivo para sentirse orgullosa: el nuevo Papa nació en sus entrañas, en aquel ya lejano 1955.

            Tiene sangre francesa e italiana por la vena paterna y española (de ahí su apellido segundo, que es Martínez), por el lado materno. Su madre se llamó Mildred Martínez para mejores señas. Es, por lo tanto, el primer Papa de origen estadounidense, un misionero de la orden de los agustinos, cuyo nombre Papal escogido por él es León XIV.

            Vivió en el Perú, una de las naciones más pobres de América Latina, con una población descendiente del Imperio Inca, con evidentes rasgos de segregación por parte de las castas sociales en el pináculo de la sociedad peruana. Su estadía en este país se prolongó por espacio de 30 años en calidad de misionero; por ello sus primeras palabras en el balcón vaticano fueron en español, un idioma que maneja presumiblemente mejor que su natural inglés y se las dedicó a su “querida diócesis de Chiclayo, Perú.” Incluso fue tan fuerte su identificación con los peruanos, que tomó la nacionalidad peruana y tiene doble nacionalidad: estadounidense y peruana, un dato que llenó de alegría a los habitantes de ese país andino o suramericano. Otro detalle importante de sus nexos con Latinoamérica, se refiere al hecho de que antes de ser elegido Papa, “el Papa de la paz”, según se le conoce por su lucha a favor de la paz y de la pacificación en las naciones que se desangran a raíz de las guerras alrededor del mundo, Prevost era el presidente de la Comisión Pontificia para América Latina.

            Quienes le conocen suelen explicar su elección Papal de esta manera: “Su experiencia como pastor, su bagaje filosófico y teológico (con sus años de rigor en Roma), sirvieron para realzar su perfil; así como su condición de políglota (habla seis idiomas) y de ciudadano global (su padre, Louis Marius Prevost, era de ascendencia francesa e italiana).” Ha explicado un cronista español en un importante diario de España. ¿Pero qué piensa o cómo se define a sí mismo el nuevo Pontífice León XIV? Leamos: “Soy hijo de San Agustín. Soy cristiano y obispo. Podemos caminar juntos hacia esa patria para la que nos ha preparado Dios.” Dijo en su presentación ante los miles de fieles que lo escuchaban atentamente bajo el fortísimo Sol que irradiaba sobre El Vaticano. Y es que en ese preciso momento lo estaban conociendo millones de millones de seres humanos, sin importar si eran musulmanes o budistas, pues tal es la preminencia, la importancia del sucesor del apóstol Pedro en el mundo entero.

            Otros aspectos de su vida, indican que completó sus estudios en el seminario menor de los Padres Agustinos. También es titulado en matemática y filosofía; obtuvo su primera licenciatura en 1973, precisamente en matemáticas, en la Universidad Villanova; y después estudió en la Unión Teológica Católica en su ciudad natal, Chicago, antes de marcharse a Roma para licenciarse en Derecho Canónico, en la Universidad Angelicum, y tras presentar su tesis que tituló: “El rol del prior local en la Orden de San Agustín.” Es agustino desde 1977. Comenzó su camino pastoral en Saint Louis, USA; y luego fue destinado a la misión de Chulucanas, en el Perú, precisamente en la misión de Trujillos, donde fue prior de la comunidad y desempeñó una intensa labor como profesor y director del proyecto de formación de agustinos.

            Así mismo, fue fundador y párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de Monserrat. Esto durante siete largos años. Y durante otros 10 años fue prior general de la Orden de San Agustín, con viajes constantes entre Chicago y Chiclayo, en el Perú. En esta última ciudad fue obispo, un nombramiento que le fue conferido en el 2015, mismo año en el que se nacionalizó peruano. En el 2023 fue nombrado al frente de la Pontificia Comisión para América Latina y del Dicasterio para los Obispos. Poco tiempo después, recibiría el título de Cardenal.

            La razón por la cual eligió el nombre Papal de León XIV, se debe a un homenaje directo a León XIII, considerado el artífice de la Encíclica Rerum Novarum; y esta determinación lo distancia de los desgastados nombres de “Pablo”, “Juan Pablo” y otros que se han repetido a lo largo de esta dinastía de los Papas. También el alemán Ratzinger comenzó ese cambio, al imponerse el “Benedicto XVI,” algo impensado e inesperado en aquel año cuando fue elegido el primer Pontífice alemán de la historia vaticana.

            Lo cierto es que Robert Prevost, este hombre mezcla francesa, italiana, estadounidense y española, con doble nacionalidad (estadounidense y peruana), con fuertes vínculos con las gentes necesitadas de América Latina –recordemos que la pobreza en el Perú es ancestral, también proverbial y hartamente conocida-, figuró entre los favoritos para ser electos Papas y se alzó triunfal sobre cardenales como el secretario de Estado y gran favorito, Pietro Parolin; y otros del talante de los cardenales Pizzaballa, Zuppi, Aveline y el filipino Tagle, a quien los periodistas seguían ansiosos por todas partes adonde fuera.

            De su trajinar dentro de la Iglesia Católica se sabe de él su acercamiento decidido a los pobres, su defensa a los inmigrantes (ha escrito fuertes comentarios contra las acciones anti-inmigratorias de su compatriota Donald Trump en la red social X y se ha granjeado el odio del vicepresidente actual de los Estados Unidos, J. D. Vance, quizás su único enemigo declarado en estos instantes), y su compromiso con la paz. Por ello se espera que su postura ante los conflictos en Palestina, donde se lleva a cabo un aniquilamiento racial de parte de Israel; y ante Ucrania, sea realmente importante y audible, como no lo fue en modo alguno de parte de su predecesor, el argentino Mario Bergoglio (Francisco), quien calló ante la sangre vertida por rusos e israelíes, en sus masacres de los pueblos ucraniano y palestino respectivamente.

Llamado por la paz, “construir puentes mediante el diálogo”

            León XIV, después de haber sido elegido por los 132 cardenales presentes en las votaciones en la Capilla Sixtina (el 133 era él), después de cuatro exhaustivas votaciones, dejó escuchar a la muchedumbre que estaba reunida en la Plaza de San Pedro y en idioma italiano: “Queridísimos hermanos: éste es el primer saludo de Cristo resucitado. Quisiera ofrecerles un saludo de paz para que llegue a sus familias, a todos ustedes, dondequiera que estén. Que la paz esté con ustedes. La humanidad necesita a Cristo como puente para ser alcanzada por Dios y su amor. Ayúdanos a construir puentes mediante el diálogo.” Solicitó y añadió seguidamente: “Podemos caminar todos juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado. Un saludo especial a la Iglesia de Roma. Agradezco a mi antigua diócesis en Perú, donde un pueblo leal ha compartido mi fe y me ha dado mucho.”

            Todo lo anterior que hemos descrito en este reportaje, se refiere a la parte exultante, emotiva, emocional, entusiasta y feliz del pueblo católico -y hasta no católico-, que ha seguido detalle a detalle, minuto a minuto, esta elección trascendental para el mundo entero; pero ¿qué hay de “la seriedad del asunto”; es decir, los retos que esperan al nuevo Pontífice y que comenzarán a “llegar” a su escritorio en su Despacho, en su oficina, una vez se acabe la algarabía por su designación como Vicario de Cristo? Primeramente, tenemos que desentrañar cuáles son esos retos que, en síntesis, algunos periodistas presentes en la Plaza de San Pedro, con sus cámaras de TV y micrófonos, han enumerado de esta forma: tensiones internacionales, escándalos sexuales dentro de la Iglesia y las malas finanzas que enfrenta la Santa Sede o el Estado del Vaticano, para hacernos eco de algunos de esos temas engorrosos.

            Algunos aseveran que son los mismos que enfrentó el anterior Papa argentino; pero que, para León XIV, serán acentuados o tendrán “un color marrón todavía más oscuro”, según el decir popular. Ciertamente es una Era turbulenta por la que transita la Iglesia Católica, decantada en las anteriores enumeraciones, más el abandono de más y más fieles de las filas del catolicismo. Y esa anomalía que es altamente preocupante para sus ministros, se nota con mayor claridad en los continentes de Europa y América, especialmente en Norteamérica. Esa deserción es notoria concretamente en los jóvenes, quienes crecen en sociedades cada vez más seculares; también en el descenso de los sacramentos, en las vocaciones sacerdotales y en el cierre de parroquias; por esa razón, uno de los retos de León XIV será “pescar en nuevas aguas,” en Asia o en África, donde el catolicismo está en lo mejor de su existencia, de sus días, con el aumento de los fieles, contrario a lo que sucede en esas latitudes, europea y americana. Incluso, el Vaticano ha pensado en el uso de la “evangelización digital”, que bien podría ser una gran herramienta para llegar a nuevas audiencias; y en emplear con acierto las redes sociales, los podcast, plataformas de streaming y la inteligencia artificial (IA), que nunca fueron del gusto del anterior Pontífice argentino. Esto exige a la Iglesia que se modernice en ese aspecto, en el uso del internet, que es, por antonomasia, el motor de la globalización actualmente y es usado por millones de millones de personas alrededor del orbe. El Vaticano no puede (ni debe) seguir limitándose a enviar las misiones inter-continentales, con misioneros a pie, a caballo, en autos destartalados y corriendo peligro en selvas intrincadas o desiertos inhóspitos, para llevar el mensaje de Cristo o la Fe de la Iglesia. Evidentemente, la humanidad ha cambiado y uno de esos cambios –beneficioso si se usa para el bien, desde luego-, aparece en las computadoras, el signo de los nuevos tiempos.

            Por otra parte, a pesar de que la Iglesia Católica se auto-define apolítica y carente de una ideología –razón que no le ha impedido actuar en política en distintos períodos por los que transitado la humanidad y los ejemplos son clarísimos en ese sentido-, la influencia que ejerce el Vaticano, el Estado más pequeño de la Tierra, es extraordinaria, en razón de que el Papa es su jefe (su líder o una especie de primer ministro), y a la vez el guía de 1,400 millones de fieles repartidos sobre la superficie del orbe. Su influencia e importancia es de carácter global y ello hay que tenerlo siempre “en la retina” y en la consciencia. Un analista alemán lo ha descrito de esta manera bastante gráfica: “No sólo tiene autoridad moral, sino que posee una de las redes diplomáticas más amplias del mundo, con relaciones con 180 países, gracias a la cual ejerce en numerosas ocasiones de diplomacia silenciosa en conflictos internacionales. Ejemplo de ello, son las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos o (la guerrilla) de las FARC con el Estado colombiano. En la ONU tiene status de observador permanente y tiene influencia en la defensa de los derechos humanos relativos a la dignidad humana o la pobreza (…).”

            En este contexto, el nuevo Pontífice heredará los retos del anterior… es decir, las guerras, el cambio climático y la interminable migración de los pueblos sumidos en el subdesarrollo y los conflictos armados, hacia naciones poderosas. Temas que no podrán dejar de estar en la agenda Papal e, incluso, aparecerán con mayor fuerza a medida que recrudezcan los acontecimientos; en específico, deberá centrar su atención en la guerra en Ucrania y las intenciones evidentísimas del dictador ruso, Vladímir Putin, por apoderarse de toda Ucrania; y el veloz aniquilamiento del pueblo palestino, ordenado y ejecutado por el dictador de Israel, Benjamín Netanyahu, en acciones bestiales en la que se evidencia con toda claridad su intención de acabar, asesinar o exterminar a toda una etnia, a plena luz del día y con las cámaras de los reporteros encendidas y cerca de sus acciones criminales.

            En otro estado de las cosas, hay quienes citan a la Inteligencia Artificial (IA), como uno de los grandes retos para el nuevo Pontífice, especialmente desde el ángulo moral; es decir, el uso deshonesto o inmoral de este nuevo mecanismo o “herramienta” digital o cibernética. Así también y desde el punto de vista estructural, la unidad de la Iglesia es otro requerimiento para León XIV y dentro de lo que muchos analistas llaman “la gran crisis de la Iglesia Católica” y se fundamentan cuando señalan que este se trata de un mundo cada vez más polarizado que impulsa a las corrientes que se dan dentro de la Curia romana y las acentúan, lo cual “puede llevar a una crisis interna. (Es cuando) el nuevo Papa deberá atender a las diferentes sensibilidades para enviar una señal de unidad en la Iglesia.” En el caso de los Estados Unidos, el sujeto que acaban de elegir como presidente está acentuando, con sus decisiones deshonestas, reñidas con el orden legal y con la sensibilidad más profunda de las personas, la división en el obispado estadounidense y “un viaje a su país natal –citan los observadores del Vaticano-, de León XIV, podría calmar las aguas.”

            Otros temas que se debaten en lo interno de la Iglesia Católica, tienen que ver con el celibato, la participación de la comunidad LGTB, los matrimonios divorciados o una mayor representación de las mujeres y que el nuevo Papa tendrá que dirimir, esgrimir una posición granítica en torno a estos asuntos y marcar el rumbo de los sacerdotes en relación con ello; y deberá optar entre el continuismo matizado con el conservadurismo, dejando de lado, a “la vera del camino” lo anterior o promover e impulsar reformas. Pero el asunto más escabroso, el que ha empañado o ensuciado la imagen de la Iglesia de cara al mundo, ha sido el de los abusos sexuales, los escándalos perpetrados por funcionarios de la misma Iglesia, en casos de pederastia y homosexualidad. Todo ello fue destapado durante el Papado del alemán Benedicto XVI, el Papa Ratzinger. Es cuando un observador permanente en el Vaticano lo describe de esta manera: “Si bien durante su Pontificado (el de Francisco I), ha buscado cambiar el paradigma y poner a la víctima en el centro frente al proteccionismo (de los religiosos) imperante, no se espera que los escándalos vayan a menos. Todo lo contrario (porque aumentaron). Y al sucesor del argentino se le mirará con lupa si era conocedor de algún caso y prefirió ocultarlo.” Pero no deberá ocultarlo en modo alguno, por el bien de la Iglesia, el bien suyo personal (su imagen de intolerante con los abusos carnales), el de las víctimas y de la decencia general. Es decir, de León XIV se espera que establezca mecanismos para la rendición de cuentas, ofrecer un apoyo real y reparación a las víctimas, revisar y erradicar la cultura de la impunidad y continuar investigando en regiones como África y América Latina.

            Finalmente, las finanzas del Vaticano, considerado el nuevo/viejo desafío de este pequeñísimo pero importantísimo Estado, tendrá que ser solucionado por el nuevo representante de Cristo en la Tierra: León XIV. Tendrá que demostrar dotes de gestor de esas mismas finanzas, porque, en el 2022, las cuentas del presupuesto vaticano estaban en números rojos y el fondo de pensiones tenía un déficit de más de US$700 millones. Lo cual significa que urge una mayor alineación con estándares internacionales de gobernanza y transparencia; impulsar la participación laica de profesionales en sectores clave de gobernanza, que tendrían que ver con el saneamiento de las finanzas, sacarlas a flote del pésimo impasse en el que se encuentran y que el Vaticano vuelva a ser, económicamente, aquella nación que se mantenía segura en ese rubro; es decir, el dinero tiene que volver a fluir y reflotar a sus Instituciones, Despachos y todas las necesidades que, como país independiente, tiene y que deberá solventar de una manera u otra.

            Ese es el panorama que subyace ante el nuevo Papa. ¿Lo sabe él? Por supuesto que lo sabe. Lo sabía y no le dio temor afrontar el reto que demanda soluciones. Su rostro en el balcón del Vaticano lo decía sin palabras. Emite confianza. Y quienes le han conocido tanto en Chicago como en Chiclayo, Perú, podrán dar fe de quién es León XIV, cómo actúa y cómo logra lo que bien se ha propuesto. Por lo pronto, diremos de él que es una mente brillante, un corazón bondadoso y un espíritu nuevo, deseoso de encarrilar lo que va mal y que su predecesor no pudo (o no quiso), solucionar radicalmente, como deben solucionarse los axiomas del mal.

            Mientras tanto, recordemos que ahora mismo… “Habemus Papan.”

           

Denunciar uso impropio Más información